«Por eso, desde el día en que lo supimos, no hemos dejado de orar por ustedes. Pedimos que Dios les haga conocer plenamente su voluntad con toda sabiduría y comprensión espiritual, para que vivan de manera digna del Señor, agradándole en todo. Esto implica dar fruto en toda buena obra, crecer en el conocimiento de Dios y ser fortalecidos en todo sentido con su glorioso poder. Así perseverarán con paciencia en toda situación y con mucha alegría darán gracias al Padre. Él los ha facultado para participar de la herencia de los creyentes en el reino de la luz. Él nos libró del dominio de la oscuridad y nos trasladó al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención y perdón de pecados.» Colosenses 1.9-14
Todos conocemos el dicho «el que mucho abarca, poco aprieta», que nos dice que es mejor concentrarse en una cosa para hacerla bien. También está la creencia de que las mujeres son buenas para hacer varias tareas al mismo tiempo, mientras que los hombres no. Incluso solemos bromear diciendo que «los hombres no pueden caminar y masticar chicle a la vez».
Vivimos en una sociedad tan acelerada que buscamos hacer más que todos, creemos que podemos hacer varias cosas al mismo tiempo. Ejemplo: conducir y mandar mensajes, estudiar mientras vemos una serie, o cocinar y atender el teléfono al mismo tiempo.
Es tan real en nuestras vidas que investigadores le dieron un nombre a esto que nos sucede «multitasking» o «multitarea» que es la capacidad de hacer varias actividades de manera simultánea. Pero realmente nos engañamos porque aunque parece que logramos más, en realidad la multitarea reduce nuestra eficacia y nos lleva a cometer más errores.
QUEREMOS HACER TODO, PERO AL FINAL NO LOGRAMOS NADA.
La multitarea nos hace pensar que estamos alcanzando nuestras metas, pero lo único que conseguimos es vivir estresados, durante la semana, corremos de un lugar a otro: El trabajo, la facultad, la familia, los amigos. Y sin darnos cuenta hacemos que nuestras tareas sean más importantes que las personas que nos rodean. Incluso en nuestra relación con Dios, caemos en la trampa de creer que si hacemos más, Él nos amará más.
En Lucas 10.38-41 encontramos la historia de Marta y María, donde Marta se preocupaba y se ocupaba en muchas tareas, mientras María se sentaba a escuchar a Jesús. Abrumada, Marta le pidió a Jesús que le dijera a María que la ayudara, pero Jesús le respondió que solo una cosa era necesaria, y que María había elegido lo mejor.
Esta historia nos enseña que, muchas veces, nos distraemos con lo urgente y olvidamos lo esencial. Nos centramos más en hacer cosas, en lugar de buscar conocer la voluntad de Dios. Al igual que Marta, estamos tan ocupados que no aprovechamos lo más valioso: Estar cerca de Jesús.
En Romanos 12.2 se nos dice: «No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cómo es la voluntad de Dios: buena, agradable y perfecta.» La voluntad de Dios se revela cuando permitimos que nuestra mente sea transformada por Él, y esto ocurre al escucharle y conocerle.
Lucas 10.39-41 Nos muestra a María sentada a los pies de Jesús, escuchando lo que Él decía. Mientras tanto, Marta estaba preocupada con muchas cosas, Jesús le dice: «Solo una cosa es necesaria. María ha escogido la mejor y nadie se la quitará.»
EL PROBLEMA ES QUE NO NOS TOMAMOS EL TIEMPO PARA CONOCER EL CORAZÓN DE DIOS, CONOCER SU VOLUNTAD.
En Juan 17.3, Jesús dice: «Y esta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.»
El deseo de Dios es que le conozcamos, que conozcamos Su corazón. Sin embargo, a veces caemos en la trampa de pensar que mientras más ocupados estemos, más nos acercamos a Su voluntad. Nos llenamos de tareas y actividades, creyendo que eso nos hace más espirituales. Pero Jesús vino a rescatarnos de una vida llena de distracciones y confusión, donde intentamos hacer miles de cosas con nuestras propias fuerzas, pero sin lograr nada.
