«Puse en el SEÑOR toda mi esperanza; él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor. Me sacó de la fosa de la muerte, del lodo y del pantano; puso mis pies sobre una roca, y me plantó en terreno firme. Puso en mis labios un cántico nuevo, un himno de alabanza a nuestro Dios. Al ver esto, muchos tuvieron miedo y pusieron su confianza en el SEÑOR. Dichoso el que pone su confianza en el SEÑOR y no recurre a los idólatras ni a los que adoran dioses falsos. Muchas son, SEÑOR mi Dios, las maravillas que tú has hecho. No es posible enumerar tus bondades en favor nuestro. Si quisiera anunciarlas y proclamarlas, serían más de lo que puedo contar. A ti no te complacen sacrificios ni ofrendas, pero has abierto mis oídos para oírte; tú no has pedido holocaustos ni sacrificios por el pecado. Por eso dije: Aquí me tienes —como el libro dice de mí—. Me agrada, Dios mío, hacer tu voluntad; tu ley la llevo dentro de mí» Salmos 40.1-8
Muchas veces creemos que nuestra vida está limitada por lo que nos toca vivir. Nos convencemos de que si hubiésemos nacido en otro lugar, si hubiésemos tenido otros recursos o si nuestra historia fuera otra, entonces las cosas serían diferentes.
Y así empezamos a poner excusas: «no puedo prosperar porque no tengo los recursos», «no puedo salir adelante porque no tengo lo que otros tienen», etc. Y, sin darnos cuenta, dejamos que nuestras circunstancias definan nuestros resultados.
Seguimos esperando que algo cambie primero para recién ahí movernos. Pero mientras esperamos «el momento perfecto»… la vida se nos pasa.
NOS LLENAMOS DE EXCUSAS Y SOLO DEJAMOS QUE LAS CONDICIONES O CIRCUNSTANCIAS QUE VIVIMOS LIMITEN NUESTRA VIDA Y NUESTROS RESULTADOS.
La palabra «condicionado» significa que algo depende de una circunstancia. Es dejar que algo o alguien nos lleve a actuar de determinada forma, según lo que estamos viviendo. Y eso es justo lo que nos pasa: nuestra realidad nos controla. Nos deja paralizados, vacíos, desanimados.
Pablo escribe en Efesios 4.1-6 desde la cárcel, y no es una metáfora. Estaba sin recursos, sin libertad, sin apoyo. Pero no escribe quejas, escribe propósito.
En vez de enfocarse en lo que le falta, Pablo nos desafía a vivir con todo lo que somos. Y ahí está el punto: nosotros solemos poner el foco en lo que nos falta y en lo que no tenemos.
Eso nos lleva a olvidarnos de lo que Dios ya hizo. Nos olvidamos que fuimos llamados. Nos olvidamos de nuestra identidad. Y cuando nos olvidamos de eso, vivimos desanimados, con falta de ánimo y fuerza.
Los problemas nos lleven a poner nuestra atención en aquello que nos falta, en lo que nos duele, en lo que no salió como esperábamos.
DIOS NO SE LIMITA POR NUESTRA REALIDAD.
Al contrario Él nos vio como éramos, vio nuestra condición, y aun así decidió amarnos. Y AUN CONOCIENDO NUESTRA REALIDAD, ÉL VINO A CAMBIARLA.
Romanos 5.6 dice que éramos incapaces de salvarnos. Ser incapaz es no tener las condiciones necesarias para hacer algo. No podíamos cambiar, no podíamos salir. Pero Jesús vino a darnos una esperanza.
PACIENCIA HABLA DE ESPERANZA.
Por eso, en el Salmo 40, nos muestra que en medio de sus circunstancias eligió poner su esperanza en Dios. En la versión Reina Valera 1960 lo expresa así: «pacientemente esperé a Jehová».
DIOS DEMUESTRA SU AMOR POR NOSOTROS.
Dios ya nos ha demostrado su amor. Nos amó cuando menos lo merecíamos (Romanos 5.8). No hay amor más grande que ese. Por eso, ya no vivimos como antes, esclavizados por el miedo. (Romanos 8.15) Somos sus hijos. Adoptados. Llamados. Amados.
JESÚS MURIÓ POR NOSOTROS PARA QUE HOY NOSOTROS VIVAMOS DIGNAMENTE A ESE LLAMADO.
Fuimos llamados a vivir de forma digna. Y «digno» significa que algo se corresponde con su identidad. Nosotros somos hijos de Dios sin importar nuestra realidad. Vivamos de acuerdo a ese llamado.
Muchas veces dejamos que la realidad nos gane y termine cambiando nuestra forma de vivir, actuar y hasta de creer. Pero Pablo, incluso preso, seguía firme. En cambio, nosotros muchas veces nos dejamos llenar por el temor y el desánimo.
FUIMOS LLAMADOS POR DIOS, PARA QUE AHORA VIVAMOS DE ACUERDO A LO QUE SOMOS EN ÉL.
Somos hijos de Dios (Juan 11.2), vivamos como tal. Y ser hijo nos habla de que tenemos un Padre Celestial, que todo lo sabe, todo lo puede, y que ama sin medida. Mateo 6.9-13 nos habla de una oración enseñada por Jesús a sus discípulos que comienza reconociendo a Dios como padre. Una oración que abarca su soberanía, cuidado, protección y perdón.
