«Un día, siguiendo su viaje a Jerusalén, Jesús pasaba por Samaria y Galilea. Cuando estaba por entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres que tenían enferma la piel. Como se habían quedado a cierta distancia, gritaron: —¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros! Al verlos, les dijo: —Vayan a presentarse a los sacerdotes. Resultó que, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, al verse ya sano, regresó alabando a Dios a grandes voces. Cayó rostro en tierra a los pies de Jesús y le dio las gracias, no obstante que era samaritano. —¿Acaso no quedaron limpios los diez? —preguntó Jesús—. ¿Dónde están los otros nueve? ¿No hubo ninguno que regresara a dar gloria a Dios, excepto este extranjero? Levántate y vete —dijo al hombre—; tu fe te ha sanado.» Lucas 17.11-19

 

Diciembre nos hace pensar celebración, en las fiestas, el cierre de año y la Navidad. Pero también nos ponemos a pensar en el balance del año, en lo que logramos, en lo que no y en lo que nos falta. Es ahí donde se encuentran sentimientos de fracaso, cansancio y hartazgo que nos llevan a rendirnos.

PERO NO TE RINDAS, NO ABANDONES, NO DESISTAS.

Muchas veces, lo más fácil ante el dolor o el sufrimiento es rendirnos. Frente a las cosas que parecen imposibles y que superan nuestras fuerzas, terminamos bajando los brazos.

Lucas 17.11-19 encontramos la historia de 10 leprosos, que nos muestra cómo la fe puede hacer posible lo imposible. Ellos vivían marginados, condenados por su enfermedad, sin esperanza alguna de ser sanados. Según la ley, estaban obligados a mantenerse alejados de los demás, a gritar «impuro» mientras vivían aislados del resto de la sociedad tal como esta expresado en Levítico 13.45-46.

Para ellos, la lepra era una sentencia de muerte. Sin embargo, cuando oyeron hablar de Jesús, algo cambió en ellos. Salieron a buscarlo porque escuchar de Jesús siempre despierta fe en nuestro corazón. Y necesitamos darnos cuenta que el oír lo que Dios puede hacer es lo que hace a las personas a correr a Jesús.

ESCUCHAR A JESÚS ES LO QUE NOS IMPULSA A CORRER HACIA ÉL. Y LO QUE DESPIERTA EN NOSOTROS LA FE NECESARIA PARA VIVIR.

Y en nuestra serie Nuestra Causa enfatizamos la importancia de hablar sobre Jesús y acercar a más personas a Dios. Y es que en un mundo lleno de incertidumbre, las personas necesitan escuchar buenas noticias.

Sin embargo, muchas no saben dónde acudir ni cómo encontrar soluciones a sus problemas. Lamentablemente, al no tener claridad, terminan siendo engañadas por promesas vacías o ilusiones pasajeras, mientras nosotros tenemos el mensaje verdadero.

Estos diez leprosos, al escuchar a Jesús, corrieron con fe para pedirle sanidad. La fe, como nos dice Hebreos 11.1, es la confianza y la certeza de lo que no vemos. Es creer en Dios, es confiar en Su poder y Su promesa incluso antes de ver el resultado.

UNA FE QUE NO SE DETIENE ANTE LOS IMPOSIBLES; QUE NO PRESTA ATENCIÓN AL «NO SE PUEDE». Y QUE NOS IMPULSA A HACER LO IMPENSADO.

Según el libro de Levítico, los leprosos vivían aislados y exiliados del resto de la sociedad, llevando una vida de soledad y exclusión.

Y nuestra condición no era muy diferente a la de ellos, nuestra condición antes de llegar a Dios no era diferente, éramos impuros, éramos pecadores. Nuestra condición nos llevaba a vivir como estos diez leprosos, lejos de Él.

PERO JESÚS NO SOLAMENTE OYO A LOS LEPROSOS, SI NO QUE TAMBIEN LOS VIO.

A veces, nuestra condición o nuestro pasado nos llevan a creer que Dios no nos ve, que no se preocupa, ni presta atención a nuestra vida. Pensamos que Jesús simplemente pasará de largo porque sentimos que no tenemos nada bueno para ofrecerle. Pero Jesús, al igual que con los leprosos, nos ve.

