«No nos cansemos de hacer el bien, porque a su debido tiempo cosecharemos si no nos damos por vencidos. Por lo tanto, siempre que tengamos la oportunidad, hagamos bien a todos y en especial a los de la familia de la fe.» Gálatas 6.9-10 NVI
Vivimos en una cultura que busca lo inmediato, lo fácil, lo que no demande esfuerzo. Nos acostumbramos a esperar soluciones rápidas y respuestas instantáneas, y cuando no las encontramos, nos frustramos.
Muchas veces, cuando enfrentamos dificultades o situaciones que no salen como esperábamos, tomamos decisiones basadas en lo que sentimos en el momento. Nos dejamos llevar por la frustración, el dolor o el desánimo.
Cuando vivimos así, perdemos oportunidades. Dejamos que nuestras emociones momentáneas nos frenen en lugar de avanzar en lo que Dios nos llamó a hacer. Nos limitamos a lo que sentimos y nos olvidamos de que hacer el bien no depende de nuestras circunstancias, sino de nuestra decisión de obedecer a Dios.
Gálatas 6:9 NVI nos recuerda: «No nos cansemos de hacer el bien, porque a su debido tiempo cosecharemos si no nos damos por vencidos.»
Dios nos rodea de oportunidades para hacer el bien, pero muchas veces no las vemos porque estamos enfocados en nuestro cansancio, en la falta de reconocimiento o en la indiferencia de los demás.
Día a día tenemos oportunidades para hacer el bien, pero muchas veces las dejamos pasar por falta de atención, por descuido o por desánimo. Dios nos llama a ser diligentes, es decir, a estar atentos, a actuar con rapidez y compromiso.
Jesús nos dejó un mandamiento claro en Mateo 22:37-39 NVI «Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente”—respondió Jesús—. Este es el primero y el más importante de los mandamientos. El segundo se parece a este: "Ama a tu prójimo como a ti mismo"».
Jesús nos llama a una acción con una dirección clara: amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Esto significa hacer el bien al otro con la misma dedicación con la que lo haríamos por nosotros. Amar no es solo un sentimiento, sino una decisión que nos impulsa a actuar con diligencia, esmero y esfuerzo. Es estar atentos a cada oportunidad que Dios nos da para reflejar su amor.
La diligencia no es solo hacer algo bien, sino hacerlo con interés, con dedicación y con prontitud. No se trata de esperar el momento perfecto o la situación ideal, sino de actuar cuando Dios nos muestra la oportunidad. La falta de diligencia nos lleva a la negligencia, y la negligencia nos hace perder las oportunidades que Dios nos da para impactar a otros.
Y la negligencia no es más que: Falta de cuidado, aplicación y diligencia de una persona en lo que hace, en especial en el cumplimiento de una obligación.
CADA ÁREA DE NUESTRA VIDA ES UNA OPORTUNIDAD.
Todo lo que nos rodea es una oportunidad para hacer el bien. Nuestras amistades, nuestra familia, nuestro trabajo, nuestra iglesia, incluso nuestros vecinos. Aun cuando las cosas no estén bien, aun cuando haya conflictos o dificultades, Dios nos llama a actuar con amor, y compartir su mensaje de salvación.
Gálatas 6:10 NVI nos recuerda: «Por lo tanto, siempre que tengamos la oportunidad, hagamos bien a todos, y en especial a los de la familia de la fe.»
Pero muchas veces somos nosotros mismos quienes nos limitamos. Cuando las cosas no salen como queremos, cuando no vemos el impacto inmediato, retrocedemos, damos un paso al costado y decidimos no involucrarnos más. Dejamos de insistir, de invertir tiempo y esfuerzo en los demás, porque creemos que no vale la pena o que ya hicimos suficiente.
Nos falta paciencia. Queremos ver resultados inmediatos, pero la vida no funciona así. Hacer el bien es una carrera que se corre con perseverancia. Hebreos 12:1 NVI nos dice: «Corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante.»
Necesitamos entender que hacer el bien a otro es una carrera que se nos está encomendando; es más, la palabra dice que no nos cansemos, porque a su debido tiempo cosecharemos si no nos damos por vencidos (Gálatas 6.9 NVI)
LA PACIENCIA NOS AYUDA A PERSEVERAR PARA VER RESULTADOS.
