«Jesús se acercó entonces a ellos y dijo: —Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo.» Mateo 28.18-20
En este mes de nuestra causa, muchos de nosotros quizás nos estemos preguntando: ¿Qué tengo yo para dar? Y puede que nuestra respuesta inmediata sea: «mi vida es un caos, no puedo ni conmigo mismo» Poniendo nuestra atención en nosotros y no en lo que tenemos para dar.
Y esto sucede porque nuestra cabeza se llena de pensamientos que vienen a interponerse en lo que Dios quiere hacer en nosotros. Vemos nuestras limitaciones, lo que no tenemos o aun lo que nos falta. Y son pensamientos que, si los dejamos avanzar, terminan condicionando nuestra vida, nuestra manera de vernos y hasta nuestra relación con Dios.
HAY ALGO EN NOSOTROS QUE ES CLAVE PARA NUESTRA CAUSA.
Pero en lugar de descubrirlo, pasamos nuestra vida creyendo que no hay nada más para nosotros. Nos quedamos atrapados en una idea equivocada que ha ganado terreno, porque nos dejamos limitar por nuestra realidad.
Estas limitaciones pueden ser nuestro carácter, nuestras inseguridades o el miedo que nos paraliza y nos lleva a la crisis, porque nos sentimos incapaces de llevar adelante cualquier cosa, incluidos nuestros propios planes.
TODOS PODEMOS SUMAR A ESTA CAUSA.
El temor, aunque venga con fuerza, no tiene la última palabra. No podemos dejar que nos paralice ni que nos haga estancarnos. Pero nos enfocamos solo en lo malo, pensando que todo nos sale mal, y terminamos diciendo: No sirvo para esto.
Pero la verdad es que todos fuimos creados con una capacidad única. Cada uno de nosotros tiene algo que Dios puso en nuestras vidas para usarlo en su obra.
Sin embargo, muchas veces, nos encerramos en nuestras limitaciones y caemos en la comparación, empezamos a mirar lo que otros tienen y lo que creemos que a nosotros nos falta. Y nos lleva a dudar de que Dios pueda hacer algo con nosotros, cuando eso no es cierto.
Es fundamental descubrir qué cosas nos están limitando, pero no para estancarnos en ellas, sino para reconocer nuestra condición y darle lugar a Dios para que trabaje en nosotros.
TODOS NECESITAMOS DE DIOS.
No importa nuestro pasado ni las decisiones que hayamos tomado; Dios nos ama y nos perdona. Su amor no tiene condiciones.
Pero no es un amor que nos deja como nos encuentra; Dios tiene vida en abundancia para nosotros, y su poder puede y quiere obrar primero en nuestra necesidad.
Entender y aceptar este amor es el punto de partida para avanzar. Pero no podemos quedarnos en ese primer paso; necesitamos comprender que no se trata solo de nosotros, sino de lo que Dios ya hizo y está haciendo en nosotros.
Por eso, es necesario sacar nuestro foco de las inseguridades y ponerlo en lo que Dios nos dio. Jesús nos dice: «Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo» Mateo 28.20. Y ese «SIEMPRE» es una promesa que no tiene límites.
Cuando sentimos que la soledad nos invade, debemos recordar que la soledad es una decisión que nace de nuestras inseguridades y temores. Y su causa no depende de nuestras limitaciones.
Se trata de escuchar con claridad lo que Jesús quiere hacer con nuestra vida. Que es ir y hacer discípulos, seguidores de Jesús. Y para esto no necesitamos tener grandes capacidades; solo necesitamos reconocer que su poder ya está en nosotros.
NO ESTAMOS SOLOS, ÉL ESTÁ CON NOSOTROS.
Jesús nos encargó una misión: «Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo». Mateo 28.19-20
No somos un número más, ni una silla más. Dios está interesado en cada uno de nosotros. Somos valiosos y, aunque nosotros miremos solo nuestras limitaciones, es importante recordar que creemos en un Dios sin límites, que nos ha dado poder y autoridad para poder avanzar en su causa, que ahora es nuestra causa.
Y ES TIEMPO DE QUITAR NUESTRA ATENCIÓN DE NOSOTROS MISMOS.
El temor, las inseguridades y hasta el egoísmo nos distraen de lo que Dios quiere hacer en nuestra vida. Él quiere caminar con nosotros, quitar todo aquello que nos limita y dejar que su Espíritu actúe en nuestro presente, pero también en nuestro futuro.
Y la verdad es que desde el principio, Dios ha buscado acercarse a nosotros, tener una relación genuina, caminar a nuestro lado, pero no lo descubrimos porque ponemos nuestra atención en lo equivocado. En sentimientos que han tomado poder sobre nuestra mente y que no permiten que vivamos en la libertad que Él desea.
«Pero cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder y serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, hasta en los confines de la tierra». Hechos 1.8
Su poder vive en nosotros y Hechos 1.8 Nos recuerda que podemos hablar de Él en todas partes, porque todos tenemos una plataforma para usar. Puede ser tu casa, tu barrio, tu comunidad, tu trabajo, tu universidad; en el lugar donde estés, Dios quiere usar tu vida para que otros puedan conocerlo. Pero somos nosotros quienes, muchas veces, limitamos ese poder.
NUESTRA CAUSA ES SU CAUSA.
Fuimos incluidos en su plan para que otros puedan conocerlo. Y eso nos da una misión: llevar su mensaje a todas partes, y como VIVILO iglesia, esa es nuestra misión: Acercar a las personas a Dios.
