«Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo: » Eclesiastés 3.1 NVI
Todos atravesamos distintas temporadas a lo largo de la vida: tiempos buenos y tiempos difíciles. La vida no es una línea recta, es un ciclo de temporadas que no podemos controlar.
Algunas de esas temporadas llevan nombre propio: una separación, un duelo, una crisis, una enfermedad. Aunque no podamos controlar las temporadas, sí podemos controlar cómo las enfrentamos.
En una carta que escribió a Timoteo, el apóstol Pablo lo anima a mantenerse firme en medio de una temporada complicada. En ese contexto, Timoteo enfrentaba desafíos como la vanidad, el orgullo, las discusiones innecesarias, las críticas destructivas y comportamientos inmaduros en su entorno.
Pero Pablo no lo deja solo, sino que le da una guía clara para atravesar ese momento:
«Tú, en cambio, hombre de Dios, HUYE de todo eso, y esmérate en seguir la justicia, la piedad, la fe, el amor, la constancia y la humildad. PELEA la buena batalla de la fe; haz tuya la vida eterna, a la que fuiste llamado y por la cual hiciste aquella admirable declaración de fe delante de muchos testigos.» 1 Timoteo 6.11-12 NVI
Huir y pelear. Dos palabras que solemos asociar con algo negativo. Desde chicos nos dijeron frases como: «no seas cobarde», «los valientes no huyen», «en la vida hay que enfrentar lo que venga». Y también nos enseñaron que pelear está mal, porque lo asociaban con golpes, gritos, agresiones o escándalos.
PERO PABLO TOMA ESTAS DOS PALABRAS, LES DA UNA VUELTA Y UN SENTIDO PARA INCORPORARLAS EN NUESTRA VIDA.
#HUIR:
Pablo le escribe a Timoteo y le da un consejo clave: «tenés que huir de ciertas cosas». Entre ellas, menciona la codicia, el orgullo, la envidia y las contiendas (1 Timoteo 6.3-11). No le está hablando de huir por miedo, sino de tomar una decisión consciente: alejarse de todo lo que puede destruirte por dentro y por fuera.
Porque no todo se enfrenta. No todas las batallas se pelean. Hay cosas que no se discuten, se sueltan. Situaciones que no se confrontan, se evitan. Palabras que no se responden, se dejan pasar.
La palabra que usa Pablo para «huir» implica escapar, evadir, tomar distancia. Es una acción intencional: elegir moverse a tiempo para no quedar atrapados.
Porque hay cosas que parecen pequeñas, pero si nos descuidamos, nos enredan el alma: malos comentarios, malas intenciones, codicia, avaricia… y ahí es donde comienzan hacernos daño.
PERO NO SIEMPRE HAY QUE HUIR, HAY MOMENTOS DONDE NECESITAMOS PELEAR.
#PELEAR
Pablo le dice a Timoteo: «Pelea la buena batalla de la fe». No está hablando de discutir con personas ni de salir a defendernos con palabras. Está hablando de una lucha espiritual. De mantenerse firme por lo correcto, por la verdad, por la fe que hemos recibido.
Jesús también lo habla en Mateo 11.12: «Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos ha venido avanzando contra viento y marea, y los que se esfuerzan logran aferrarse a él» (NVI).
O como lo dice otra versión: «El reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan» (RV1960).
Lo que Jesús está diciendo es que desde que comenzó la predicación del Evangelio, hay resistencia y se requiere esfuerzo, determinación y valentía.
PELEAR LA BUENA BATALLA DE LA FE ES PELEAR POR LO ETERNO.
Y es que hay batallas buenas… y batallas que simplemente no se pelean. Pero cuando se habla de nuestra fe, si es necesario luchar con todas nuestras fuerzas porque esta pelea es por permanecer firmes: aun cuando todo nos quiere hacer dudar, por sostener la verdad de Dios cuando hay presión para soltarla, por no negociar lo que dice la Palabra para caerle bien a las personas.
Y es que esta buena batalla de la fe no es contra las personas, no requiere de un esfuerzo físico ni mucho menos de agresiones, si no más bien de luchar con todo nuestro ser contra todo lo que amenaza nuestra fe, nuestra relación con Dios y la verdad del Evangelio.
Timoteo estaba atravesando una temporada difícil en su entorno. Había tensiones, conflictos, actitudes inmaduras… y en medio de todo eso, Pablo lo anima a enfrentar esa temporada de una manera diferente.
Y al igual que Timoteo, en la vida vamos a pasar por muchas temporadas. No todo es lineal, no todo es predecible.
Eclesiastés 3 nos habla de 28 temporadas distintas, que van desde el nacimiento hasta la muerte, desde el llanto hasta la risa, desde el silencio hasta el habla, de reír, de llorar, de luto, de guerra, etc..
