«Pero cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder y serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, hasta en los confines de la tierra.» Hechos 1.8
«Por último, fortalézcanse con el gran poder del Señor. Pónganse toda la armadura de Dios para que puedan hacer frente a las artimañas del diablo. Porque nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales. Por lo tanto, pónganse toda la armadura de Dios, para que cuando llegue el día malo puedan resistir hasta el fin con firmeza. Manténganse firmes, ceñidos con el cinturón de la verdad, protegidos por la coraza de justicia, y calzados con la disposición de proclamar el evangelio de la paz. Además de todo esto, tomen el escudo de la fe, con el cual pueden apagar todas las flechas encendidas del maligno. Tomen el casco de la salvación y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios. Oren en el Espíritu en todo momento, con peticiones y ruegos. Manténganse alerta y perseveren en oración por todos los santos. Oren también por mí para que, cuando hable, Dios me dé las palabras para dar a conocer con valor el misterio del evangelio, por el cual soy embajador en cadenas. Oren para que lo proclame valerosamente, como debo hacerlo.» Efesios 6.10-20. El mundo está en constante cambio, pero hay algo que no cambia, el enemigo siempre usa las mismas estrategias para detenernos y distraernos. Utiliza amenazas, situaciones que generan temor y nos hacen sentir en constante riesgo. De hecho vivimos preocupados por cosas que no sucedieron aún y tal vez nunca sucedan, pero generan en nosotros miedo.
En la Biblia tenemos muchos ejemplos de cómo hombres de Dios se han sentido amenazados, Elías ante la amenaza de Jezabel de acabar con su vida, entró en pánico al punto de esconderse en una cueva y desear morir (1 Reyes 19.1-2) A pesar de que era un hombre lleno de Dios, el temor lo alcanzó. De la misma forma podemos ver a un Goliat, un enemigo del pueblo de Dios, durante 40 días amenazando y amedrentando a los israelitas, logrando que el corazón de los soldados se llene de miedo.
El enemigo busca amedrentarnos, pero porque sabe que no puede detenernos, nunca va a poder detener el poder de Dios (Mateo 16.18) ni a su iglesia, porque la autoridad de Dios está sobre nosotros. (Lucas 10.19 / Mateo 28.18-20). Por eso Dios quiere que cada uno de nosotros seamos llenos de su poder. El diablo sabe bien que si Dios está con nosotros nadie puede contra nosotros. «¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra?» Romanos 8.31. Por eso quiere atemorizarnos para que nosotros mismos nos detengamos, porque el temor nos inmoviliza, nos lleva a escondernos, nos vuelve incapaces de pensar con claridad haciendo que nos olvidemos en quien creemos. El temor nos hace torpes y nos lleva a tomar malas decisiones, actuando con inseguridad y desconfianza. El enemigo sabe lo que el temor puede provocar en nosotros y busca de esta forma detener la obra de Dios en nuestras vidas.
Podemos observar en el libro de Hechos como al ver lo que Dios había hecho en la vida de un paralítico, a través de las vidas de Pedro y Juan, nadie podía negar el poder de Dios, porque lo habían visto con sus propios ojos. NO SE PUEDE NEGAR LO QUE DIOS HACE, CUANDO DIOS ACTÚA, SU PODER SIEMPRE PROVOCA UN IMPACTO MAYOR. Y como nadie podía pararlos comenzaron a levantar amenazas sobre ellos (Hechos 4.7-14) Porque ante un milagro de Dios se levantan amenazas, y así vivimos nuestros días llenos de temor, con miedo a lo que podría llegar a pasar, pero estas amenazas sólo buscan detenernos y mantenernos en angustia.
