«Tú, en cambio, hombre de Dios, huye de todo eso y esmérate en seguir la justicia, la devoción, la fe, el amor, la constancia y la humildad. Pelea la buena batalla de la fe; haz tuya la vida eterna, a la que fuiste llamado y por la cual hiciste aquella admirable declaración de fe delante de muchos testigos.» 1 Timoteo 6.11-12
Muchas veces nos encontramos con obstáculos que nos hacen preguntarnos hasta cuándo debemos seguir insistiendo. Cuando las cosas no salen como esperamos, cuando parece que todo está en nuestra contra y el desánimo nos invade, es fácil pensar en abandonar.
Nos cansamos de insistir, de intentarlo una y otra vez sin ver cambios. Parece que salimos de una dificultad solo para entrar en otra, como si no hubiera tregua. Y en medio de todo, las opiniones ajenas no faltan, sacando conclusiones apresuradas sobre nuestra situación.
En Hechos 27-28 vemos que Dios tenía un plan para Pablo: debía ir a Roma. Sin embargo, el camino no fue nada fácil. Pablo fue apresado y llevado bajo custodia en un barco. Durante el viaje, se desató una tormenta que los llevó al límite: días sin comer, desesperación y, finalmente, un naufragio. A duras penas, llegaron a la isla de Malta.
Cuando Pablo encendía un fuego, una víbora salió de entre las llamas y lo mordió. Y en ese momento, podríamos pensar: ¿Qué más le puede pasar a este tipo? Una tras otra, cada situación parece peor que la anterior. Y como suele pasar, todos comienzan a opinar, todos esperando a que pase lo peor.
La gente que lo rodeaba no tardó en sacar conclusiones. Al ver la serpiente colgada de su mano, comenzaron a decirse entre ellos: «Sin duda este hombre es un asesino; aunque se salvó del mar, la justicia divina no le permite vivir» (Hechos 28.4 NVI).
Hay un cierto morbo en esto, como si la gente disfrutara del sufrimiento ajeno. Queremos ver sangre, sacar conclusiones apresuradas y hasta ponerle un título sensacionalista, como si fuera una noticia impactante.
Como en la historia de Pablo, todos miraban esperando lo peor, listos para sentenciar su destino. Y muchas veces nos sentimos así: en el centro de la tormenta y rodeados de opiniones. Pero en lugar de buscar respuestas en los lugares equivocados, hay algo que realmente podemos hacer para mantenernos firmes en los días difíciles.
Porque nuestra lucha va más allá de lo que vemos. Como dice Efesios 6:12-13: «Porque nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales. Por lo tanto, pónganse toda la armadura de Dios, para que cuando llegue el día malo puedan resistir hasta el fin con firmeza».
LA VIDA ESTA LLENA DE DÍAS MALOS, PERO DIOS QUIERE QUE PODAMOS RESISTIR A ELLOS.
Que no nos dejemos vencer por las circunstancias, sino que podamos mantenernos firmes y resistir. Y resistir es mantenerse firme sin dejarse vencer por la presión, el dolor o las dificultades.
Y hay tres cosas que necesitamos hacer para poder estar firmes.
#1 INSISTIR Y NO DEJARNOS VENCER POR UN «NO».
En Lucas 18:1-8, Jesús contó una parábola para enseñar que «debemos orar siempre, sin desanimarnos». En un pueblo, una viuda acudía repetidamente a un juez para pedirle justicia, diciendo: «Hágame usted justicia contra mi adversario». Sin embargo, el juez «no tenía temor de Dios ni consideración de nadie», por lo que ignoró su pedido durante un tiempo.
Pero la viuda no se rindió y siguió insistiendo una y otra vez. Finalmente, el juez, cansado de su persistencia, dijo: «Como esta viuda no deja de molestarme, voy a tener que hacerle justicia, no sea que con sus visitas me haga la vida imposible».
NO ACEPTEMOS UN NO COMO RESPUESTA. HAY UNA ACCIÓN QUE TENEMOS QUE HACER PARA NO DESANIMARNOS Y PERDER LAS FUERZAS, QUE ES INSISTIR.
Aunque muchas veces nos sintamos como la viuda, solos sin que nadie nos ayude, sigamos insistiendo, sin que nadie ni nada nos robe o quite las fuerzas para seguir luchando. Porque lo más fácil es abandonar y desistir, pero eso solo nos lleva a frustración, desánimo y tristeza, afectando nuestra vida.
No hay excusas para dejar que los problemas se conviertan en razones para no continuar. Por eso, hay algo que necesitamos entender: no le demos lugar a la duda, sino insistir. E insistir no es más que repetir una acción hasta obtener el resultado.
La parábola de la viuda termina con una pregunta desafiante de Jesús: «No obstante, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?».
La fe no se rinde ante excusas ni obstáculos, no se detiene en un «no». La fe siempre encuentra una razón para seguir adelante.
