VERDAD QUE NOS HACE LIBRES

«Jesús se dirigió entonces a los judíos que habían creído en él, y les dijo: —Si se mantienen fieles a mis palabras, serán realmente mis discípulos; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.—Nosotros somos descendientes de Abraham —le contestaron—, y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo puedes decir que seremos liberados?» Juan 8.31-33

 

Llegamos al cierre del año, y con él, la clásica frase: «Año nuevo, vida nueva». Pero, ¿es realmente así? Muchas veces, arrancamos enero exactamente igual, creyendo que mágicamente todo mejorará, pero sin cambiar nada de fondo. Nos aferramos a promesas vacías como: «Mañana empiezo la dieta» o «El próximo año me pongo las pilas», y terminamos conformándonos con nuestra rutina.

En Juan 8:31-34, Jesús les habla de la verdad que nos hace libres. Sin embargo, los judíos que lo escuchaban no reconocían su propia esclavitud. Decían: «Nunca hemos sido esclavos de nadie», olvidando su historia de opresión y su sometimiento al imperio romano que en ese mismo momento estaban viviendo.

De la misma forma, nos mentimos a nosotros mismos, creyendo que no necesitamos a Dios. Pero la realidad es que muchas veces somos esclavos de pensamientos, hábitos, vicios y mentiras que nos atan. Y Jesús lo deja en claro en Juan 8.34 nos dice «Les aseguro que todo el que peca es esclavo del pecado».

NUESTRA BOCA TIENDE A HABLAR ACERCA DE NUESTRA REALIDAD, NO HABLAR LA VERDAD DE DIOS.

Y hay tantas personas atrapadas en mentiras como «No valgo nada», «Nadie me quiere» o «No voy a poder cambiar». Palabras que no reflejan la verdad de Dios.

Al igual que aquellas mentiras buscan esclavizarnos, muchas veces la misma realidad que nos rodea es la que nos limita.

En Marcos 5.21-23 se nos cuenta la historia de Jairo, Jairo, un jefe de la sinagoga, vivió uno de los momentos más difíciles de su vida. Su hija pequeña estaba al borde de la muerte, y en su desesperación, buscó a Jesús, rogándole: «Mi hijita se está muriendo. Ven, pon tus manos sobre ella para que se sane y viva».

Jesús aceptó ir con él, pero el camino se volvió aún más complicado. Llegaron noticias desgarradoras: «Tu hija ha muerto. ¿Para qué sigues molestando al Maestro?». Frente a esta realidad, Jesús respondió con palabras llenas de esperanza: “No tengas miedo; nada más cree”.

Cuando llegaron a la casa, el ambiente era de luto, con lágrimas y gritos de desesperación. Sin embargo, Jesús declaró: «La niña no está muerta, sino dormida». Aunque algunos se burlaron, Él tomó de la mano a la niña y le dijo: «Talita cum», que significa: «Niña, a ti te digo, ¡levántate!». En ese instante, la niña se levantó y comenzó a caminar, llenando de asombro a todos los presentes.

Esta historia nos recuerda que, aunque nuestra realidad parezca imposible de cambiar, Jesús tiene el poder de transformar cualquier situación. Sus palabras nos desafían a confiar: «No tengas miedo; nada más cree».

Y frente a los desafíos y temores, podemos decidir entregar nuestras cargas a Dios, sabiendo que Él es quien sostiene y tiene el control. En Él, la desesperación puede convertirse en esperanza, y lo imposible en testimonio de su amor y poder.

En Juan 8.32, Jesús dice: «Conocerán la verdad, y la verdad los hará libres». Esta verdad nos permite vivir más allá de nuestra realidad, como nos muestra la historia de Jesús con la hija de Jairo.

Jesús, al llegar a la casa, vio la desesperación de la gente y dijo: “La niña no está muerta, sino dormida”. Para muchos, esto era incomprensible, pero la verdad de Dios, aunque difícil de entender en algunos momentos, es lo que nos da la capacidad de vivir de acuerdo a su voluntad, no a nuestras circunstancias.

CONOCER LA VERDAD ES LO QUE NOS PERMITE VIVIR POR ENCIMA DE NUESTRA REALIDAD.

Y es que muchas veces nos dejamos condicionar por nuestra realidad. Si las cosas van bien, y tenemos recursos, invitamos a alguien a comer; Pero cuando no tenemos, nos vemos atrapados por nuestra realidad.

