«¿Está afligido alguno entre ustedes? Que ore. ¿Está alguno de buen ánimo? Que cante alabanzas. ¿Está enfermo alguno de ustedes? Haga llamar a los líderes de la iglesia para que oren por él y lo unjan con aceite en el nombre del Señor. La oración de fe sanará al enfermo y el Señor lo levantará. Y si ha cometido pecados, sus pecados se le perdonarán. Por eso, confiésense unos a otros sus pecados y oren unos por otros, para que sean sanados. La oración del justo es poderosa y eficaz. Elías era un hombre con debilidades como las nuestras. Con fervor oró que no lloviera y no llovió sobre la tierra durante tres años y medio. Volvió a orar, y el cielo dio su lluvia y la tierra produjo sus frutos. Hermanos míos, si alguno de ustedes se extravía de la verdad y otro lo hace volver a ella, recuerden que quien hace volver a un pecador de su extravío lo salvará de la muerte y cubrirá muchísimos pecados.» Santiago 5.13-20

Que bueno es saber qué hacer en distintas situaciones. Tener la respuesta justa para lo que estamos viviendo. Vemos los consejos de Santiago y descubrimos cómo en la oración encontramos respuesta a cualquier momento que estemos atravesando. Si estamos angustiados o en un momento difícil, la respuesta es orar. Por eso decimos que la oración no es nuestra última opción, sino nuestro primer recurso. Orar es hablar con Dios, tener una conversación sincera con él, tan simple como expresarnos con nuestras propias palabras (Mateo 6.5-8). Cuando oramos y nos relacionamos con Dios podemos recordar quién es Él en medio de las dificultades. 

Cuando estamos alegres, atravesando un momento de celebración, Santiago nos insta a cantar alabanzas. Muchos subestiman el tiempo de alabanza en la iglesia, o creen que es un espacio de relleno en la reunión. Pero qué  importante es que podamos descubrir el poder que hay cuando alabamos y adoramos a Dios. Alabar es expresar con nuestra boca las cualidades de Dios. Cantar nos ayuda a recordar lo que Dios hizo por nosotros y que si algo bueno estamos viviendo es gracias a Él (Salmos 103.1-2). La adoración es nuestra manera de expresar nuestro amor, devoción, admiración y reconocimiento a Dios, y no solo eso, al adorar, al cantar, nuestra fe es fortalecida y nuestra alma es saciada.

«Tu gran amor es mejor que la vida; por eso mis labios te alabarán. Te bendeciré mientras viva y alzando mis manos te invocaré. Mi alma quedará satisfecha como de un suculento banquete, y con labios jubilosos te alabará mi boca.» Salmo 61.3-5



Además encontramos consejos para cuando atravesamos momentos de enfermedad, «¿Está enfermo alguno de ustedes? Haga llamar a los líderes de la iglesia para que oren por él y lo unjan con aceite en el nombre del Señor.» Qué importante es ser acompañados, y descubrir el poder que hay cuando oramos unos por otros. No hay por qué atravesar los momentos de crisis solos, la soledad no es una circunstancia, sino la decisión de no dejarnos acompañar. ¡Pero nosotros hemos entendido la importancia de pertenecer a una iglesia, un cuerpo, una congregación... mejor son dos que uno! (Eclesiastés 4.7-12).

Además en este consejo se menciona la unción de aceite, y necesitamos comprender el sentido detrás de lo que hacemos. El aceite con el que somos ungidos no es lo que tiene el poder, no hay un poder curativo en el aceite, sin importar de donde venga ni el proceso que haya tenido en su producción. La unción de aceite es algo simbólico, en la antigüedad era usado para limpiar heridas, para ungir reyes, para nombrar ministerios (Lucas 10.34) pero nosotros lo utilizamos como un símbolo que nos recuerda que es Dios el que unge nuestras vidas, y es por medio del que tenemos sanidad («Los doce salieron y exhortaban a la gente a que se arrepintiera. También expulsaban a muchos demonios y sanaban a muchos enfermos, ungiéndolos con aceite.» Marcos 6.12-13). Nosotros practicamos la unción con aceite y el orar por los enfermos, pero creyendo que Dios es quien obra en nuestras vidas y el aceite es simplemente un símbolo que nos recuerda esa obra. Ahora bien, esto no anula a la ciencia ni la tarea de los médicos, creemos que Dios obra en nosotros también a través de los profesionales. Oramos, creemos en que Dios hace la obra y también acudimos al doctor cuando es necesario. 