#2 INSISTIR Y SABER LO QUE QUEREMOS.
En Marcos 10.46-52 encontramos a Bartimeo, un mendigo ciego que, al oír que Jesús pasaba, comenzó a gritar: «¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!». Muchos intentaron hacerlo callar, pero él gritó aún más fuerte.
Jesús se detuvo y dijo: «llámenlo», y quienes antes lo querían silenciar ahora le dijeron: «¡Ánimo! ¡Levántate! Te llama». Bartimeo arrojó su capa, que en ese momento significaba su protección, su bien más preciado, porque la capa no solo le servía como abrigo, sino que le daba identidad como un verdadero mendigo, ya que con ella pedía limosnas y garantizaba su sustento.
Entonces, Jesús le preguntó: «¿qué quieres que haga por ti?», y él respondió con fe: «Raboni, quiero ver». Jesús le dijo: «Puedes irte, tu fe te ha sanado», y al instante recobró la vista y siguió a Jesús.
La fe viva de Bartimeo lo llevó a creer y a insistir en su objetivo.
Y hay personas que se rinden con facilidad y, ante la primera dificultad, se frenan. Abandonan la pelea y dejan pasar las oportunidades.
Y muchos otros que no reciben porque no persisten, porque no insisten en eso que desean recibir. Pero una fe viva no solo nos mantiene creyendo, sino que nos impulsa a perseverar, a seguir firmes y constantes en nuestra acción de buscar.
NO DEJEMOS PASAR OPORTUNIDADES.
Algunos no solo abandonan la pelea, sino que dejan pasar las oportunidades, conformándose solo con ver la oportunidad. Pero este ciego solo escuchó. Oír le fue suficiente para entender que era su momento, y nada le iba a robar la oportunidad.
Pero a veces llegamos o queremos ser tan correctos y cuidadosos que, sin darnos cuenta, terminamos dejando que nos roben y aceptamos perder las oportunidades. Pero este ciego no permitió que eso le pasara: gritó a pesar de que todos querían callarlo. No dejó que nada ni nadie le arrebatara su oportunidad.
HAGÁMONOS OÍR.
Mientras más intentaban callar al mendigo, él gritaba aún más fuerte. No dejemos de gritar, no dejemos de llamar, no dejemos de pedir, no dejemos de insistir, porque hay acciones que sobresalen y marcan la diferencia.
Bartimeo no solo era ciego, era mendigo, su identidad estaba en ello. Pero al momento que fue llamado por Jesús, no le importó nada, corrió hacia Jesús.
Nos hemos aferrado tanto a lo que nos ha dado identidad, que a veces no nos damos cuenta de que necesitamos soltar y aferrarnos a insistir por eso que deseamos ver. Bartimeo no se aferró a los años de mendigo, dejó atrás lo que lo definía para ir tras Jesús.
Y hay muchos creyentes siguen viviendo como mendigos, cuando tienen a un Dios todopoderoso que puede darles mucho más. Bartimeo lo entendió todo: insistió y supo pedir lo que quería.
Mientras muchos aún no saben qué quieren para su vida, él tenía claro su deseo porque sabía que estaba delante de Aquel que todo lo puede. No pidió migajas, no se dejó limitar por la opinión de otros y, despojándose de lo que había sido su realidad, fue tras su milagro.
#3 INSISTIR Y MOVERSE EN UNA ACCIÓN PRECISA.
En Marcos 5.25-34, encontramos a una mujer que llevaba doce años padeciendo hemorragias. Había sufrido mucho, gastado todo lo que tenía en médicos y, en vez de mejorar, su situación solo empeoraba.
Pero cuando escuchó hablar de Jesús, creyó que algo podía cambiar. Se acercó entre la multitud y pensó: «Si logro tocar siquiera su manto, quedaré sana». Con fe, tocó el manto de Jesús y, en ese mismo instante, su enfermedad desapareció por completo.
La biblia nos relata que «Jesús se dio cuenta de que había salido poder de sí mismo», preguntó quién lo había tocado. La mujer, con temor, se acercó y contó la verdad. Entonces, Jesús le dijo: «¡Hija, tu fe te ha sanado! Vete en paz y queda sana de tu aflicción».
Muchas veces nos hemos sentido así como esta mujer, gastamos fuerzas, dinero, sintiendo que todo va de mal en peor. Pero esta mujer no se conformó, al contrario, insistió abriéndose camino entre la multitud para poder acercarse a Jesús.
HAY ACCIONES QUE NOS TOCAN HACER A NOSOTROS.
Necesitamos dejar que los impedimentos, las perdidas y las frustraciones nos lleven a postergar una acción. Hay muchos que dejan cosas para mañana, aplazan responsabilidades y obligaciones, y por sobre todo acciones.