Y las dos primeras temporadas que se mencionan son contundentes: nacer y morir. Es decir, desde el punto de partida hasta el punto final, la vida se mueve dentro de una gran temporada llena de muchas otras, algunas largas, otras breves, algunas dulces, otras duras, pero todas fuera de nuestro control.
NO ELEGIMOS LAS TEMPORADAS QUE NOS TOCAN, PERO SÍ PODEMOS ELEGIR CÓMO RESPONDER EN MEDIO DE ELLAS.
Las temporadas en la vida no están hechas para durar para siempre. En algún momento, tienen que cerrarse para dar paso a una nueva. Pablo anima a Timoteo con acciones concretas: huí, peleá, mantenete firme.
Pero muchas veces, nosotros adoptamos una actitud pasiva en medio de la temporada difícil… y así, nos estancamos. Y es que no todos vivimos, ni enfrentamos las temporadas de la misma manera, pero toda etapa tiene que tener un final en algún punto.
No fuimos llamados a quedar atrapados en temporadas o ciclos interminables de dolor, confusión o desánimo, sino a avanzar hacia lo nuevo que Dios quiere hacer en nuestra vida.
DIOS ESTÁ EN CONTROL.
Las temporadas cambian, pero Dios no cambia. Las estaciones pasan, pero su presencia permanece firme y constante.
La oración, la Palabra y la comunión son pilares que Dios nos dejó para recordarnos que Él es fiel y siempre está con nosotros.
La oración es nuestra forma de reconocer que Dios está en control, de acercarnos a Él con nuestras necesidades y confiar en su cuidado. Su Palabra, la Biblia, nos sostiene, nos anima y nos consuela en medio de cualquier situación. Y la comunión, las reuniones de domingo, los grupos de conexión, nos invita a caminar juntos, apoyándonos y fortaleciéndonos en cada temporada que atravesamos.
NECESITAMOS DARLE HOY EL CONTROL A DIOS EN LA TEMPORADA QUE ESTAMOS VIVIENDO.
«Mi vida entera está en tus manos (…) » Salmo 31.15 NVI
Dios sabe exactamente en qué temporada estamos. Conoce cada lágrima, cada duda, cada miedo y cada batalla interna que enfrentamos.
Por eso hoy podemos decir con confianza: «no puedo controlar mis temporadas ni predecir lo que viene, pero sí puedo decidir que Dios tome el control total de mi vida».
En Isaías 6.1, el profeta nos cuenta que vio al Señor sentado en un trono alto y sublime, con sus faldas llenando el templo. Esto ocurrió justo en el año en que murió el rey Uzías, un momento de cambio y quizás incertidumbre para el pueblo.
Lo que Isaías está mostrando es una imagen poderosa: aunque los reyes mueran, aunque las autoridades cambien y aunque las circunstancias sean inciertas, sin importar la temporada que estamos viviendo Dios sigue sentado en su trono, soberano y en control absoluto.
Si estamos enfrentando nuestra temporada, no estamos llamados a caminar solos. Dios no quiere que lo hagamos así, y como iglesia tampoco. Estar solos es una decisión, pero sabemos que juntos somos mejores.
Juntos podemos pelear la buena batalla y avanzar con fe, confiando siempre en que Dios está en control de todo.
REFLEXIÓN
¿QUÉ TEMPORADA ESTOY VIVIENDO?
La vida está llena de distintas temporadas, como nos recuerda Eclesiastés 3: tiempos para reír y para llorar, para construir y para sanar, para la guerra y para la paz. Cada temporada es única y personal. Aunque no podemos elegir cuál nos toca, sí podemos reconocerla y darle un nombre. Eso nos ayuda a entender qué necesitamos hacer: cuándo es momento de huir de lo que nos destruye y cuándo debemos pelear con valentía la buena batalla de la fe para mantenernos firmes.
¿CÓMO ESTOY ENFRENTANDO MI TEMPORADA?
Dios está en control, y eso es lo que nos sostiene en medio de cualquier situación. Tenemos pilares firmes: la oración, que nos conecta y nos recuerda que Dios cuida de nosotros; la Palabra, que nos anima, sostiene y consuela; y la comunión, que nos fortalece y nos ayuda a no caminar solos. Apoyarnos en estos tres pilares es la forma en que podemos atravesar nuestras temporadas con fe y esperanza, confiando en que Dios guía cada paso.
¿ESTOY CAMINANDO SOLO?
La soledad es una decisión, pero no es la mejor. Dios no quiere que enfrentemos nuestras temporadas en soledad, y como VIVILO tampoco. Somos una iglesia de grupos de conexión, de personas que se apoyan y caminan juntas en cada temporada de la vida. Juntos somos mejores, juntos peleamos la buena batalla de la fe y avanzamos confiando en que Dios está en control de todo.