«El Espíritu de Dios, quien levantó a Jesús de los muertos, vive en ustedes; y así como Dios levantó a Cristo Jesús de los muertos, él dará vida a sus cuerpos mortales mediante el mismo Espíritu, quien vive en ustedes». Romanos 8.11 NTV
Pablo, en su carta a los Romanos, nos dice y nos asegura que el mismo Espíritu que levantó a Jesús de entre los muertos vive en nosotros, dándonos vida y esperanza, y este poder no solo viene a suplir nuestras necesidades, sino a traer vida donde no la hay, salvación donde hay oscuridad y restauración donde hay dolor.
Jesús nos invita a ser activos en su causa. No importa dónde estemos o a dónde vayamos, nuestra tarea es predicar el evangelio de Jesús. Hay personas que necesitan de su poder, vidas sin esperanza que pueden ser transformadas por su amor. Y es tarea de nosotros ir y levantar a otros, ir y abrazar a otros, ir y escuchar a otros, así como también un día fuimos levantados por otros.
NO ESTAMOS SOLOS SU ESPÍRITU SANTO VIVE EN NOSOTROS.
Su Espíritu Santo vive en nosotros para ayudarnos a dejar atrás nuestras limitaciones, para mirar hacia adelante y avanzar en la causa de Jesús. Aunque enfrentemos dificultades, sabemos que Dios está con nosotros.
Su poder nos limpia del pasado, nos quita el miedo y nos da todo lo que necesitamos para cumplir nuestra misión. Es tiempo de animarnos, de salir de nuestras limitaciones y de tomar la iniciativa.
Hay otros que nos están esperando, vidas que necesitan conocer a Dios. Contamos con un poder que puede cambiar cualquier realidad.
Dios nos ha dado una misión respaldada por su poder. Jesús declaró: «Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra» Mateo 28.18, y es bajo esta autoridad que avanzamos con confianza. Aunque podamos enfrentar inseguridades, dudas o temores, no debemos frenar.
En los días difíciles, recordemos que el Espíritu de Dios vive en nosotros, dándonos todo lo que necesitamos para seguir adelante.
«Dios tiene el poder para hacer mucho más de lo que jamás podríamos pedir o imaginar, pero solo lo hará por el poder que ya trabaja en nosotros.» Efesios 3:20 PDT
Y esto nos recuerda que, por el poder que obra en nosotros, Dios puede hacer mucho más de lo que podemos pedir o imaginar. No estamos llamados a ser espectadores. Si esperamos a sentirnos capaces o a tener todo lo necesario, solo vamos a seguir perdiendo el tiempo y retrasando el llamado de Dios.
Ahora, el llamado de Dios no tiene que ver con una tarea de un domingo en la iglesia, sino con el hecho de hacer la diferencia en cada lugar donde nos movamos, sin importar el lugar o la circunstancia.
Jesús nos invita a vivir activamente, compartiendo el mensaje de salvación con quienes nos rodean. Aunque el mundo nos intenta limitar, el poder de Dios es suficiente para transformar vidas, comenzando por la nuestra y alcanzando a los demás.
SU PODER NOS CAPACITA PARA HACER LA DIFERENCIA EN CADA LUGAR Y CIRCUNSTANCIA.
Nuestro llamado no se limita a un día o un lugar. Es un compromiso diario que asumimos juntos para vivir el poder de Dios y extender su amor. Si hoy nos sentimos inseguros o detenidos, recordemos que Dios nos ama, nos acepta y camina con nosotros en cualquier temporada de nuestra vida.
Jesús nos incluyó en su plan, tal como lo dice Mateo 28.18-20. Y ahora nos toca llevar este mensaje a los demás.
NUESTRA MISIÓN ES SU CAUSA, Y SU CAUSA ES ENTENDER QUE HAY OTROS QUE NECESITAN SU PODER.
¿RECONOZCO AQUELLAS COSAS QUE NO ME DEJAN AVANZAR?
Necesitamos avanzar y dejar todo aquello que nos frena. Dios desea que vivamos una vida en libertad y que podamos dejar todo aquello que nos estanca. Lo que nos estanca nos limita, y no somos nuestras limitaciones, nuestros errores ni nuestras debilidades. Su poder vive en nosotros y quita todo miedo, limpia todo pasado, pero no solo en nuestro presente, sino también para nuestro futuro.
¿ME ENFOCO EN MIS LIMITACIONES O EN LO QUE DIOS HA PUESTO EN MI VIDA?
Es fácil compararnos con otros o enfocarnos solo en lo que creemos que nos falta. Pero esto nos lleva a ignorar todo lo que Dios ya puso en nosotros. Cuando nos sentimos incapaces, el miedo y las dudas aparecen. Es común pensar que no podemos, que no servimos o que nunca seremos lo suficientemente buenos para lo que Dios quiere hacer en nuestra vida. Pero Jesús nos da una promesa clara: Él estará con nosotros siempre, y su poder habita en nosotros, no solo para nuestro uso personal, sino también para que otros puedan conocer a Dios.
¿ESTOY UTILIZANDO SU PODER PARA ACERCAR A OTROS A DIOS?
El Espíritu Santo nos da un poder increíble que va más allá de lo que podemos entender. Este poder nos ayuda a enfrentar nuestras inseguridades, a superar miedos y a tomar decisiones que nos acercan al propósito de Dios. No se trata de nuestras propias fuerzas ni de lo que podemos hacer por nosotros mismos, sino de cómo Dios actúa a través de nosotros, dándonos el poder que necesitamos para cumplir con su causa, que ahora es nuestra. Cada uno tiene una plataforma propia, ya sea nuestra casa, nuestra comunidad, nuestro trabajo, nuestra facultad, etc. Y nuestra misión es ir a acercar a otros a Dios.
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