«Pero cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder y serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, hasta en los confines de la tierra.» Hechos 1.8 

Existen personas que piensan que las madres tienen el «superpoder» de predecir el futuro y advertirnos de cosas que iban a pasar. Pero hoy entendemos que como han vivido y experimentado situaciones en la vida que las llevaron a aprender y a tener el conocimiento para prever lo que podría suceder. No es ningún poder, sino que es experiencia, experiencia que les da el conocimiento para enfrentar la vida. Sin embargo, aquellos que hemos creído en Jesús sí contamos con un poder, es el poder de Dios (Hechos 1.8) un poder que necesitamos descubrir, experimentar y ponerlo en práctica en nuestro día a día, necesitamos vivirlo.

El poder de Dios está en nosotros y actúa a nuestro favor, pero somos nosotros los que muchas veces no dejamos que actúe, porque ante la crisis nos desesperamos, abandonamos o buscamos otras alternativas limitadas. Pero el poder de Dios no puede limitarse, ya que no está condicionado a la realidad que nos rodea, sino que transforma nuestra realidad, hoy podemos tener la confianza de que su Espíritu Santo está en nosotros, ¡No estamos solos!

Comenzar a vivir el poder que nos fue dado nos va a llevar a experimentar todo lo que Dios tiene para nosotros, su poder es eterno, no tiene límites ni fecha de vencimiento, no es temporal ni pasajero. Es por eso que lo que vivimos no puede limitar o frenar el poder que Dios nos dio. 

Somos hijos de Dios y eso nos da el derecho a todo lo bueno que Él tiene preparado para nosotros (Romanos 8:17-18 TLA) Pero no seremos capaces de ver las cosas buenas de Dios, ni su poder actuando en nosotros si ante la crisis dejamos que esa situación nos gane. Entendemos que a nadie le gusta vivir días malos, que las crisis son incómodas, pero son la oportunidad de ver a Dios y su poder obrar.

Los discípulos también vivieron momentos de mucha incertidumbre, en Hechos 2 podemos ver que ellos estaban en una crisis, ya que Jesús, luego de su muerte y resurrección, ya había ascendido al cielo y ellos habían quedado solos. Fue en ese momento de crisis cuando ellos tenían dos opciones que decidir, una era volver cada uno a su rutina, tareas y a su antigua vida o creer y esperar la promesa que Dios les había dado anteriormente en Hechos 1.8. Los discípulos fueron sabios, tomaron la decisión de mantenerse juntos hasta ver cumplida la promesa, vino sobre ellos el Espíritu Santo y pudieron expandir el mensaje de Jesús de una forma masiva. Gracias a esa decisión que ellos tomaron en medio de la crisis, hoy podemos disfrutar del evangelio y seguir viendo el poder de Dios en nuestras propias vidas.

Las situaciones que estamos hoy enfrentando no son por no tener fe, no son porque lo merecemos, sino que ES LA PLATAFORMA IDEAL PARA VER EL PODER DE DIOS EN NUESTRAS VIDAS. Todos hemos tenido días no tan buenos, hemos tomado miles de malas decisiones, de hecho Jesús ya conocía esto y es por eso que nos advirtió que íbamos a pasar por momentos difíciles, pero hoy poniendo nuestra confianza en Él, sabiendo que ya venció, tenemos todo a nuestro favor. Hoy tenemos la seguridad de que las crisis no son el final, sino la oportunidad para experimentar y comprobar el poder de Dios en nuestras vidas. 

Al entender que el poder de Dios está en nosotros, el problema ya no es la circunstancia ni la falta de poder para superarla, sino que el problema es que no usamos lo que Dios nos dio. Tenemos la posibilidad de hacer uso de lo que Jesús nos dejó y de ser buenos administradores del poder de Dios en nuestras vidas.