Pero la verdad de Dios nos desafía a ser generosos sin importar las circunstancias, como nos recuerda Hechos 20:35: «Más bienaventurados son los que dan que los que reciben». 

Mi realidad es que soy tímido, no puedo hablar y dejo de compartir el mensaje de Jesús con otros. Pero la verdad de Dios nos dice en Filipenses 4:13: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece».

La verdad de Dios también nos enseña a ser agradecidos, incluso cuando no entendemos todo lo que está pasando. 1 Tesalonicenses 5:18 dice: «Sean agradecidos en toda circunstancia, esa es la voluntad de Dios para ustedes».

EL CREER LO QUE DIOS NOS DICE, NOS HACE VIVIR LIBRES DE NUESTRA REALIDAD. NUESTRA REALIDAD YA NO NOS CONDICIONA.

Hemos vivido tanto tiempo en una mentira, dejando que el tiempo pase y permitiendo que el sufrimiento tome control de nuestras vidas. Creyendo que no hay una escapatoria, viviendo esclavos de una realidad.

Y es momento de levantar la mirada y comenzar a aferrarnos a la verdad de Dios. Teniendo la confianza de que Dios tiene otros planes para nuestras vidas.

Como lo dice Isaias 55.8-9 ««Porque mis pensamientos no son los de ustedes ni sus caminos son los míos», afirma el Señor «Mis caminos y mis pensamientos son más altos que los de ustedes;¡más altos que los cielos sobre la tierra!»

NUESTRA VERDAD ESTA EN LO QUE DIOS DICE DE NUESTRAS VIDAS.

Ni los diagnósticos, ni los errores, ni siquiera nuestras circunstancias nos definen. Dios tiene pensamientos y planes más altos para cada uno de nosotros.

PORQUE NUESTRA SEGURIDAD ES QUE LA VERDAD DE DIOS ESTA POR ENCIMA DE CUALQUIER REALIDAD.

Habacuc 3.17-18 dice «Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, Aunque falte el producto del olivo y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la majada, y no haya vacas en los corrales; con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación.»

Y en este pasaje Habacuc nos muestra que «Aunque», a pesar de…. Aunque no lo vea, aunque no lo sienta, aunque sea una locura, DIOS SIEMPRE TIENE EL CONTROL.

Es tiempo de dejar de vivir bajo esas mentiras que hemos estado creyendo o aun más dejar de rendirnos ante nuestra realidad.

La verdad de Dios es más grande, y cuando creemos en esa verdad, nuestra fe se fortalece.

Ya no estamos condicionados por lo que vemos o sentimos; podemos declarar que, a pesar de las circunstancias, Dios tiene un propósito más grande para nuestras vidas.

 

 



¿QUÉ MENTIRA ESTOY CREYENDO?
Hemos llegado a acostumbrarnos tanto a vivir bajo mentiras que, con el tiempo, terminamos tomándolas como verdades en nuestras vidas. Mentiras sobre nuestro valor, sobre nuestra identidad e incluso sobre nuestro futuro. Pero Dios nos llama a vivir una vida en libertad. Cuando somos determinados en creer en su verdad, esa verdad nos libera y transforma nuestras vidas.

¿ESTOY DEJANDO QUE LA REALIDAD ME LIMITE?
Muchas veces nos dejamos dominar por lo que sentimos, vemos o experimentamos en nuestras circunstancias. Nuestra realidad, con sus problemas, temores y limitaciones, puede convertirse en un obstáculo que nos ciega para reconocer lo que Dios ha dicho y prometido.

Y esto nos lleva a creer más en lo que nuestra situación nos dice que en la verdad de Dios, quien afirma que Él tiene el control, nos ama y está obrando siempre a nuestro favor.

Permitir que nuestra realidad nos limite es olvidar que Dios trasciende cualquier circunstancia y que Su verdad es más grande que lo que enfrentamos.

¿CREO EN LA VERDAD DE DIOS?
Creer en la verdad de Dios es aceptar con fe lo que Dios dice sobre quién es Él, quiénes somos nosotros y lo que ha prometido. Es confiar en Su palabra, aun cuando nuestras circunstancias digan lo contrario. Creer en Su verdad significa vivir con la certeza de que Su amor, Su gracia y Su plan son perfectos, y que Su poder tiene la capacidad de transformar nuestras vidas. Es decidir basar nuestra vida en lo que Dios dice, no en lo que sentimos o vemos. Conocer y creer en su verdad nos da libertad, porque nos permite ver más allá de nuestras limitaciones y nuestra realidad, alineando nuestra vida con su propósito.

 

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