PERO MUCHAS VECES OLVIDAMOS QUIÉN ES DIOS PORQUE NUESTRA ATENCIÓN SE PONE EN LAS REALIDADES QUE ESTAMOS VIVIENDO.
Y es ahí cuando nuestros comienzan a esclavizarnos, la preocupación vuelve a limitarnos y dejamos que los problemas vuelvan a tomar el control de nuestras vidas.
Pero hay un poder operando dentro nuestro, por eso Pablo en 2 Timoteo 1.6-7 nos anima a avivar la llama del don de Dios dentro nuestro. Porque ese fuego se apaga en el corazón de algunos cuando la realidad toma mayor poder y se lo damos a la realidad que vemos, cuando lo que vemos es pasajero (2 Corintios 4.16-18).
Y aun cuando el temor venga a decirnos una y otra vez: «no vas a poder», «si tu realidad fuera otra»… es necesario recordar que hemos recibido poder de parte de Dios, amor y dominio propio.
Hay un tesoro, un poder en nosotros y 2 Corintios 4.7-9 lo afirma. Los que esperan en Dios, tendrán nuevas fuerzas (Isaías 40.28-31).
NO NOS DEJEMOS LIMITAR, NO PERMITAMOS QUE EL MIEDO NOS ESCLAVICE OTRA VEZ.
Nuestra realidad no condiciona nuestro futuro, ni resultados ni nuestra manera de actuar y de vivir. Porque los problemas siempre van a estar, Jesús nos recuerda en Juan 16.3 que en esta vida afrontaremos aflicciones. Pero que Él ya ha vencido.
«Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman (…)» Romanos 8.28-39
Y cuando leemos este versículo, se nos vienen a la cabeza los problemas, enfermedades, deudas, miedos, inseguridades… Nos volvemos impacientes, pensando en cuándo terminarán estas situaciones, y permitimos que la duda tome poder en nuestra vida.
Pero es necesario recordar que lo que vivimos no es para nuestra destrucción, ni mucho menos nuestro final, SINO QUE ES LA OPORTUNIDAD PARA QUE PODAMOS COMPROBAR QUE DIOS DISPONE TODAS LAS COSAS PARA NUESTRO BIEN. Y no hay nada ni nadie que nos pueda separar de su amor (Romanos 8.29-39).
Necesitamos dejar de seguir viviendo con mentalidad vieja. Efesios 4.17-24 dice que nos quitemos el ropaje de la vieja naturaleza, que seamos renovados, que vivamos como personas transformadas.
Esto no es automático, hay una parte que nos toca. No es solo confiar, también es actuar. Y para eso necesitamos esfuerzo, una acción que demanda fuerza tanto física como moral.
Las situaciones que estamos viviendo son una oportunidad para ver a Dios obrar en nuestras vidas, para ser fortalecidos y para bendecir a otros. No hay nada que pueda limitarnos cuando Dios está en nosotros.
Muchas veces la realidad nos encierra en nuestros propios problemas y nos terminamos alejando de los demás. Pero cuando esperamos en Él, nuestra atención deja de estar en lo que nos duele y empieza a enfocarse en quienes nos rodean.
Jesús no solo nos da poder para atravesar cualquier situación, sino que usa nuestra vida, aun en medio del dolor, para bendecir y alentar a otros. Como también hay personas que están listas para bendecir nuestras.
Nuestra realidad no limita el poder de Dios, aun en las circunstancias todo lo podemos en Él (Filipenses 4.12-13).
No caminemos solos, provoquemos, conectemos, caminemos juntos. Pablo desde una cárcel enviaba un mensaje que nos anima aún en la actualidad.
Dios puede hacer mucho más con nuestra vida para bendecir a otros.
Hoy colocamos toda nuestra esperanza en Dios y recibimos nuevas fuerzas para alentar a otros.
REFLEXIÓN
¿QUÉ ME LIMITA HOY?
Constantemente nos ha frenado la idea de que nuestra vida depende de lo que vivimos. Empezamos a poner nuestra atención en lo que nos falta, dejando que el miedo y el desánimo tomen el control de nuestra vida y nos limite. Pero Dios puso un poder en nosotros, su Espíritu Santo. No estamos solos ni vacíos. Tenemos una fuerza para avanzar, y ya no seguimos atados a lo que no tenemos, ni a lo que nos limita porque tenemos a Aquel que nos da fuerza para seguir. Un Dios sin límites.
¿QUÉ ESTOY ESPERANDO QUE SUCEDA PARA AVANZAR?
Muchas veces esperamos que nuestra realidad cambie. Que lo que vemos sea distinto para comenzar a avanzar, y esto condiciona nuestra manera de vivir y de actuar en la vida. Pero es necesario recordar que ya no vivimos como antes: somos hijos, tenemos su Espíritu Santo en nosotros, un poder dentro nuestro. Podemos avanzar aun cuando la realidad no sea perfecta, porque no hay nada, ni nadie que pueda separarnos de su amor.
¿CUÁL ES MI EXCUSA PARA NO CREER?
Le hemos dado tanto lugar a las excusas que terminan tomando el control de nuestra vida, pero lo que vemos es pasajero. Nos enfocamos en la dificultad y nos olvidamos de lo eterno. Dios ya lo hizo todo: nos salvó, nos dio su Espíritu y nos llamó a vivir como hijos. No hay excusas para no creer. Hoy podemos animar, bendecir y caminar con otros gracias a su amor.