Una acción de fe provoca que poder salga de Jesús y no es que a Él le falte poder, sino que muchas veces no estamos tomando la acción de fe necesaria para verlo obrar. No estamos provocando situaciones para que Dios actúe. La fe de esta mujer la llevó a recibir sanidad.
No nos rindamos. No abandonemos la lucha ni permitamos que las dificultades o los fracasos del pasado nos quiten las fuerzas para seguir adelante, insistir es no dejar de intentarlo, es no darnos por vencidos, es no abandonar.
Insistir es seguir en la acción, aunque las circunstancias o las situaciones sean adversas. Aunque las opiniones de los demás se levanten y digan «no vas a lograrlo».
1 Timoteo 6.11-12 nos recuerda «Tú, en cambio, hombre de Dios, huye de todo eso Esmérate en seguir la justicia, la devoción, la fe, el amor, la constancia y la humildad. Pelea la buena batalla de la fe; haz tuya la vida eterna»
Huyamos de todo lo que nos ha limitado y frenado hasta hoy. Enfoquémonos con atención y cuidado en mantener nuestro corazón en el lugar correcto.
«Pelea la buena batalla de la fe». Pelear es luchar con todas nuestras fuerzas para vencer y alcanzar un propósito. Sin embargo, muchas veces aceptamos la derrota y nos frenamos. No nos cansemos de luchar.
Luchemos por nuestra vida, nuestra salvación, nuestra familia, por la presencia de Dios y por todo aquello en lo que necesitamos ver un resultado. Sigamos firmes hasta verlo cumplido.
«Haz tuya la vida eterna». En otra versión nos dice «Hecha mano» Lo que nos llama a aferrarnos, tomar con fuerza y apropiarnos de ella. No es algo distante, sino una realidad que debemos vivir con determinación.
SI QUEREMOS VER RESULTADOS, VAMOS A TENER QUE INSISTIR. A NADA QUE NO LE DEDIQUEMOS TIEMPO TENDRÁ RESULTADOS.
En Hebreos 10.35-39 se nos llama a no abandonar nuestra confianza, porque tiene una gran recompensa. Perseverar es mantenernos firmes y constantes, sin volver atrás, sin rendirnos ante los «no» que la vida nos ha dado porque aquellos que esperan en Dios recibirán nuevas fuerzas.
Romanos 8.37 nos recuerda que «en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó». Tenemos la seguridad y la confianza de que Él pelea por nosotros y que de Él sale poder.
Ya no vivamos más según nuestros sentimientos, no perdamos más años bajo el dolor, no más mendigando en esta vida.
Pasaremos por obstáculos, pero somos más que vencedores, porque nuestra fe no se basa en sabiduría humana, sino en el poder de Dios y en lo que Él puede hacer (1 Corintios 2.4-5).
Marcos 16.15-20 nos habla de las señales que acompañarán a quienes creen. Dios respalda a quienes avanzan en fe, y su poder se manifiesta en lo imposible.
No se trata de evitar las dificultades, sino de ver su poder actuando en nuestras vidas, insistir y no dudar. Porque somos más que vencedores en aquel que hizo todas las cosas.
Su poder actúa sobre cada imposible.
¿EN QUÉ ÁREA NECESITO VER EL PODER DE DIOS ACTUANDO EN MI VIDA?
Necesitamos el poder de Dios en aquellas áreas donde sentimos que hemos estado luchando en nuestras fuerzas y no hemos visto un avance. Dios nos llama a no abandonar nuestra confianza, a perseverar y a insistir en fe, porque su poder actúa sobre los imposibles.
¿CUÁLES SON ESOS “NO” QUE HOY ESTOY CREYENDO Y QUE ME HAN FRENADO?
A veces, hemos escuchado un «no» que nos desanimó, generó miedo o nos hizo sentir derrotados, condicionando y limitado nuestras acciones futuras. Pero insistir requiere tiempo y acción. Si creemos en un Dios todopoderoso, no podemos rendirnos ante lo imposible.
El que insiste no se cansa, y los que esperan en Dios reciben nuevas fuerzas. No debemos conformarnos con lo que nos dijeron que no se podía, sino aferrarnos a lo que Dios dice y avanzar en fe.
¿CÓMO PUEDO AVANZAR A PESAR DE LAS CIRCUNSTANCIAS?
Dios nos llama a perseverar, a insistir en fe y a no rendirnos. Dios nos asegura que somos más que vencedores, que no debemos vivir de sentimientos o experiencias pasadas que nos han marcado. Su poder se manifiesta cuando creemos, avanzamos y provocamos que Él obre en nuestra vida. Hoy es el momento de aferrarnos a Dios y tomar lo que Él tiene para nosotros. Jesús dijo que a quienes creen, las señales los acompañarán (Marcos 16.15-18). No se trata de evitar las dificultades, sino de ver su poder actuando en cada situación imposible.