«Pero cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder y serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, hasta en los confines de la tierra.» Hechos 1.8.
Ante circunstancias difíciles o en medio de aquellos momentos en los que nos encontramos en aprietos, surgen preguntas: ¿qué vamos a hacer? Al no encontrar respuesta nos desanimamos, es normal que eso suceda. Porque día a día batallamos con pensamientos y emociones que nos bombardean y buscan robarnos la paz, anulan nuestra capacidad de encontrar solución al problema que estamos viviendo. Cada vez se habla más de cómo las emociones influyen en nuestras decisiones y el peligro de esto es que terminan condicionando nuestros resultados y, en consecuencia, nuestro futuro. Porque las decisiones que tomamos hoy repercuten en nuestro mañana. El desánimo con el tiempo termina destruyéndonos. (Proverbios 17.22 / Proverbios 18.14)
A menudo vamos a vivir todo tipo de desafíos y momentos difíciles, pero lo nocivo es dejar que estas situaciones controlen nuestro ánimo.
Dios conoce cada situación y sabe aquello por lo que vamos a atravesar, no está ajeno a nuestra realidad, por eso quiere depositar sobre nosotros su poder. «Pero tenemos este tesoro en vasijas de barro para que se vea que tan sublime poder viene de Dios y no de nosotros. Nos vemos atribulados en todo, pero no abatidos; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no destruidos.» 2 Corintios 4.7-9. Y ese poder para superar cualquier circunstancia viene de Dios y no de nosotros, no se trata de nuestras fuerzas o recursos porque somos limitados, a la larga nuestro ánimo se ve afectado, por eso dependemos de lo que Dios depositó en nuestras vidas, a pesar de las tribulaciones, hay nuevas fuerzas en Él.
Por eso podemos decir con toda seguridad que, aunque estamos atribulados en todo, atravesando penas, situaciones adversas, pero no estamos abatidos, no perdemos el ánimo, no perdemos las fuerzas, no estamos perdidos. Estamos perplejos, viviendo momentos de confusión, de no saber qué tenemos que hacer, pero no desesperados, no perdemos las esperanzas, no perdemos la paciencia, la tranquilidad del ánimo, confiando en que Dios lo puede hacer. Estamos perseguidos, tal vez sintiendo que algo busca nuestro mal, viviendo situaciones que molestan, pero no abandonados, no estamos sin cuidado o sin atención de parte de Dios, puede haber problemas por todos lados, pero NO ESTAMOS SOLOS! ¡Podemos estar derribados, tal vez hemos caído, cometido errores o perdido, ante esta realidad muchos se quedan tirados, no se permite un error, PERO NO ESTAMOS DESTRUIDOS, ESTE NO ES EL FINAL, VAS A LEVANTARTE DE NUEVO! (Proverbios 24.16).
Hay poder de Dios que quiere actuar dentro de nosotros, y a pesar de las situaciones adversas, no estamos desesperados, sino que tenemos la tranquilidad de que Él lo puede todo. Esto nos lleva a tener paciencia, a resistir en medio de la crisis sin rendirnos ni quejarnos, sabiendo que la solución está llegando de la mano de Dios.
Dios cuida de nosotros, no nos descarta, sino que conociendo lo frágiles que somos y cómo nuestro ánimo es afectado por tantas cosas que vivimos, nos recuerda: NO TE DESANIMES, no pierdas tus fuerzas, «por más que por fuera nos estemos desgastando, por dentro nos renovamos día tras día». Hay algo dentro de nosotros, un poder que nos enciende y busca renovar nuestras fuerzas.
Las aflicciones, malestares y situaciones adversas que podamos atravesar, son de poca importancia, aunque esto es lo último que esperamos escuchar cuando estamos mal, tenemos que entender que no es que a Dios no le interese nuestro problema, sino que sabe que estas situaciones no son nada comparado a lo que Él va a hacer. Por eso no vale la pena permitir que los problemas se roben nuestra atención y fuerzas, mejor pongamos nuestra mirada y confianza en lo que Dios está por hacer. NO ES QUE DIOS QUIERE MINIMIZAR TUS PROBLEMAS, ÉL QUIERE QUE PUEDAS VER LO GRANDE QUE ES SU PODER.
