«Pero cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder y serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, hasta en los confines de la tierra.» Hechos 1.8
Cuanto más grande nos hacemos, más nos cuesta aprender algo nuevo, pero lo que verdaderamente es difícil es desaprender conocimientos, hábitos y creencias que previamente hemos adquirido.
Desaprender no significa olvidar, sino dejar el conocimiento que teníamos como verdad es abrirse a la posibilidad de que hay una manera mejor de hacer las cosas y diferente a la que hasta el momento pensábamos.
Nuestra manera de pensar, nuestras tradiciones familiares, enseñanzas o el típico “siempre se hizo así” nos limitan al momento de querer aprender o incorporar algo nuevo. Lo aprendido se nos hace parte de nosotros, se nos hace carne, y se vuelve más fuerte que uno mismo, convirtiéndonos en personas cerradas, por no decir "cabezas duras".
Y nuestras formas y maneras de pensar nos llevan a caer en el engaño de pensar de que para aprender algo nuevo primero necesito ver, porque “si yo no lo veo, no lo creo” o el tradicional “ver para creer”. Buscamos garantías frente a lo nuevo o desconocido, no nos alcanza sólo con lo que otro nos diga, tenemos que verlo y es es por eso que las costumbres, lo conocido nos dan seguridad y nos impide avanzar a lo nuevo.
Esto no solo nos pasa a nosotros, sino que también le pasó a uno de los discípulos de Jesús llamado Tomás. Él no podía creer lo que le contaban los demás discípulos sobre la resurrección de Jesús y de que se les había aparecido, porque él no había estado en el momento cuando ocurrió. Y por más que le decían que era cierto, Tomás se negaba a creerlo hasta no ser él quien tocara con sus propias manos las marcas de las heridas de Jesús. A los días, Jesús llegó y después de saludarlos, llamó a Tomás para que compruebe, para que toque, y le dijo: “no seas incrédulo, sino hombre de fe”. Tomás se da cuenta que todo lo que le contaron los demás era cierto, a lo cual Jesús le dijo: “Porque me has visto, has creído —le dijo Jesús—; dichosos los que no han visto y sin embargo creen.” (Juan 20.24-29 NVI)
Ser incrédulo no habla solamente de las personas que no creen en Dios, que no tienen fe o que no son religiosos. Incrédulo puede ser también una persona que ha aceptado al Señor como su salvador, alguien que viene todos los domingos, que ora, que diezma y ofrenda o que se ha bautizado, pero que no cree si no ve, no cree aún cuando le cuentan o aunque la palabra de Dios lo diga. Necesitan garantías para poder aceptar algo como una verdad, volviéndose “un creyente incrédulo”.
Y la incredulidad no sólo nos impide creer, sino que también nos impide vivir y comprobar lo que Dios tiene preparado para nosotros (1 Corintios 2.9). No sólo la incredulidad nos lleva a privarnos de vivir y experimentar lo que Dios ha preparado para nosotros, también lo hace el engañarnos con el pensamiento de “si mi familia pudiera ver un milagro… entonces creería” poniendo la esperanza en que si vemos algo, todo sería diferente.
En la Palabra de Dios tenemos ejemplos de personas que, a pesar de ver lo que Jesús estaba haciendo, no creían, porque su corazón estaba endurecido. Un corazón incrédulo no permite ver aún cuando se está viendo, no permite comprender lo que aún se está oyendo. No basta sólo con ver. Una multitud vio la muerte de Jesús, lo vieron resucitar y dieron testimonio de esta verdad. Muchos incluso vieron sus milagros, pero aún así muchos siguen sin creer (Juan 12.37, Juan 12.40-41).