NOS VE TAL COMO SOMOS, CON NUESTRO PASADO Y PRESENTE, PERO CON UN FUTURO COMPLETAMENTE DIFERENTE AL QUE IMAGINAMOS.

El futuro de los leprosos era la muerte, una vida de rechazo y aislamiento. Sin embargo, al escuchar de Jesús y ver que Él pasaba cerca, algo cambió en ellos. Se despertó una fe que les hizo creer que lo imposible era posible, que su sanidad y restauración podían ser una realidad.

PORQUE PARA DIOS NO HAY NADA IMPOSIBLE.

Esa fe los llevó a clamar a Él desde la distancia: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!» Su clamor nos desafía a preguntarnos cómo estamos pidiendo hoy. A veces no pedimos porque nos hemos acostumbrado a vivir sin fe, sin milagros, e incluso la biblia nos dice que pedimos mal o pedimos poco.

Y hay personas que, al igual que los leprosos, se han resignado a vivir con dolor y se han acostumbrado a esa realidad, pensando que no hay salida.

Pero para los leprosos saber que Jesús estaba cerca los llevó a pedir con la seguridad de que Él podía hacer algo, cambiar cualquier condición y transformar toda su realidad. Su fe les permitió ver más allá de lo que los rodeaba, confiando en que Jesús tenía el poder de cambiarlo todo.

DIOS TIENE EL PODER DE CAMBIAR CUALQUIER REALIDAD.

Dios vino a sacarnos de esa condición de muerte y dolor para darnos vida. Hoy, tenemos un mensaje para compartir: Dios tiene el poder de cambiar cualquier realidad. No importa cuán desesperada o dolorosa sea nuestra situación, Él es capaz de restaurarnos, transformarnos y darnos una nueva esperanza.

Jesús les dijo: «Vayan a hacerse ver con el sacerdote», porque era él quien tenía la responsabilidad de revisar a las personas según la ley. En Levítico 13.1-3 se nos cuenta que el sacerdote debía examinar la piel de las personas y declararlas impuras si presentaban síntomas de lepra. Además, en Levítico 14.1-4 se nos enseña que el sacerdote también tenía la tarea de verificar si la enfermedad persistía o si había sido sanada, para luego determinar si la persona podía ser restaurada a la comunidad.

Jesús, al escuchar el clamor de estos diez hombres, les dio una dirección clara: «Vayan a cumplir lo que la palabra dice». En otras palabras, les estaba diciendo: «Vayan a hacer lo que Dios les ha enseñado».

La palabra de Dios tiene autoridad sobre nuestra vida, y como nos recuerda Salmo 119:105,«Tu palabra es una lámpara a mis pies; es una luz en mi sendero». Cuando Dios habla a nuestras vidas, no solo trae fe, sino que también trabaja en nuestro ánimo y nuestras convicciones. Su palabra tiene el poder de transformar lo más profundo de nuestro ser.

EL MENSAJE DEL DOMINGO NO ES SOLO COMPARTIR UN BUEN DESEO O UN AUGURIO DE LO QUE VIENE; TIENE PODER EN NUESTRAS VIDAS.

Jesús les dijo: «Vayan, corran al sacerdote y revisen sus cuerpos». Al oír esto, los diez leprosos salieron corriendo, obedeciendo su palabra con fe aun sin ver los resultados. Y que importante dejarnos instruir por Dios, Salmos 32.8 lo dice «Te haré entender y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos».

LA FE NOS LLEVA A CREER EN LO QUE ÉL NOS DICE; CREER EN DIOS NOS LLEVA A CONFIAR EN SU PALABRA.

Los diez leprosos, mientras corrían, experimentaron el milagro. Pero nosotros queremos los resultados ahora, la solución en el instante. Y Dios nos dice: «Anda…» Pero no queremos avanzar porque estamos cansados, y no avanzar nos impide ver el milagro.