En Marcos 6.32-44 relata cuando los discípulos le plantean a Jesús el problema de que la multitud de personas que estaban acompañándolos y escuchando sus enseñanzas, estaban lejos, ya era tarde y se acercaba la hora de comer. Jesús los desafía a resolverlo «denle ustedes de comer» sabiendo que ellos no tenían los recursos materiales para resolverlo por sus fuerzas, pero que en ellos había un poder que era mayor que la dificultad y no se estaban dando cuenta. Jesús estaba desafiándolos para que experimentaran su poder, los estaba preparando para más adelante, para que pudieran ver que el milagro podría ocurrir a través de ellos. Estaba haciéndoles ver que el mismo poder que había en Jesús, también estaba en ellos. 

Lo mismo pasa con nosotros, no nos damos cuenta de lo que tenemos de parte de Dios, dejando que las crisis apaguen lo que Él puso en nosotros, olvidándonos ante los problemas que contamos con algo mayor. Es ahí cuando tenemos que reaccionar y recordarnos que en nosotros está el poder de Dios, el que necesita ser administrado, alimentado y cuidado, a través de la oración, la lectura de la palabra y la comunión con la iglesia, para que en medio de cada situación que vivamos sea nuestra primera opción. Es nuestra responsabilidad cuidar este poder, ser buenos administradores y avivar el fuego del don de Dios que hay en nosotros, cómo le aconseja Pablo a Timoteo (2 Timoteo 1.6).

El poder de Dios también nos capacita para ser testigos (Hechos 1.8) Testigo es quien tiene un conocimiento verdadero de algo, y hoy somos testigos del amor de Dios y su gracia, pero no para que quede en nosotros, guardándolo de forma egoísta, sino para compartirlo con otros. Dios ha sido tan bueno, como no compartir un poder que es para todos, uno que puede transformar cualquier realidad. El poder ya nos fue dado, pero la responsabilidad de mantenerlo vivo es nuestra. Es nuestra tarea VIVIRLO, ADMINISTRARLO Y COMPARTIRLO con otros.

Los momentos difíciles se van a presentar, pero tenemos la confianza de que Dios está con nosotros donde quiera que vayamos y en toda situación que vivamos (Josué 1.9). Tenemos en nosotros un poder que está dispuesto a actuar, que no limita nuestro pasado, ni nuestra realidad, un poder que no condena ni señala, sino que está dispuesto a actuar y nos da la fuerza para avanzar hacia todo lo que Dios tiene preparado. Independiente de la situación que se nos presente, este poder nos da la seguridad de que cualquier crisis que vivimos, no va a poder con nosotros porque Dios es quien nos acompaña.

Por eso sin importar lo que estés atravesando hoy… ¡DALE! ¡DALE! Contás con un poder sobrenatural que va a transformar tu realidad y la de otros, ¡NO ABANDONES! 


¿ESTOY VIENDO EL PODER DE DIOS ACTUAR EN MI VIDA?
El poder de Dios está en mi vida, es el que me fortalece y permite que pueda vivir todo lo bueno que Dios tiene preparado, ya no importa qué etapa esté atravesando, ya que LAS CRISIS SON EL ESCENARIO IDEAL PARA PODER EXPERIMENTAR Y COMPROBAR EL PODER DE DIOS

¿ESTOY CUIDANDO LO QUE DIOS ME DIO PARA ENFRENTAR EL DÍA A DÍA?
Los problemas pueden llegar frenarme cuando no estoy creyendo en el poder de Dios. Es mi responsabilidad VIVIR, ADMINISTRAR y COMPARTIR el poder de Dios que hay en mí, entendiendo que así puedo estar firme para cuando vengan las situaciones difíciles.

¿ESTOY PERMITIENDO QUE LOS PROBLEMAS ME FRENEN DE COMPARTIR DEL PODER DE DIOS A OTROS?
En nosotros está el poder de Dios que puede transformar cualquier realidad que estemos viviendo y aunque vengan los días difíciles, mi confianza está en que Dios está a mi lado fortaleciendo y dando valentía para enfrentar cualquier situación (Josué 1.9). Y ese poder me capacita no para que quede en mí sino para que pueda compartirlo con otros y llevarlos a experimentar en ellos ese mismo poder.

 

 

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