«Tú, en cambio, hombre de Dios, huye de todo eso y esmérate en seguir la justicia, la devoción, la fe, el amor, la constancia y la humildad. Pelea la buena batalla de la fe; haz tuya la vida eterna, a la que fuiste llamado y por la cual hiciste aquella admirable declaración de fe delante de muchos testigos. Teniendo a Dios por testigo, el cual da vida a todas las cosas, y a Cristo Jesús, que dio su admirable testimonio delante de Poncio Pilato, te encargo que guardes este mandato sin mancha ni reproche hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo, la cual Dios a su debido tiempo hará que se cumpla. Al único y bendito Soberano, Rey de reyes y Señor de señores,» 1 Timoteo 6.11-15 NVI

¿Has notado cómo las crisis revelan dónde estamos parados en la vida? Cuando las situaciones difíciles llegan, queda en evidencia que tan firme está nuestra fe. Porque nos guste o no, creer en Dios no nos exime de atravesar momentos difíciles. No podemos evitar muchas de las situaciones desagradables que nos toca afrontar, pero hay algo que sí podemos decidir, y es cómo queremos que la crisis nos encuentre.

¿Cuántas veces nos encontramos viviendo por inercia, simplemente dejando que las cosas fluyan, que la vida pase? Es en esos momentos difíciles donde nos damos cuenta de que hemos dejado apagar nuestra fe, que no nos hemos preparado para atravesar la tormenta y poder salir enteros de ella, no fuimos intencionales.

Pablo le aconseja al joven líder Timoteo que “pelee la buena batalla de la fe, que se aferre a la vida eterna” en un momento en el que la iglesia estaba en crisis y muchos creyentes habían declinado su fe en Dios al dejarse llevar por otras situaciones o ideas. Esta expresión y la analogía de la batalla que Pablo utiliza nos deja ver el peso del desafío al que nos enfrentamos, lo que Pablo está diciendo es: Peleá bien, porque al igual que en el campo de guerra, es tu vida la que corre peligro. Una batalla no es un juego, ya que al finalizar todos quedan como amigos y comparten un tercer tiempo juntos. En una batalla quien pelea es consciente de que se trata de algo de vida o muerte.



Somos desafiados a través de estas palabras a tomar un rol protagónico y activo en la batalla de nuestra vida. No podemos simplemente esperar a que la amenaza llegue, a que la crisis nos encuentre, necesitamos prepararnos para poder pelear bien. Y podemos encontrar en todo el consejo de Pablo, algunas herramientas para poder llevar a cabo esta batalla. “Tú, en cambio, hombre de Dios, huye de todo eso y esmérate en seguir la justicia, la devoción, la fe, el amor, la constancia y la humildad…” Hay momentos en los que pelear bien la batalla va a implicar huir de lugares que quieren desviarnos de nuestra fe. Huir de aquello que atenta contra mi vida, contra lo que Dios está haciendo en mí. Tal vez en un tiempo, te vuelvas a encontrar con esa amenaza y puedas superarla con éxito, pero hoy, sí eso es peligroso, hui, corre por tu vida, corre hacia aquello que edifica tu fe. Hui, por ejemplo, de aquellos consejos que te alejan de Dios y rodéate de personas que hablen vida sobre vos (Proverbios 27.12). Otras veces, las amenazas están en nuestros pensamientos, en nuestras emociones, y necesitamos huir de ese lugar de soledad, romper el aislamiento y buscar ayuda, quitarle poder a aquellos pensamientos que quieren matar nuestra fe.

Además de huir, tenemos armas poderosas que Dios nos da para pelear bien la batalla de la fe. “Tomen el casco de la salvación y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios. Oren en el Espíritu en todo momento, con peticiones y ruegos. Manténganse alertas y perseveren en oración por todos los creyentes.” (Efesios 6:17-18 NVI)

Tenemos la palabra de Dios para contrarrestar cualquier cosa que quiera amenazar nuestra fe y confianza en Él. Hacer propia la salvación, aferrarnos a ella, es recordar que cada promesa en su palabra es para nosotros. Pero no podemos aferrarnos a una promesa que no conocemos, por eso dedicar tiempo a leer la biblia, meditar en ella, recordarnos una y otra vez cada promesa, cada verdad, nos va a fortalecer para el día que nos toque atravesar la prueba. De la misma manera que la oración, tenemos la posibilidad de hablar con Dios en cualquier momento y lugar. No es tan fácil soltar nuestros problemas a un extraño en la fila del banco o en la peluquería, pero cuanto nos cuesta ir a Dios a exponer nuestras inquietudes y temores, siendo que Dios nos promete escucharnos e intervenir en medio de nuestra angustia. Cuando nuestra naturaleza es ahogarnos en el problema, permanecer en oración nos mantiene enfocados en Dios y no en el problema. Pero de nosotros depende si vamos a decidir cultivar y fortalecer nuestra fe o dejarla morir.

Pelear bien la batalla es dejar de caminar desanimados, como quien no tiene esperanza, y comenzar a hacer propia la vida eterna, recordando que, aunque atravesamos los mismos problemas que cualquiera, nosotros contamos con una esperanza segura. Llevá a cabo tu salvación, hace lo propio, no vivas con temor, Dios ya puso en tus manos gracia y vida eterna, y el poder que resucitó a Jesús de la muerte, está en nosotros y nos sostiene en medio de cualquier dificultad. (Filipenses 2.12-13)

“Entonces Jesús dijo: —Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá, aunque muera; y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás. ¿Crees esto?” Juan 11:25-26 NVI

PELEÁ BIEN LA BATALLA DE LA FE, AFERRATE A LA VIDA ETERNA QUE JESÚS YA TE DIO.



REFLEXIÓN:

¿ESTOY TRABAJANDO EN FORTALECER MI FE Y CONFIANZA EN DIOS? No podemos evitar las crisis que van a venir, lo que sí podemos hacer es prepararnos y fortalecer nuestra fe para que cuando llegue la crisis nos encuentre firmes.

¿ESTOY RECONOCIENDO AQUELLOS LÍMITES QUE NECESITO ESTABLECER? Hay situaciones, lugares y relaciones que necesitamos que hoy sean un NO rotundo para nosotros. Hay momentos en los que la actitud más sabia y valiente que podamos tomar es huir de aquello que quiere destruir nuestra fe para preservar nuestra vida.

¿ESTOY USANDO LAS HERRAMIENTAS QUE DIOS ME DA PARA CULTIVAR MI FE? Leer la palabra de Dios, hacer propias sus promesas y mantenernos en oración, enfocados en lo que Dios tiene para nosotros, son las armas más poderosas y efectivas para luchar contra todo lo que quiere amenazar nuestra fe. Esto es caminar como alguien que tiene una esperanza segura en Jesús.