LO QUE NECESITO


«Un día subían Pedro y Juan al Templo a las tres de la tarde, que es la hora de la oración. Junto a la puerta llamada Hermosa había un hombre lisiado de nacimiento, al que todos los días dejaban allí para que pidiera limosna a los que entraban en el Templo. Cuando este vio que Pedro y Juan estaban por entrar, les pidió limosna. Pedro, con Juan, mirándolo fijamente, le dijo: —¡Míranos! El hombre fijó en ellos la mirada, esperando recibir algo. —No tengo plata ni oro —declaró Pedro—, pero lo que tengo te doy. En el nombre de Jesucristo de Nazaret, ¡levántate y anda! Y tomándolo por la mano derecha, lo levantó. Al instante los pies y los tobillos del hombre cobraron fuerza. De un salto se puso en pie y comenzó a caminar. Luego entró con ellos en el Templo con sus propios pies, saltando y alabando a Dios» Hechos 3:1-8

 

A veces creemos saber lo que necesitamos, pero en realidad solo sabemos lo que queremos. Como el hombre lisiado de Hechos 3:1-8, que pedía monedas convencido de que eso iba a cambiar su vida. Pero ese día se encontró con algo mucho mayor: un encuentro con Jesús que cambió su historia para siempre. 

Vivimos en una cultura que confunde el «querer» con el «necesitar». Nos hace creer que la plenitud se alcanza cuando conseguimos más cosas, llegamos a cierto nivel o alcanzamos el estándar que otros imponen. Sin embargo, cuanto más alcanzamos, más sentimos que algo sigue faltando. El problema no está en lo que tenemos, sino en dónde ponemos el corazón. Jesús dijo: «Donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón» (Mateo 6:21).

CUANDO ALCANZAMOS ALGO, YA NO NOS ALCANZA Y QUEREMOS OTRA COSA.

A veces el trabajo que pedimos termina ocupando el lugar de Dios. La relación que esperábamos se vuelve prioridad. La comodidad que anhelábamos se convierte en distracción. Sin darnos cuenta, empezamos a disfrutar más el regalo que al que lo dio.

Jesús alimentó a más de cinco mil personas (Lucas 9:10-17). Vio la necesidad y la suplió, pero su propósito no era solo llenar estómagos vacíos, sino mostrar que su poder va mucho más allá de lo que podemos pedir o imaginar.

JESÚS VINO A ACERCARNOS, A DARNOS LIBERTAD, A SALVARNOS DE UN DESTINO LLENO DE OSCURIDAD, A RECONCILIARNOS CON DIOS.

Dios no envió un economista, ni un político ni un psicólogo. Envió a su Hijo porque sabía cuál era nuestra verdadera necesidad: ser reconciliados con Él. Como dice 1 Pedro 2:9, somos un pueblo que pertenece a Dios para proclamar sus obras maravillosas; y en Tito 3:5 se nos recuerda que Él nos salvó no por nuestras obras, sino por su misericordia.

Jesús vino a suplir lo que nadie más podía. Nos acercó al Padre, nos dio libertad y esperanza. Y es que todo lo que Jesús hace apunta a lo eterno. 

Cada milagro, cada palabra y cada gesto revelan su amor y su deseo de acercarnos a Él.

En la Palabra podemos encontrar 5 razones por las cuales Jesús realizaba milagros:

#1 QUE NOS ENAMOREMOS MÁS DE ÉL

Nosotros lo amamos porque Él nos amó primero (1 Juan 4:19). Su amor no depende de nuestro esfuerzo ni de nuestra buena o mala conducta; es constante, fiel y nos busca incluso cuando nos alejamos. Recordar cuánto nos ama nos vuelve a encender por dentro.

#2 QUE LO CONOZCAMOS MÁS

Jesús dijo: «Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú has enviado» (Juan 17:3). Conocerlo no es solo aprender sobre Él, sino experimentar su carácter y su fidelidad en nuestra vida diaria. Cada vez que interviene, nos revela algo nuevo de su corazón y nos enseña que su presencia es lo que realmente nos llena.

#3 QUE CONFIEMOS MÁS

«Cuando el viento soplaba con fuerza y el mar se agitaba, Jesús se levantó y dijo: “¡Silencio! ¡Cálmate!” Y todo quedó en calma» (Marcos 4:39-41) Confiar no es no tener miedo, sino creer que Él tiene el control aun en medio de la tormenta. Su poder no conoce límites y su presencia transforma la forma en que atravesamos nuestras pruebas.