Pero Jesús vino con un mensaje de poder, Él vino a dar vista a los ciegos, a provocar salvación a los que estábamos ciegos y viviendo en oscuridad. Si escuchamos su voz y tenemos el corazón abierto, es todo lo que necesitamos para creer. (Juan 12.46-50). Porque con el corazón se cree para ser salvo, no dice si vemos (Romanos 10.10-11). Cuando la palabra de Dios habla a nuestras vidas, un corazón dispuesto a creer y no endurecido o incrédulo, es todo lo que necesitamos para que la fe actúe en nosotros, porque al oír la palabra, la voz de Dios, eso hace que nuestra fe actúe.
El énfasis no está en ver para creer, sino en tener un corazón dispuesto para creer. Es por eso que necesitamos tener un corazón abierto a la voz de Dios y que se mantenga creyéndole a Dios CADA DÍA. (Hebreos 3.7-15). Dios busca revelarnos sus secretos. Dios busca hablar a nuestros corazones (Mateo 13.11).
En Hechos 10 se relata que en Cesárea había un soldado romano llamado Cornelio, a quien Dios vio sus obras y su oración y le envió un ángel para que se contacte con Pedro y lo lleve a casa inmediatamente. En medio de eso se puede ver cómo el Señor habla a Pedro en una visión cuando estaba sobre una azotea donde había ido a orar. Al ver la visión de una gran sabana llena de toda clase de animales cuadrúpedos, reptiles y aves, una voz del cielo le dijo "Mata y come". Ante esta orden, Pedro se niega rotundamente diciendo "de ninguna manera". La segunda vez que Pedro se niega, la voz del cielo le responde "Lo que Dios ha purificado, tú no lo llames impuro". Eso sucedió tres veces.
Pedro estaba siendo enfrentado a sus formas, experiencias, tradiciones, a su cultura, a sus pensamientos. La religión judía tiene muchas tradiciones y para ellos hay animales impuros de los que no pueden comer. Dios le estaba diciendo: deja todo lo que aprendiste, deja lo que fue tu manera de pensar, hacer las cosas y hace lo que te digo, pero Pedro se niega.
Esto no es tan distinto a nuestra realidad, muchas veces dentro de la Iglesia tenemos un montón de pautas y reglas que van aún en contra de lo que Dios ha hecho. Seguimos llamando inmundo a lo que Dios santificó.
Pedro aún estaba reflexionando sobre lo que había sucedido cuando los hombres de Cornelio llegan a buscarlo y es ahí donde Dios le dice que vaya con ellos sin dudar. Pedro obedece y va a lo de Cornelio, y al llegar le aclara que un judío no puede hacer lo que él estaba haciendo, no podía compartir con personas que no tuvieran su tradición, por lo que les exige que le explique "¿Para qué me hicieron venir?". Al obedecer, es que Pedro comenzó a entender de qué se trataba todo lo que estaba pasando, pero nuestro error es que queremos entender antes de hacer. Si no lo entiendo, si no me explican, no creo, no obedezco, es decir, no lo hago. Pero si no hay fe, si no creemos, si no obedecemos… JAMÁS VAMOS A ENTENDER.
Después de ir, es donde Pedro se da cuenta que Dios no tiene favoritos, sino que vio la vida de Cornelio, vio sus obras y su forma de llevar su vida. Dios ve los corazones de los que le creen y actúan.
Mientras Pedro hablaba de Cristo y a cumplir con la tarea por la cual había sido llevado por el Señor, fue interrumpido por el Espíritu Santo, el que descendió con poder sobre todos los que estaban en esa casa y luego fueron bautizados en agua. Lo que Dios busca son corazones dispuestos, Dios se fija en el corazón y no en las apariencias.
Dios, pudiendo hacer las cosas sin necesidad de nosotros, nos ha hecho parte en sus planes, un plan más grande que imaginamos que está por encima de cualquier logro, triunfo o copa. Tuvo el deseo de llevarlo a cabo con nosotros (Hechos 1.8). Este plan tiene que ver con salvación, con vida eterna, con transformación de realidades, un plan que tiene que ver con la eternidad del hombre. Dios, pudiéndolo hacerlo solo, nos escogió como elementos importantes para anunciar y hacer público lo que él ha hecho en cada uno de nosotros.