Lo que es realmente curioso es que teniendo todos estos recursos, conociendo el poder de la oración, teniendo la posibilidad de ser acompañados y que otros oren por nosotros, contando con estas opciones tan simples y accesibles, aun así insistimos en cargar solos con nuestros problemas, insistimos en caminar solos. Esto sucede porque muchas veces no nos sentimos dignos o merecedores de la atención de Dios. Hemos creado la mentira de que Dios tiene personas favoritas, que Dios solo escucha a algunos y a otros no. Hasta nos han hecho creer que los pastores tienen una línea directa con Dios a la que nosotros no accedemos, y al mirarnos a nosotros mismos sentimos que no calificamos para tener su atención. Terminamos cayendo en el error de vivir una vida cristiana basada en el mérito y el esfuerzo personal y cuando cometemos un error nos desmoronamos y nos creemos lejos de Dios (Lucas 18.9-14). Pero vemos como Jesús pone su atención en quien se acerca con un corazón sincero y humillado sin importar su condición. No podemos olvidar que la salvación no es por mérito sino por gracia, y no somos salvos por obras, sino por creer en Jesús (Efesios 2.4-5). Por eso no podemos dejar que la culpa y la condenación o la vergüenza nos haga aislarnos y cargar solos nuestros problemas. Hasta hemos llegado a creer muchas veces que la enfermedad que padecíamos era a causa de algún pecado (Juan 9.1-3). Por eso hoy muchos esconden y ocultan cuando están mal. Pero esto solo nos impide vivir el perdón de Dios y nos lleva a morir por dentro (Salmos 32.1-5).

SOMOS JUSTIFICADOS, NO POR NUESTRAS OBRAS, NO POR MÉRITOS, SINO POR CREER EN JESÚS. ESA FE NOS RECONCILIÓ CON DIOS Y NOS ACERCÓ DE NUEVO A ÉL (Hechos 18.38-39 / Romanos 5.1-2 / Gálatas 2.16-17).

«Esta justicia de Dios llega, mediante la fe en Jesucristo, a todos los que creen. De hecho, no hay distinción, pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios, pero por su gracia son justificados gratuitamente mediante la redención que Cristo Jesús efectuó.» Romanos 3.22-26

La oración del justo (aquel que fue justificado y reconciliado con Dios), es decir TU ORACIÓN, es poderosa y eficaz. ¡Ya no dejes que las mentiras te hagan dejar de orar, dejar de pedir y dejar de creer, porque tu oración tiene poder! La única oración que no tiene respuesta es la que no se hace. La palabra de Dios nos promete que si pedimos, tendremos respuesta (Mateo 7.7).

Tanto Elías como los grandes hombres de la Biblia, eran personas con debilidades y limitaciones como nosotros, pero que creían en Dios. Elías oraba con fervor, con entusiasmo, con convicción y eso dio resultados.

Necesitamos poner atención especial a la oración, pero no desde una oración egoísta, en la que solo pedimos por nuestras necesidades o intereses. La oración es un arma poderosa que podemos utilizar para provocar cambios en la vida de otros. Creemos en la importancia y el poder que hay en el orar unos por otros. Cuando oramos no solo vemos la respuesta de Dios en nuestra necesidad sino lo que Dios también puede hacer en otros. Porque la vida de Jesús siempre nos va a llevar a incluir a otros.

«Oren en el Espíritu en todo momento, con peticiones y ruegos. Manténganse alertas y perseveren en oración por todos los creyentes.» 
Efesios 6.18 

La vida de Jesús siempre nos va a llevar a incluir a otros. 



¿ESTOY HACIENDO DE LA ORACIÓN MI PRIMER RECURSO? La oración es por excelencia, la respuesta a toda circunstancia. En enfermedad, en aflicción y en alegría oramos, adoramos y alabamos a Dios para recordarle a nuestro corazón que Él es SEÑOR y tiene poder sobre toda circunstancia. Nada es imposible para Dios.

¿ESTOY CREYENDO QUE DIOS ME ESCUCHA Y MI ORACIÓN TIENE PODER? Creemos que no somos merecedores de la atención de Dios. Pero fuimos reconciliados con Él y justificados por fe, no por lo que podamos hacer sino por medio de lo que Jesús hizo por nosotros, esto nos hace justos delante de Dios y la oración del justo TIENE PODER.

¿ESTOY INCLUYENDO A OTROS EN MIS ORACIONES? La vida de Jesús nos lleva siempre a caminar pensando en otros. Nuestra oración tiene poder para ver respuesta sobre nuestras vidas pero también para provocar cambios en la vida de otros.

HOY PODÉS COMENZAR A EXPERIMENTAR EL PODER QUE HAY EN LA ORACIÓN. HABLÁ CON DIOS, EL QUIERE ESCUCHARTE. PRESENTÁLE TUS NECESIDADES Y ORÁ POR OTROS.

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