Necesitamos que Dios abra nuestros ojos para ver lo que no estamos viendo por mirar lo pasajero. Necesitamos ver lo grande que es Dios, porque cuando enfocamos toda nuestra atención en los problemas, perdemos fuerzas.
En 2 Reyes 6:8-18 vemos cómo el siervo del profeta Eliseo se encontró en una situación en la cual no veía solución, entonces el profeta le dice «no tengas miedo!» Muchas veces no podemos ver lo que Dios hace en nuestra vida, porque pensamos más en lo racional del problema.
EL PROBLEMA NO SON TUS PROBLEMAS, EL PROBLEMA ES NO VER QUE DIOS ES MÁS GRANDE QUE ELLOS. Por seguir poniendo nuestra atención en nosotros mismos, nos volvemos egoístas y no logramos ver lo que Dios quiere hacer en medio de la situación.
Necesitamos que Dios abra nuestros ojos para poder ver lo que Él puede hacer y dejar de vivir en confusión, con el ánimo por el suelo. Dios nos prometió poder, pero es nuestra responsabilidad avivar ese fuego en nuestros corazones. (2 Timoteo 1:6-7) Aun en medio de los problemas podemos avivar ese fuego, decidiendo cada mañana comenzar, declarando y confiando en el poder de Dios. Buscando ante el problema que Dios sea nuestro refugio y no la queja o el desánimo. «… Firme está, oh Dios, mi corazón; firme está mi corazón. ¡Voy a cantarte y entonarte salmos! ¡Despierta, alma mía! ¡Despierten, lira y arpa! ¡Haré despertar al nuevo día!…» Salmos 57.1
Refugiémonos en Dios, en medio de todo el caos, del problema, con el ánimo por el piso, levantémonos refugiándonos en Él. ¡Seamos intencionales en animar nuestra alma, buscando y alabando a Dios!
El mayor mandamiento que nos fue dado como seguidor de Jesús es amar a Dios con todo lo que somos y tenemos, y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Amar a Dios con todo nuestro ser implica amarnos menos a nosotros, dejar de poner nuestra atención en nosotros mismos y mirarlo a Él, esto es lo que nuestra alma necesita. Solemos escuchar que si no nos cuidamos nosotros, nadie lo va a hacer, y en medio de la desesperación solo pensamos en correr por nuestra vida (Mateo 22.34 / Marcos 8.35). Pero Dios nos dice Ámenme a mí, esto es lo que realmente necesitamos hacer. Amarlo a Él, correr a Él, poner en Él nuestra confianza. Amar a Dios es ponerlo en el centro de nuestra atención y si Dios es el centro en vez de nuestros problemas, tenemos la seguridad de que todo lo que necesitamos va a venir por consecuencia y todas nuestras cosas estarán bajo su cuidado.
Sacar la atención de nosotros mismos nos va a llevar a amar y darnos por otros que hoy siguen siendo esclavos de emociones, sentimientos y pensamientos. Muchos hoy están vencidos por sus problemas y su ánimo ha sido robado, pero Dios quiere llenarnos de su poder para bendecir a otros.
¡Amemos al que está al lado nuestro como a nosotros mismos, saquemos la atención de lo que nos pasa, no dejemos que los pensamientos roben nuestra vista y ánimo y abramos nuestros ojos para ver lo que Dios puede hacer!
¿DÓNDE ESTOY PONIENDO MI ATENCIÓN?
Los problemas buscan robarse nuestra atención, pero centrarnos en ellos solo va a desgastar nuestras fuerzas y robarnos el ánimo. Necesitamos poner nuestra atención en Dios y cada necesidad estará bajo su cuidado.
¿ESTOY BUSCANDO EN DIOS MI REFUGIO ANTE LOS PROBLEMAS?
Dejar que las emociones y los problemas controlen nuestro ánimo afectará nuestro presente y nuestro futuro. Las decisiones de hoy repercuten en nuestro mañana, buscar a Dios en medio de la crisis y alabarlo a Él es lo que nos llevará a ver su poder.
¿ESTOY EXPERIMENTANDO EL PODER QUE DIOS PUSO EN MI VIDA?
Necesitamos que Dios abra nuestros ojos para ver que lo que Él va a hacer es más grande que el problema que estamos viviendo. Y que el poder que Él puso en nuestras manos no es solo para nosotros, sino para poder bendecir a otros.
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