NUESTRA RELACIÓN CON DIOS ES MÁS IMPORTANTE QUE NUESTRO SERVICIO.
Mateo 7:21-23 nos advierte de esto: «No todo el que me dice: 'Señor, Señor', entrará en el reino de los cielos, sino solo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Muchos me dirán en aquel día: 'Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre y en tu nombre expulsamos demonios e hicimos muchos milagros?'. Entonces les diré claramente: 'Jamás los conocí. ¡Aléjense de mí, hacedores de maldad!’».
Esto nos muestra que no se trata de hacer mucho, sino de hacer lo que realmente está en el corazón de Dios. Pero somos egoístas, pensando que nuestros propios deseos son lo que Dios quiere para nosotros, pero no prestamos atención a Su voluntad.
LA VERDADERA VOLUNTAD DE DIOS ES QUE LO CONOZCAMOS A ÉL.
En Efesios 5.15-17, se nos aconseja vivir sabiamente, entendiendo cuál es la voluntad de Dios. Sin embargo, hemos intentado vivir según nuestra propia voluntad, lo que nos ha llevado al fracaso. Pero al conocer la voluntad de Dios, podemos soltar esa vida llena de frustraciones.
Dios quiere hacer todo nuevo en nuestras vidas y cuando entendemos que somos una nueva creación en Cristo, como dice 2 Corintios 5.17, dejamos atrás nuestros fracasos y nos entregamos a Dios para que Él haga todo nuevo en nuestras vidas.
CONOCER EL CORAZÓN DE DIOS NOS LLEVA A HACER LA DIFERENCIA.
Dios no está interesado en que le impresionemos con lo que podamos hacer. Él quiere que le conozcamos y aceptemos su amor. No se trata de hacer más, sino de rendirnos a Él, confiar en su voluntad y vivir en obediencia y obediencia significa escuchar y prestar atención.
Estamos para llevar a cabo la voluntad de Dios, para hacer la diferencia y ser luz donde no la hay. Mateo 28.19 nos dice: «Vayan y hagan discípulos en todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.»
Dios nos ha puesto en un lugar específico, en nuestro círculo de influencia, para cumplir su voluntad. Y esta se refleja en que mi vida y la vida de otros puedan conocer a Dios. Que mi vida sea transformada para que otros sean transformados. Es ir donde otros no pueden ir, ser luz en medio de la oscuridad y hacer realmente la diferencia.
¿ESTOY DEJANDO QUE MIS PROPIOS DESEOS DESVÍEN MI ATENCIÓN?
Cuando nos enfocamos únicamente en nuestros propios deseos personales, corremos el riesgo de perder de vista lo que realmente importa, nuestra relación con Jesús. Al igual que Marta podemos distraernos con nuestras preocupaciones y tareas, olvidando que lo esencial es conocer a Jesús y escuchar su voz.
¿ESTOY LLENÁNDOME DE TAREAS EN LUGAR DE BUSCAR CONOCER MÁS DIOS?
La voluntad de Dios es clara, Él desea que le conozcamos profundamente y que experimentemos su amor. La voluntad de Dios es buena, agradable y perfecta. Entender esto nos lleva a invertir tiempo en su presencia, escuchar su voz y conocer su corazón.
¿ESTOY CUMPLIENDO LA VOLUNTAD DE DIOS DANDO A CONOCER SU AMOR A OTROS?
La voluntad de Dios es que, al experimentar su amor en nuestras vidas también seamos un medio para otros puedan conocerlo. Jesús nos envía a hacer discípulos, seguidores de Jesús. Esto significa que nuestras acciones y actitudes deben reflejar el amor de Dios. Invitando a otros a experimentar ese amor que cambia, transforma a una vida nueva.
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