ALGUNOS NO VEN MILAGROS PORQUE SE HAN RENDIDO, LOS LEPROSOS NO VIERON EL MILAGRO Y AUN ASI COMENZARON A AVANZAR.

Si observamos los milagros en la Biblia, casi todos ellos requieren una acción de parte de quienes los reciben. Pero no damos ese paso porque no vemos el milagro de inmediato, esperamos la respuesta al instante y nos bloqueamos. Pero Dios desea que avancemos. La acción de fe es clave para ver el poder de Dios manifestado.

En la medida en que no nos rindamos y sigamos avanzando en el proceso, veremos el milagro. En la medida que continuemos y avancemos en fe, obedeciendo no nuestros deseos, sino lo que Dios dice. Él comenzara a obrar.

JESÚS NOS HABLA CLARO, NOS DA DIRECCIONES CLARAS.

Los leprosos cuando comenzaron a correr no estaban sanos todavía. Ellos podrían haberse cuestionado y quedado en su lugar, en su condición, en su problema, porque aún con sus ojos veían su enfermedad, pero ellos decidieron avanzar.

EL MILAGRO LO VAS A VER EN EL PROCESO DE QUE NO TE DETENGAS, AVANZANDO Y CREYENDO LO QUE DIOS DICE.

Y en ese momento, cuando comenzaron a avanzar en el camino en el proceso, en el avanzar comenzaron a darse cuenta que su cuerpo estaban sanos. Y comenzaron a darse cuenta que el milagro estaba hecho.

Pero mientras iban de camino, uno de los leprosos se dio cuenta de que estaba sano, se dio vuelta y regresó a agradecer. Y Jesús dice:  «¿No eran diez? ¿Dónde están los otros nueve?»

Y que importante construir un corazón de gratitud, de reconocer lo que Dios hace en nuestras vidas y a los demás.

Porque un corazón ingrato surge de uno que ha perdido la memoria, uno que olvida lo que Dios ha hecho, de poner nuestra atención en lo equivocado. Los leprosos estaban exiliados, pero pusieron su atención en aquel que puede cambiar lo imposible.

Todos hemos corrido a Dios en nuestros problemas, pero hay algunos se olvidan de Él cuando llega la solución. No nos olvidemos de quien nos dio la solución. Hay personas que aún no conocen a Jesús y siguen en su condición de excluidos, sin haber vuelto a darle gracias.

Desarrollemos un corazón que reconozca quién es Él. Como dice Salmo 136:1: «Demos gracias al Señor, porque Él es bueno».

Corramos a Él dándole gracias, porque éramos impuros y Él nos perdonó, cambió nuestros imposibles a un posible.

Es hora de dejar de pedir cosas pequeñas y empezar a pedir lo imposible, porque Él tiene el poder de hacer todas las cosas abundantemente.

 

 



¿ESTAMOS CREYENDO?
Creer Dios implica vivir con la certeza de que Jesús tiene el poder para transformar nuestras vidas, aun en los momentos más difíciles. Los diez leprosos no se rindieron ante su condición; tuvieron fe al escuchar sobre Jesús y acudieron a Él confiando en que lo imposible puede ser posible. Experimentaron el milagro al creer y obedecer el mandato de Jesús. Avanzar con fe y obedecer las palabras de Jesús nos va a llevar a experimentar milagros.

¿RECUERDO LO QUE JESÚS HIZO POR MI VIDA?
Nuestra condición antes de conocer a Jesús era similar a la de los leprosos: estábamos alejados, sin rumbo y sin una esperanza. Pero Jesús vino, no solo a ayudarnos en nuestras necesidades momentáneas, sino a salvar nuestras almas, darnos vida eterna y esperanza. Si olvidamos lo que Jesús hizo por nosotros, corremos el riesgo de no experimentar su poder.

¿SOY AGRADECIDO?
Reconocer lo que Jesús hace en nuestra vida, desde los milagros visibles hasta su obra redentora, nos lleva a corresponder con gratitud. Un corazón que no se olvida de lo que Dios hizo, hace y hará. La gratitud no es solo un gesto, sino una actitud que refleja nuestra comprensión de quién es Jesús y lo que ha hecho por nosotros.

 

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