Dios quiere contar con nosotros, con nuestras vidas, y en esta tarea tan grande no nos dejó a la deriva, sino que puso poder en nuestras vidas para ser testigos.
Marcos 16.15-18 «Les dijo: —Vayan por todo el mundo y anuncien las buenas noticias a toda criatura. El que crea y sea bautizado será salvo, pero el que no crea será condenado. Estas señales acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en nuevas lenguas, tomarán serpientes con sus manos y, cuando beban algo venenoso, no les hará daño alguno; pondrán las manos sobre los enfermos y estos recobrarán la salud.»
Para esta tarea no nos dejó solos o sin recursos, si no que nos prometió que señales irán detrás de nosotros, señales que van a seguirnos para confirmar su palabra. El Señor actuando conjunto con nosotros.
Por tiempo, la iglesia se convirtió en algo irrelevante, sin valor; como creyentes nos metimos en la burbuja de protección solo compartiendo entre nosotros, y la iglesia dejó de tener relevancia para el mundo, sin importancia. En la pandemia, la iglesia comenzó a ser irrelevante no solo para los que no creen, sino que también para los creyentes. Comenzó a perder sentido y el evangelio se convirtió en una simple teoría y pasó a ser sólo un estilo de vida (bajar lo que es tan poderoso a un plano tan humano y natural).
No hay que confundirnos, no por tener reuniones solo los domingos, eso nos convierte en una iglesia de poco compromiso (light). Somos una iglesia que busca ser relevante para este mundo, porque creemos que el evangelio es poder de Dios y entendemos que no tiene que estar oculto, porque tiene poder para transformar las vidas.
«El evangelio es poder". PODER que salva, que transforma, que cambia corazones, PODER que da vida.» Romanos 1.16
SOMOS TESTIGOS DE SU PODER Y NOS TOCA PROVOCAR, y es Dios quien nos acompaña con señales. Nos toca predicar y Dios se encarga de obrar en la vida de las personas.
SIN ACCIÓN NO HAY SEÑALES
Marcos 16.20 «Los discípulos salieron y predicaron por todas partes, y el Señor los ayudaba en la obra y confirmaba su palabra con las señales que la acompañaban.»
El evangelio es poder, pero necesita de creyentes que con un corazón obediente, se muevan en fe, Creyentes que NO dependen de ver para moverse, que no necesitan ver para creer. Al movernos en fe, creyendo… es cuando comenzamos a ver sus señales, respaldarnos y actuar en la vida de las personas.
SOMOS TESTIGOS DE SU PODER, PORQUE TENEMOS ALGO PARA DAR, TENEMOS ALGO PARA DECIR, PARA ORAR POR OTROS Y QUE DIOS ACTÚE A TRAVÉS DE NUESTRAS VIDAS PROVOCANDO SALVACIÓN, LLENURA DEL ESPÍRITU SANTO, PROTECCIÓN, SANIDAD.
El poder del evangelio no se limita a nuestra realidad o experiencia. Necesitamos soltar esos conceptos y creer que el poder de Dios puede llevarnos a experimentar cosas mayores, nunca antes vistas.
¿ESTOY ABRIENDO MI CORAZÓN A LA PALABRA DE DIOS PARA QUE MI FE SE ACTIVE?
Necesitamos tener un corazón dispuesto a creer en la palabra de Dios para que nuestros ojos vean el cumplimiento de su palabra: "señales y maravillas".
¿ESTOY LLEVANDO RESPUESTA A LA NECESIDAD QUE ME RODEA?
El poder de Dios en nosotros nos hace testigos de lo que Él puede hacer, para que llevemos a otros la buena noticia de salvación y el mensaje de esperanza que el mundo está necesitando.
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