«Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él los exalte a su debido tiempo. Depositen en él toda ansiedad, porque él cuida de ustedes. Practiquen el dominio propio y manténganse alerta. Su enemigo el diablo ronda como león rugiente, buscando a quién devorar. Resístanlo, manteniéndose firmes en la fe, sabiendo que sus hermanos en todo el mundo están soportando la misma clase de sufrimientos. Y, después de que ustedes hayan sufrido un poco de tiempo, Dios mismo, el Dios de toda gracia que los llamó a su gloria eterna en Cristo, los restaurará y los hará fuertes, firmes y estables. A él sea el poder por los siglos de los siglos. Amén.» 1 Pedro 5.6-11

Hoy la ansiedad es el tema del momento y nos hemos acostumbrado a vivir bajo la influencia de la ansiedad. Preocupaciones y miedos intensos, excesivos que se alimentan de situaciones que provocan gran estrés. Situaciones reales, como también imaginarias que provocan reacciones a nivel cerebral y hormonal, activando nuestros cuerpos como si fueran una alarma anti-incendios, dirigiendo toda nuestra atención hacia aquello que nos hace sentir en peligro, provocando agitación, pánico, taquicardia, hiperventilación, sudor excesivo, temblores, falta de atención y un cansancio tal al punto de sentir que vamos a morir.

Pero la ansiedad no es algo de este siglo, como algunos piensan, es un problema que ha estado en el corazón del hombre desde siempre. Pero que hoy, al ser algo más fácil de reconocer, podemos detectar que muchos son los que pasan por este estado, pero que al recibir maltrato de las personas, porque es común que le resten importancia o sean subestimando con palabras hirientes, sin contemplar lo que sienten y tratándolas de exageradas o problemáticas.

Esto ha llevado a muchos ha esconder sus sentimientos por temor a lo que los demás puedan pensar, sintiendo vergüenza por mostrar debilidad o creer que es falta de fe, y los ha llevado a pelear solos contra un enemigo que es real, que ejerce poder e influencia en la manera de pensar y de actuar, que impide ser feliz o proyectarse en la vida.



Pero Dios que es grande en amor, lleno de misericordia, que conoce lo frágil que somos, nos invita a que nos acerquemos a Él con confianza. No busca que nos mostremos fuertes ni que ocultemos lo que sentimos, sino que lo depositemos, soltemos y echemos todo lo que esté luchando dentro nuestro, porque él tiene cuidado de nosotros.

YA HEMOS VIVIDO DEMASIADO TIEMPO BAJO EL PODER DE LA ANSIEDAD, HOY ES EL TIEMPO DE APRENDER A VIVIR BAJO LA MANO DE DIOS.

Ahora es el tiempo para venir a Dios con la actitud correcta. Un corazón que reconoce su necesidad y dependencia de Dios siempre, porque confía que nunca jamás vamos a ser abandonados. Un corazón que encuentra paz y refugio en Dios. Donde no significa que la ansiedad nunca más va a buscar actuar en nosotros, pero aun así, debajo de su mano vamos a descubrir la protección y la tranquilidad que nuestras vidas necesitan.

«Yo amo al SEÑOR porque él escucha mi voz suplicante. Por cuanto él inclina a mí su oído, lo invocaré toda mi vida. Los lazos de la muerte me enredaron; me sorprendió la angustia del sepulcro, y caí en la ansiedad y la aflicción. Entonces clamé al SEÑOR: «¡Te ruego, SEÑOR, que me salves la vida!» El SEÑOR es compasivo y justo; nuestro Dios es todo ternura. El SEÑOR protege a la gente sencilla; estaba yo muy débil, y él me salvó. ¡Ya puedes, alma mía, estar tranquila, que el SEÑOR ha sido bueno contigo! Tú, SEÑOR, me has librado de la muerte, has enjugado mis lágrimas, no me has dejado tropezar. Por eso andaré siempre delante del SEÑOR en esta tierra de los vivientes. Aunque digo: «Me encuentro muy afligido», sigo creyendo en Dios. En mi desesperación he exclamado: «Todos son unos mentirosos». ¿Cómo puedo pagarle al SEÑOR por tanta bondad que me ha mostrado?» Salmos 116.1-12

Muchos cometen el error, que al sentir que la ansiedad los atrapa, dejan de creer o buscar a Dios. La vergüenza se suma a sus ansiedades y temores, al sentir que son incapaces por sí mismos de superar lo que viven. La oración tiene que ser nuestro primer recurso, y cuando más desesperados estamos, cuando más afligidos, más necesitamos aferrarnos a Dios.

