«Pero cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder y serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, hasta en los confines de la tierra.» Hechos 1.8

 

Nadie en la vida quiere perder… ¡Todos queremos ganar!

Nadie en la vida sueña con ser un perdedor, nadie en la vida se levanta queriendo fracasar. Todos queremos ser exitosos y ganar en esta vida.

En esta vida todos queremos ganar… pero el peligro está en convertirnos en buenos perdedores.

Porque un buen perdedor es alguien que pierde y sabe manejar la derrota con gracias y madurez, mostrando respeto, humildad y perseverancia. Ser un buen perdedor implica aceptar la derrota sin resentimientos, aprendiendo de la experiencia y manteniendo una actitud positiva.

Es bueno poder desarrollar una actitud correcta y que nos destaquemos en nuestra conducta a la hora de perder, pero siempre que hablamos de deportes y juegos. Pero el problema está cuando perdemos en la vida… y la vida nos lleva a ser personas perdedoras. No solo una persona que pierde, sino una persona que está acostumbrada a perder, que acepta vivir derrotado.

Hoy muchos viven un gran temor a perder, a fracasar, a reprobar. A esa condición se la llama “atiquifobia”, donde se manifiesta un miedo irracional e intenso a fracasar o cometer errores.

Se busca evitar desafíos por temor a no tener éxito, y donde muchos se autosabotean y autoconvencen de que no lo van a lograr, y sin darse cuenta se acepta y se vive en un nivel inferior de calidad de vida. En otras palabras, ¡por temor a fracasar ni se hace el intento!

Algunos viven con tanto temor al fracaso que no se presentan al desafío, a un examen, a un trabajo nuevo. El temor es tan grande que ni se hace el intento, porque es más fácil abandonar que intentar.

Esto fue lo que pasó con el pueblo de Israel, después de haber sido liberados por Dios de la esclavitud y de haber comprobado su poder. En Números 13.26-33 nos relata cómo Moisés envió 12 espías para ver la tierra prometida. Pero el temor fue más grande que aun comprobar con sus propios ojos que lo que Dios había dicho era cierto, la tierra era en gran manera rica y próspera. Pero el pueblo de Israel se dejó vencer aún antes de intentarlo, prefiriendo morir antes que intentarlo. El pueblo quería volver a Egipto, volver a ser esclavos, antes de avanzar hacia la promesa (Números 14.1-4).

El aceptar que somos buenos perdedores en la vida, nos roba las fuerzas, toda expectativa y esperanza, y simplemente nos lleva a vivir sin propósito. ¡El miedo al fracaso nos hace retroceder! Nos hace querer volver atrás sin importar cuán mal estábamos antes.

Hoy muchos aceptan que el fracaso es parte de sus vidas, aceptando vivir en una condición mala, porque aceptan que no van a tener éxito en sus vidas. Les han hecho creer que no van a poder, que no sirven, que son poca cosa… ¡Y lo han creído!

Pero Dios te promete una y otra vez que va a estar con vos en todo tiempo, no importa las circunstancias o dificultades, no solo nos promete estar, nos promete que nada nos va a hacer daño y en todo lo que hagamos vamos a tener éxito (Deuteronomio 31.5-8, Josué 1.5-9).

¡PONELE CORAZÓN Y ALMA!

«¡Sé fuerte y valiente! ¡No tengas miedo ni te desanimes! Porque el SEÑOR tu Dios te acompañará dondequiera que vayas.» Josué 1.9

Dios nos promete estar, pero es nuestra responsabilidad avanzar y ponerle fuerza a todo lo que hacemos. Pero para eso, no nos deja solos, Jesús nos prometió su poder sobre nuestras vidas (Hechos 1.8). Qué bueno es saber que contamos con su ayuda y su poder, pero hoy hay muchas personas que no lo saben o peor, hay muchos que sabiéndolo viven como si no lo supieran.

Que bueno que Dios, en medio de toda situación, viene a nuestro encuentro para hacernos recordar que él está con nosotros. Pero no podemos dejarnos frenar por el temor. No podemos dejar de hacer lo que Dios nos encargó. Porque por encima de nuestras preocupaciones, hay muchas personas que necesitan conocer lo grande que es Dios, que necesitan oír un mensaje de vida y esperanza.

Hechos 18.9-11 «Una noche el Señor dijo a Pablo en una visión: «No tengas miedo; sigue hablando y no te calles, pues estoy contigo. Aunque te ataquen, no voy a dejar que nadie te haga daño, porque tengo mucha gente en esta ciudad». Así que Pablo se quedó allí un año y medio, enseñando entre el pueblo la palabra de Dios.»

Dios no nos abandona cuando las cosas se ponen feas, él viene a nuestro encuentro para decirnos que está con nosotros, ¡sigamos adelante, que no bajemos los brazos, que no estamos solos!

Qué diferente sería todo si nos dieras cuenta de que Dios está con nosotros, nuestros temores no tendrían más poder sobre nuestras vidas. Nuestras dudas no tendrían más control de nuestras acciones. Nuestros sentimientos no podrían frenarnos nunca jamás.

Nos daríamos cuenta de que tenemos algo que muchos necesitan, que contamos con un mensaje que muchos necesitan escuchar, que hay muchas personas a nuestro alrededor que están hoy viviendo por debajo una vida de calidad, que siguen presos de temores que no solo los limitan, los lleva a vivir como personas perdedoras… ¡Acostumbrados a perder!

Pero saber que Dios está con nosotros no significa que no habrá momentos difíciles… pero sí que en esos momentos Dios va a estar para que nada pueda hacernos daño.

Isaías 43.2 «Cuando cruces las aguas, yo estaré contigo; cuando cruces los ríos, no te cubrirán sus aguas; cuando camines por el fuego, no te quemarás ni te abrasarán las llamas.»

 


¿ESTOY DEJANDOME VENCER ANTES DE INTENTARLO?
El peligro está en convertirnos en “Buenos Perdedores”, no hablamos de juegos o deportes, sino cuando la vida nos lleva a ser personas perdedoras, acostumbrados a perder o aceptar el fracaso como parte de nuestra realidad. Hoy es el día para que el poder de Dios cambie nuestra manera de pensar y de ver, y nos movamos en fe a dar pasos hacia adelante, creyendo en las promesas de Dios para nuestras vidas.

 

¿ESTOY PONIENDO MIS TEMORES O EN QUIEN ES DIOS?
Por encima de toda situación recordemos quién es Dios, lo grande y poderoso que es (​Isaías 40.28-31). Y este Dios, que renueva las fuerzas al que no tiene ninguna, nos promete estar con nosotros siempre. Aprendamos a confiar en él, a guardar su palabra, porque eso nos garantiza que todo lo que hagamos prospere y tenga éxito.

 

¿SIGO HACIENDO LO QUE DIOS ME DICE O POR TEMOR ME ESTOY DETENIENDO?
No nos dejemos detener por ninguna cosa. Nuestros problemas, nuestros temores y nuestras preocupaciones solo buscan detenernos, que pongamos nuestra atención en nosotros mismos, convirtiéndonos en personas con poca visión, egoístas y centradas en nosotros mismos. Pero Dios está viendo más allá de lo que nosotros vemos, y él está viendo a muchas personas que necesitan también experimentar su poder.

 

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