«El Señor es mi roca, mi amparo, mi libertador; es mi Dios, el peñasco en que me refugio. Es mi escudo, el poder que me salva, ¡mi más alto escondite! Él es mi protector y mi salvador ¡Tú me salvaste de la violencia» 2 Samuel 22:2-3 NVI

Probablemente todos en algún momento hemos vivido o presenciado un desastre natural. Es un suceso que se nos escapa de las manos, cuando llega no se puede evitar. Difícilmente uno está preparado para un desastre, ya que la mayoría de veces es sorpresivo, sutil y violento. Frente a eso, es natural que uno corra a un lugar seguro, un lugar en donde encontrás las condiciones necesarias para resguardarse, un lugar de refugio. Pero, ¿qué hacés cuando todo en lo que confiabas se derrumba en un desastre natural o en una tormenta? ¿A dónde corrés cuando algo así pasa? ¿Cómo te preparás para un cambio repentino en tu vida?

Hoy en día la misma vida se encarga de demostrarnos que hay situaciones en la que vivimos que nos hacen sentir en medio de un desastre total, nos hace sentir como si estuviéramos en el ojo de la tormenta. Quizás una situación en el trabajo, tal vez sentís que estás pasando por un momento difícil en tu matrimonio en donde crees que no hay solución. O quizás con tus padres, con tus hijos, con tu salud y finanzas.



Situaciones que no esperabas, que no invitaste. Cosas que aparentemente vienen de la nada. Las tormentas de la vida, las dificultades pueden tener muchos orígenes y tomar muchas formas, pero la solución es solo una y es Dios. Pero todos sabemos que, cuando nos domina el miedo y la desesperación, es tan difícil ver a Dios en medio de la problemática actuando a favor nuestro. En la Biblia vemos a una persona que hacía todas las cosas bien, sin embargo no significa que no va a pasar por momentos difíciles. En Job 30:20-22 dice: «A ti clamo, oh Dios, pero no me respondes; me hago presente, pero tú apenas me miras. Implacable, te vuelves contra mí; con el poder de tu brazo me atacas. Me arrebatas, me lanzas al viento; me arrojas al ojo de la tormenta.»

Job era un hombre que tenía una vida perfecta: era exitoso, tenía una familia numerosa, una vida intachable. Cualquiera creería que él estaba listo para cualquier tormenta, era la persona con más influencia en toda la región. Pero con todo eso él mismo dijo que se sentía en medio de la tormenta. ¿Cuál es tu refugio? ¿Cuál es el lugar seguro en donde corres cuando vienen las dificultades? Tal vez podría ser tu pareja, tu psicólogo, tu cuenta bancaria, algún familiar, puede ser el título de tu casa, tu profesión. Estos recursos son buenos, pero la verdad es que al final termina siendo efímero porque hoy están y mañana no. Estos son refugios momentáneos, pasajeros y no durarán para siempre. Tenemos que entender que las dificultades o tormentas de la vida normalmente terminan desgastando todo lo que está a su alrededor. Es por eso que es muy importante saber identificar cuáles son esos refugios que tenemos. Job si pudo resistir la tormenta, pero no porque tenía poder y dinero, no porque tenía una buena salud, no porque tenía todo a su alcance, sino que encontró en Dios el verdadero refugio. La verdad es que Dios es lo más estable que puede existir. Dios mismo te está invitando a que sea el tu lugar de refugio, evitando el correr desesperadamente por todos lados. Evitando lastimarnos a nosotros mismos.

En 2 Samuel 22:2-3 dice: «El Señor es mi roca, mi amparo, mi libertador; es mi Dios, el peñasco en que me refugio. Es mi escudo, el poder que me salva, ¡mi más alto escondite! Él es mi protector y mi salvador ¡Tú me salvaste de la violencia!»

¿Cómo pudo David estar tan seguro de esta gran afirmación? ¿Cómo puede hablar con tanta seguridad? Es que conoció más a Dios en medio de una persecución, en medio de un problema, en el momento difícil. Dios está a disposición en todo momento. Conocer a Dios como nuestro refugio nos permite confiar en Él con mayor libertad. No hay ninguna situación a la que nos enfrentemos que esté fuera del control de Dios. Tenés que saber que Dios te ama y quiere lo mejor para vos, tenés que entender que Dios mismo se ha acercado para que podamos descansar en él. Podrán venir situaciones muy fuertes, pero si permitís que Dios sea quien controle la situación, vas a experimentar el alivio que siempre buscaste. En el momento más difícil recordá que Dios es tu refugio, el Dios en quién confiás. Dios nos da la verdadera estabilidad, es Dios quien te acompaña en todo momento aun cuando todos se van.



¿LAS DECISIONES QUE VAS A TOMAR HOY VAN A HACER BASADAS EN QUÉ REFUGIO? Podemos seguir intentando refugiarnos en cosas momentáneas que solo van a estar por un momento, pero la esperanza que tenemos es que ahora podemos refugiarnos en Dios. Él quiere ser para vos un refugio eterno.

¿CÓMO HAGO PARA QUE DIOS SEA MI REFUGIO? Una manera fácil para hacer que Dios sea nuestro refugio es simplemente pedirle que lo sea. Dios está atento a vos.

¿ESTOY DÁNDOLE LUGAR A DIOS EN MI VIDA PARA QUE ME ACOMPAÑE EN LOS PRÓXIMOS DESAFÍOS? Dios quiere acompañarte. Dios sabe que es lo mejor para vos, él nos ama y quiere llevarnos a vivir grandes cosas. Dios quiere que tengas paz en medio de la tormenta.

«Dios es nuestro amparo y nuestra fortaleza, nuestra ayuda segura en momentos de angustia. Por eso, no temeremos aunque se desmorone la tierra y las montañas se hundan en el fondo del mar.» Salmos 46:1-2