NO SOLO NOS ESCUCHA, VIENE A SALVARNOS Y DAR TRANQUILIDAD A NUESTRA ALMA.

La tranquilidad no es que los problemas desaparezcan, sino que, aun en los momentos más difíciles y duros, su paz nos da seguridad. Aun pasando por grandes tristezas, puedo seguir creyendo y comprobando que Dios me cuida, porque su bondad siempre actúa en nosotros. Puede estar mi alma bajo mucha ansiedad, pero Dios nos sostiene siempre (Salmos 119.28; Salmos 94.18-19). Tener tranquilidad, no es desentenderse de la situación, sino que mientras me ocupo de buscar a Dios, Dios se ocupa de lo que a mi me preocupa.

No nos desentendemos de los problemas, sabemos que estos siempre van a querer tomarnos por sorpresa. En vez de dejarnos afectar, ser consumidos por la ansiedad y esta nuble nuestro juicio y visión de la vida, buscamos ponernos bajo la mano de Dios, practicamos el dominio propio y mantenemos el estar alertas.

BASTA DE VIVIR SIN CONTROL, HOY TENEMOS AUTORIDAD SOBRE NUESTRA VIDA PARA VIVIR PAZ Y TRANQUILIDAD AUN EN MEDIO DE LOS PROBLEMAS.

La gracia de Dios es tan grande, que viene a nuestro rescate, nos restaura y nos libra de ser presa fácil de los problemas. Ya le hemos dado mucho poder al temor, que nos ha llevado a rendirnos antes de tiempo, creer que no podemos, que vamos a fracasar. Hoy nos levantamos y resistimos a todo lo que se levanta contra nuestra vida y sin dejarnos quebrar, ni asustar, nuestra fe nos lleva a permanecer firmes y seguir avanzando.

LOS SUFRIMIENTOS NO TIENEN EL PODER PARA VENCERNOS Y NO SON PARA SIEMPRE.

Creer en Dios no es aceptación o resignación, es confianza en que su poder actúa en nosotros y nos da la capacidad y la fuerza para enfrentar toda situación y transformarla (Salmos 23.3; Isaías 40:29-31). No dejamos que las situaciones nos dominen o nos venzan, porque no tienen el poder para vencernos, solo van a ejercer fuerza y hasta dolor, pero Dios nos da la firmeza para saber resistir, dar pelea, sin quejarnos, sin dejarnos vencer, sin abandonar. Porque la dificultad, la ansiedad no va a estar para siempre, es un momento (2 Corintios 4.16-18), pero Dios nos da la estabilidad para seguir avanzando y al final, el Dios de toda gracia, Él mismo va a venir a nuestra ayuda para hacernos más fuertes, firmes y estables.



¿ESTOY PERMITIENDO QUE LA ANSIEDAD INFLUYA EN MIS EMOCIONES Y DECISIONES? Aprender a vivir bajo la mano de Dios nos da la oportunidad de confiar que nuestro futuro es seguro en Dios y la esperanza de que cuando vengan desafíos que muevan todas nuestras emociones saldremos victoriosos, fuertes y estables.

¿ESTOY CONFIANDO QUE DIOS ESTÁ PRESENTE EN CADA MOMENTO DE MI VIDA? Dios nos escucha en cada momento y sabe que somos frágiles, está con nosotros en los momentos más estables y también está en las situaciones que queremos evitar pero que llegan. El estar confiado en Dios nos permite descansar y disfrutar la vida que Dios quiere para todos nosotros.

¿QUÉ DECISIÓN VAS A TOMAR HOY? Dios nos da la estabilidad para seguir avanzando y al final, el Dios de toda gracia, Él mismo va a venir a nuestra ayuda para hacernos más fuertes, firmes y estables. Dios nos acompaña en cada decisión que tomamos si permitimos que él tome el control de todo lo que hacemos.