La paciencia nos ayuda a seguir avanzando, aun cuando no vemos los resultados. En 1 Tesalonicenses 5:14-24 NVI, Dios nos da una instrucción clara: «Hermanos, también rogamos que amonesten a los holgazanes, estimulen a los desanimados, ayuden a los débiles y sean pacientes con todos».
Hacer el bien muchas veces implica conversaciones incómodas, implica animar y ayudar a otros, aun cuando no recibimos nada a cambio. Pero muchas veces se nos hace más fácil dejar pasar situaciones, mirar para otro lado y decir «no es mi problema». Pero Dios nos llama a no cansarnos y a ser pacientes.
LAS MEJORES RECOMPENSAS EN LA VIDA REQUIEREN TIEMPO, ESFUERZO Y PERSEVERANCIA.
No cansarnos de hacer el bien es ser constantes, es una decisión. La constancia nos habla deuna voluntad inquebrantable y continuada en la determinación de hacer una cosa o en el modo de realizarla.
«Todos los deportistas se entrenan con mucha disciplina. Ellos lo hacen para obtener una corona que se echa a perder; nosotros, en cambio, por una que dura para siempre. Así que yo no corro como quien no tiene meta; no lucho como quien da golpes al aire. Más bien, golpeo mi cuerpo y lo domino, no sea que después de haber predicado a otros, yo mismo quede descalificado». 1 Corintios 9:25-27 NVI
En estas palabras de Pablo, encontramos claridad de propósito, una voluntad inquebrantable y determinación. Él tenía una meta clara y estaba dispuesto a disciplinarse para alcanzarla. Dios nos llama a vivir con esa misma determinación, sin dejarnos desviar por el cansancio o las dificultades.
Pablo dice: «Golpeo mi cuerpo y lo domino». Esto significa que no podemos permitir que nuestros sentimientos o problemas nos controlen. Muchas veces, nuestro cansancio, nuestra frustración o la falta de resultados nos hacen perder el enfoque de lo que realmente importa. Nos distraemos y olvidamos que fuimos llamados a hacer el bien, es decir, ACERCAR A LAS PERSONAS A DIOS.
DIOS QUIERE MOSTRAR SU AMOR A TRAVÉS DE NUESTRAS VIDAS.
No nos quedemos atrapados en lo que sentimos o en lo que vemos con nuestros propios ojos. Es tiempo de dejar de limitarnos. Dios está obrando, incluso cuando no podemos verlo.
Por eso, necesitamos dejar de centrarnos en nosotros mismos y fijar nuestra mirada en Dios. Cuando nuestra confianza está en lo que Él es capaz de hacer y en que su plan es mayor que nuestras circunstancias, nos movemos en fe y vemos resultados.
NO NOS CANSEMOS DE HACER EL BIEN.
Gálatas 6.9 NVI nos vuelve a recordar: «A su debido tiempo cosecharemos si no nos damos por vencidos».
Dios ve nuestro esfuerzo, cada paso de fe, cada acto de amor. No permitamos que el cansancio nos haga abandonar la misión que Dios nos ha dado, que es que otros conozcan su amor.
La recompensa llegará a su tiempo. No es momento de rendirnos, es momento de confiar, de insistir, de seguir avanzando con la certeza de que Dios está con nosotros.
¿ESTOY APROVECHANDO LAS OPORTUNIDADES QUE DIOS ME DA?
Dios nos rodea de oportunidades para hacer el bien cada día, pero muchas veces las dejamos pasar por distracción, desánimo o comodidad. Cada oportunidad es un momento para reflejar su amor a través de acciones y compartiendo el mensaje de salvación que transforma vidas, como transformó la nuestra.
¿ESTOY HACIENDO EL BIEN AUNQUE NO VEA RESULTADOS?
Hacer el bien requiere paciencia, porque muchas veces no vemos cambios inmediatos. Ser pacientes es seguir ayudando, sirviendo y mostrando amor, incluso cuando no hay respuestas rápidas. Hebreos 12.1 nos anima a «correr con paciencia la carrera que tenemos por delante», recordándonos que cada acción cuenta y que, si perseveramos, veremos los resultados en el tiempo correcto.
¿ESTOY SIENDO CONSTANTE?
A veces hacemos el bien y no vemos cambios, pero eso no significa que no estén ocurriendo. Dios nos asegura que, si no nos rendimos, en el momento correcto veremos el resultado (Gálatas 6.9). Ser constantes es seguir avanzando aunque no veamos avances inmediatos, confiando en que cada esfuerzo vale la pena. Lo que sembramos hoy dará fruto en su tiempo.