#4 QUE AUMENTE NUESTRA FE

«La fe es la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve» (Hebreos 11:1). Cada vez que Dios obra, nuestra fe se fortalece. No porque lo merezcamos, sino porque todo lo que Él hace nace de su gracia. Cuando entendemos que no depende de nosotros, aprendemos a descansar y a esperar con confianza.

#5 QUE TENGAMOS MÁS SEGURIDAD EN SU PLAN

«Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna» (Juan 3:16). Su amor sostiene todo lo que hace. Aunque no entendamos los tiempos, confiamos porque su plan es perfecto y su fidelidad nunca cambia.

JESÚS MUESTRA QUE NO HAY MEJOR DISFRUTE QUE ESTAR BAJO SU VOLUNTAD.

Jesús le dijo a la multitud: «Ustedes me buscan, no porque hayan visto señales, sino porque comieron del pan y se saciaron» (Juan 6:26). Luego los invitó a buscar el alimento que permanece para vida eterna. El problema es que si solo buscamos lo pasajero, volveremos a tener hambre. Pero si buscamos Jesús, el Pan de Vida, encontramos paz y propósito incluso en las dificultades (Juan 6:35, NVI).

Y es que el disfrutar de Jesús no significa que no habrá dificultades; significa que en medio de ellos seguimos dando resultados. Jeremías dice que quien confía en el Señor es como un árbol junto al agua: no teme el calor, sus hojas siempre están verdes y nunca deja de dar fruto (Jeremías 17:7-8).

DISFRUTAR A DIOS ES VIVIR BAJO SU VOLUNTAD.

Jesús dijo: «Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió» (Juan 4:34). Disfrutarlo es vivir bajo su dirección y su cuidado, sabiendo que su amor y su paciencia nos sostienen. Podemos disfrutar los milagros, pero si no disfrutamos a Jesús, nada tiene sentido.

A veces hablamos más de Él que con Él. Servimos, corremos, nos llenamos de tareas, y sin darnos cuenta dejamos de disfrutarlo. Pero no podemos acercar a otros a Dios si nosotros no estamos cerca. Pedro y Juan lo entendieron: no dieron monedas, dieron a Jesús.

Lo que transformó la vida del lisiado no fue una ayuda momentánea, sino un encuentro con el Salvador.

Por eso hoy necesitamos redireccionar nuestra mirada, ordenar nuestras prioridades y volver a disfrutar su presencia. Que nuestro corazón vuelva a arder y que se renueve la pasión por vivir con santidad, pureza e integridad, bajo su dirección.

Hoy elegimos disfrutar a Jesús, confiar en su plan y poner nuestro corazón en lo eterno.

PORQUE CUANDO LO TENEMOS A ÉL, TENEMOS TODO LO QUE REALMENTE NECESITAMOS.

 

REFLEXIÓN

¿DEDICO MI TIEMPO A LO QUE QUIERO O A LO QUE NECESITO?
Donde están hoy nuestros pensamientos, fuerzas y atención, ahí está nuestro corazón. Muchas veces ponemos la felicidad en lo pasajero, en logros o cosas que se pueden perder, y eso nos deja vacíos. Jesús nos recuerda que «donde esté nuestro tesoro, allí estará también nuestro corazón» (Mateo 6:21). Necesitamos aprender a invertir nuestro tiempo en lo eterno, no en lo temporal.

 

¿QUÉ ME MOTIVA A ACERCAME A JESÚS?
A veces nos acercamos a Él solo cuando algo nos falta o cuando buscamos una respuesta rápida. Pero Jesús quiere darnos mucho más que soluciones: quiere darnos vida. Aunque no estemos en nuestro mejor momento, necesitamos confiar en él y en su poder, porque sabemos quién es Él y creemos que su amor no cambia.

 

¿ESTOY DISFRUTANDO DE DIOS EN MEDIO DE LAS DIFICULTADES?
Dios está dispuesto a que lo disfrutemos una y otra vez. Jesús disfrutaba la dirección del Padre y encontraba gozo en obedecerlo. Cuando aprendemos a disfrutar de su cuidado, encontramos seguridad y descanso, incluso cuando las cosas no salen como esperamos.