«Abraham tomó la leña del holocausto y la puso sobre los hombros de Isaac, su hijo. Él, por su parte, cargó con el fuego y el cuchillo. Y los dos siguieron caminando juntos. Isaac dijo a Abraham: —¡Padre! —Dime, hijo mío. —Aquí tenemos el fuego y la leña —continuó Isaac—; pero ¿dónde está el cordero para el holocausto? —Del cordero, hijo mío, se encargará Dios —respondió Abraham. Y siguieron caminando juntos.» Génesis 22:6-8
Vivimos en una sociedad llena de inseguridades. Perdemos el sueño por cosas que no podemos controlar: la salud, los hijos, el trabajo, las cuentas, etc. Nos dicen que tenemos que cuidarnos, que contratemos seguros para todo: para el auto, para la casa, hasta para los corazones rotos.
La inseguridad muchas veces nace de experiencias pasadas. Caminamos con cuidado, por miedo a ser heridos otra vez. Cargamos situaciones no resueltas que nos frenan, y nos encontramos con un entorno que vive cargando con el famoso «no puedo, no soy capaz».
Pero que bueno es recordar que, en medio de la inseguridad, Dios siempre está cerca. Él no es ajeno a nuestra situación y es quien más se ocupa de nosotros (Salmo 34.18).
En Génesis 22 nos encontramos con una historia impresionante. Abraham, un hombre que caminaba con Dios, recibió una promesa: tendría un hijo, aunque su esposa Sara era estéril. Y Dios cumplió. Isaac nació, y en él descansaba la promesa de una gran nación. Pero entonces, cuando parecía que todo iba encaminado, Dios le pide a Abraham algo que nos descoloca.
«Toma a tu hijo Isaac, el único que tienes y al que tanto amas, y ve a la región de Moria. Una vez allí, ofrécelo como holocausto en el monte que yo te indicaré». Génesis 22.2
Es fácil cuestionar la clase de seguridad que podía tener Abraham, porque Dios mismo le había dado ese hijo, y ahora le pedía que lo entregara en sacrificio. Cualquier persona estaría desbordada, confundida y quebrada. Pero la reacción de Abraham fue otra:
«Abraham se levantó de madrugada y ensilló su asno. También cortó leña para el holocausto y, junto con dos de sus criados y su hijo Isaac, se encaminó hacia el lugar que Dios había indicado» Génesis 22.3
Abraham no se paralizó. Vemos seguridad, decisión y obediencia. Él no actuó por impulso ni por miedo, sino por fe. No tenía todas las respuestas, pero sí tenía claro en quién confiaba. Muchas veces, ante las situaciones que nos descolocan, queremos controlar todo, buscamos soluciones a nuestra manera. Pero Abraham no contrató un «seguro alternativo», simplemente confió en lo que Dios había dicho, en sus promesas y logró ver más allá de la incertidumbre.
LA SEGURIDAD QUE DIOS OFRECE ES DIFERENTE A LA SEGURIDAD DEL MUNDO.
Si continuamos leyendo en el versículo 6, nos cuenta que Abraham tomó la leña del holocausto y la puso sobre los hombros de su hijo, mientras él cargaba el fuego y el cuchillo y caminaban juntos.
Un Abraham seguro en Dios, que ya había visto como había actuado con poder en el pasado, y estaba seguro que lo volvería a hacer. Y es que la seguridad no es ausencia de problemas, si no la certeza de que Dios nos sostiene y provee en nuestra vida.
LA SEGURIDAD VERDADERA ESTÁ EN CONFIAR EN DIOS.
Sin importar la situación, Abraham decidió seguir las indicaciones y no entrar en pánico. Y esto nos debe animar a actuar con la misma determinación que él frente a las circunstancias.
SEGURIDAD ES FE.
Dios constantemente nos ofrece seguridad a través de su palabra, versículos que nos animan y nos abrazan frente esas situaciones que nos descoloca.
«Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo» Juan 16:33.
Nuestra seguridad no se basa en lo que vemos, ni en nuestras capacidades. Se basa en que Jesús venció, y en Él estamos seguros. No se trata de vivir sin problemas, sino de saber que, mientras los enfrentamos, Dios nos sostiene cada paso y en Él somos más que vencedores.
DIOS EN CONTROL.
En Génesis 22.6 nos encontramos a un Isaac (hijo de Abraham) quien iba a ser sacrificado haciendo una pregunta «¿Dónde está el cordero?». Abraham no le mintió, le dijo la verdad, y le da una respuesta donde declara su confianza: «Dios proveerá». Y siguieron caminando. Abraham no sabía cómo Dios lo iba a resolver, pero estaba seguro de que lo haría.