Necesitamos dejarle a Dios nuestras preocupaciones, el enemigo puede rugir, utilizar situaciones que quieran paralizarnos, pero eso nos da la pauta de que el mismo no puede negar lo que Dios hace en nuestras vidas. Pero muchas veces nosotros si olvidamos lo que Dios hizo y dejamos que el temor y la inseguridad nos haga perder la batalla. Olvidamos que nuestras armas no son humanas, y las amenazas no son más que palabras y pensamientos que buscan apagar nuestra fe. Si nos encontramos frente a amenazas es porque claramente hay algo que Dios hizo y quiere seguir haciendo en nuestras vidas, el problema es que muchas veces actuamos de forma equivocada frente a estas amenazas. Los discípulos ante esta situación buscaron unirse, mantenerse juntos y fortalecer su fe. (Hechos 4.23-31) Porque cuando nos quedamos solos nos volvemos más vulnerables, somos más débiles y nuestros pensamientos y problemas se vuelven más fuertes.
Ante las amenazas necesitamos caminar con otros que fortalezcan nuestra fe, y ya no hablar de lo grande del problema sino de lo grande que es el poder de Dios. Porque muchas veces en nuestras conversaciones y pensamientos somos nosotros mismos los que le damos demasiado poder a nuestro problema. Cuando tenemos armas espirituales para combatir cada amenaza. Contamos con la oración, la palabra de Dios y la adoración. Adorar es mucho más que cantar juntos, es declarar con nuestra boca el poder de Dios.
No negamos lo que nos está sucediendo, no ocultamos la situación, sino que en oración presentamos a Dios cada amenaza buscando que Él haga su voluntad en nosotros en medio de toda circunstancia. (Hechos 4.29-31) PORQUE FE NO ES NEGAR EL PROBLEMA, ES SABER QUE AUNQUE HAY AMENAZAS, DIOS ES MÁS PODEROSO QUE CUALQUIERA DE ELLAS.
El enemigo no tiene un problema con nosotros sino con lo que Dios quiere hacer con nosotros, por eso intenta detenernos. Porque ahora, aquellos que llevamos el poder de Dios en nuestras vidas nos convertimos en una verdadera amenaza para este mundo. Porque ahora estamos llenos de vida para provocar vida en otros.
El problema no era con los discípulos en sí, lo que incomodaba era el mensaje que tenían para dar. Porque el poder de Dios que está en nosotros, el mensaje de Jesús, provoca cambios en otros. El poder de Dios hace que este mensaje avance y no se detenga. (Hechos 4.32-37).
Por eso necesitamos poner nuestra mirada en Dios y dejar el egoísmo, dejar de ver el problema como algo personal y entender que es lo que Dios quiere hacer a través nuestro.
EL PROBLEMA CENTRA LA ATENCIÓN EN NOSOTROS MIENTRAS QUE EL PODER DE DIOS CENTRA NUESTRA ATENCIÓN EN OTROS.
El enemigo seguirá amenazando, haciendo ruido y buscará detener lo que Dios quiere hacer con nosotros, pero nuestras armas son poderosas para destruir cualquier amenaza, para que finalmente el poder de Dios actúe en nosotros llevando salvación a otros.
El poder de Dios no sólo suplirá nuestras necesidades, sino que bendecirá a otros a través nuestro.
¿ESTOY DEJANDO QUE EL TEMOR ME PARALICE?
El enemigo busca infundir temor en nosotros, porque el temor nos paraliza y nos hace tomar malas decisiones. Pero necesitamos recordar que el poder de Dios está en nosotros para superar cualquier amenaza. Si Dios está con nosotros nada puede contra nosotros.
¿ESTOY RECORDANDO LO QUE DIOS HIZO?
Una de las cosas que provoca el temor es que olvidemos lo que Dios hizo. Tengamos presente la obra de Dios en nuestras vidas, porque nadie puede negar el poder de Dios cuando lo ha visto con sus propios ojos.
¿ESTOY PONIENDO MI MIRADA EN EL LUGAR CORRECTO?
Las amenazas buscan que nos concentremos en nuestros problemas, pero necesitamos poner nuestra mirada en Dios, recordar su poder y lo que Dios quiere hacer en otros a través de nosotros. Él busca bendecirnos y usar nuestras vidas para provocar grandes cosas en otros.