Y que increíble es pensar que, en medio de lo que estaba viviendo Abraham, él decide aferrarse a la seguridad de Dios: no hace preguntas, no reclama, si no más bien obedece y avanza, porque la fe no requiere tener todas las respuestas.
Esta escena entre Abraham e Isaac, es como un espejo de lo que muchas veces nos toca vivir. Caminamos con incertidumbre, con preguntas como: «¿y ahora cómo salimos de esta? ¿Y el trabajo? ¿Y los hijos? ¿Y la salud?» Pero la fe no requiere tener todas las respuestas, sino la decisión de avanzar confiando en quién está al mando.
La pregunta de Isaac fue: «¿Dónde está el cordero para el holocausto?» Y en Juan 1.29 nos encontramos la única respuesta a todo lo que necesitamos: «¡Aquí tienen al Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!»
JESÚS ES LA RESPUESTA QUE HOY ESTAMOS NECESITANDO PARA CUALQUIER PROBLEMA QUE ESTEMOS PASANDO.
Y justamente la respuesta de Abraham a Isaac tiene que ver con esa seguridad, que Dios se encargaría de lo que necesitaba.
«Del cordero, hijo mío, se encargará Dios —respondió Abraham. Y siguieron caminando juntos.» Génesis 22.8
Dios tiene el control frente a cualquier circunstancia, en lo bueno, en lo malo, en lo difícil. Él jamás ha perdido el control. Necesitamos caminar en fe, sabiendo que Él se encargará y responder a su tiempo.
Avancemos, no nos quedemos pasivos frente a lo que estamos viviendo. Como iglesia nos encanta acompañarnos en cada temporada de nuestras vidas, estar cerca y sostenernos. Pero necesitamos comprender que en Él estamos seguros, y esa seguridad nos impulsa a movernos.
Que Dios esté en control no significa quedarnos quietos. Al contrario: significa confiar que cada día Él hace algo nuevo, que mientras caminamos, Él obra. Nuestra parte es avanzar creyendo en sus promesas, tomando decisiones de fe incluso cuando no entendemos todo.
Abraham llevó a Isaac a avanzar con él. No se detuvo. Avanzar es tomar decisiones, soltar lo que nos ata y no nos deja crecer. A veces son relaciones, situaciones laborales, heridas que todavía no perdonamos. Avanzar es confiar, aunque duela, aunque cueste, y caminar junto a Dios en medio de lo que estamos atravesando.
Génesis 22.10-13 nos muestra que Abraham llegó hasta el último paso, pero cuando obedecía tomando el cuchillo para sacrificar a su hijo, escuchó una voz desde el cielo. Dios intervino en el momento exacto, Él vio su fe.
DIOS SIEMPRE LLEGA A TIEMPO, ATIENDE A NUESTRA NECESIDAD Y RESPONDE A NUESTRAS ORACIONES.
La solución frente a lo que nos sucede no está en tener todo resuelto, sino en poner nuestra confianza en Jesús.
Hoy decidimos estar seguros en Aquel que tiene el control. Necesitamos avanzar, creer y confiar con la seguridad de que Él tiene el control.
En Él estamos seguros, sin importar la temporada de nuestras vidas.
REFLEXIÓN
¿ESTOY CONFIANDO EN DIOS?
La verdadera confianza se ve cuando elegimos avanzar sin tener todo claro. Abraham no se quedó paralizado, ni necesitó entender todo para obedecer. Se levantó, preparó todo y caminó con su hijo, creyendo que Dios iba a proveer. Confiar no es un sentimiento, es una decisión que tomamos todos los días, incluso cuando no entendemos.
¿DÓNDE ESTOY DEPOSITANDO MI SEGURIDAD?
Nuestra seguridad real está en Jesús frente a una sociedad llena de seguridades falsas que nos venden todos los días: el dinero, el trabajo y los seguros humanos. La única seguridad que no falla es la que Dios nos da a través de su Palabra. Abraham no sabía cómo, pero sabía en quién tenia depositada su seguridad y dijo: «Dios proveerá», y eso le bastó para seguir caminando.
¿ESTOY ENFRENTANDO LA VIDA DE ACUERDO A MIS EXPERIENCIAS O POR FE?
Muchas veces reaccionamos desde la herida, no desde la fe. Las experiencias pasadas nos marcan, nos vuelven desconfiados, nos frenan. Pero Abraham no actuó desde el dolor ni desde la lógica; él respondió a la voz de Dios con obediencia. No dejó que el miedo lo maneje. Vivir por fe es dejar de decidir en base a lo que vivimos, y empezar a avanzar basados en lo que Dios dijo.