¿Qué son los hábitos? Es un resultado de una acción que repetimos frecuentemente de forma automática. Comportamientos que repetimos, que se hacen habituales y que aun muchas veces no entendemos ni el porqué lo hacemos. Nuestras vidas están llenas de hábitos que realizamos día a día, hábitos que repetimos una y otra vez: como apagar o encender todas las luces antes de salir, agarrar el celular aun antes de levantarnos y entrar a ver los estados de WhatsApp o las historias de Instagram.

Hábitos que repetimos tantas veces como para que queden grabados al punto que no necesitan que les prestemos atención o esfuerzo para hacerlo. Es por eso que muchas veces tenemos que volver sobre nuestros pasos para ver si cerramos la puerta con llave, si apagamos la hornalla. Existe un estudio que dice que los hábitos representan aproximadamente el 40% de nuestro comportamiento en un día determinado. Es decir, casi la mitad de lo que hacemos a lo largo del día lo repetimos de forma automática, porque siempre lo hemos hecho así, pero no podemos ver resultados en nuestras vidas si no tenemos hábitos, pero necesitamos buenos hábitos.

Necesitamos una acción constante de repetir buenos hábitos para poder ver resultados duraderos. Muchos quieren buenos resultados, pero no cambian los hábitos. Necesitamos hábitos para nuestras vidas. Queremos ver cambios, pero tener hábitos sin entender por qué hacemos lo que hacemos, no sirve para nada. Se convierten en acciones sin sentido. Como iglesia queremos y necesitamos desarrollar hábitos que nos llevan a crecer, pero también a ver grandes resultados. Pero estas no son acciones sin sentido, las acciones sin un corazón entregado a Dios no van a servir para nada porque Dios busca una relación con nosotros, más que practicar hábitos sin sentidos.

«Cuando oren, no sean como los hipócritas, porque a ellos les encanta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas para que la gente los vea. Les aseguro que ya han obtenido toda su recompensa. Pero tú, cuando te pongas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto. Así tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará. Y al orar, no hablen solo por hablar como hacen los gentiles, porque ellos se imaginan que serán escuchados por sus muchas palabras. No sean como ellos, porque su Padre sabe lo que ustedes necesitan antes de que se lo pidan. »Ustedes deben orar así: »“Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan cotidiano. Perdónanos nuestras ofensas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros ofensores. Y no nos dejes caer en tentación, sino líbranos del maligno”. »Porque si perdonan a otros sus ofensas, también los perdonará a ustedes su Padre celestial. Pero si no perdonan a otros sus ofensas, tampoco su Padre perdonará a ustedes las suyas.» Mateo 6.5-8 NVI

La oración es clave y necesaria para nuestras vidas, pero si el hábito de oración se hace sin entender no sirve para nada.

«Cuando ayunen, no pongan cara triste como hacen los hipócritas, que cambian sus rostros para mostrar que están ayunando. Les aseguro que estos ya han obtenido toda su recompensa. Pero tú, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara para que no sea evidente ante los demás que estás ayunando, sino solo ante tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará.» Mateo 6.16-18 NVI

Lo mismo ocurre con el ayuno, al hacer un ayuno intencionalmente nos ayuda a poner nuestra atención en Dios. El ayuno es abstenerse de algo para invertir este tiempo en buscar a Dios, es un ejercicio espiritual que todo creyente necesita desarrollar. Cuando llegamos a comprender que esto no es un simple hábito, sino que estamos buscando tener una relación personal con Dios.

Muchas veces queremos resultados, pero sin ver a Jesús o sin tomar la decisión de seguirlo. Porque los hábitos sin un corazón que entiende las prioridades no va a poder resistir con el tiempo. Si alguno viene a Jesús esto va a demandar una entrega o renunciar a algo.

«Grandes multitudes seguían a Jesús, y él se volvió y les dijo: «Si alguno viene a mí y no sacrifica el amor a su padre y a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, y aun a su propia vida, no puede ser mi discípulo. Y el que no carga su cruz y me sigue no puede ser mi discípulo. »Supongamos que alguno de ustedes quiere construir una torre. ¿Acaso no se sienta primero a calcular el costo para ver si tiene suficiente dinero para terminarla? Si echa los cimientos y no puede terminarla, todos los que la vean comenzarán a burlarse de él y dirán: “Este hombre ya no pudo terminar lo que comenzó a construir”. »O supongamos que un rey está a punto de ir a la guerra contra otro rey. ¿Acaso no se sienta primero a calcular si con diez mil hombres es posible enfrentarse al que viene contra él con veinte mil? Si no puede, enviará una delegación mientras el otro está todavía lejos, para pedir condiciones de paz. De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todos sus bienes no puede ser mi discípulo. »La sal es buena, pero si la sal pierde su sabor, ¿cómo recuperará el sabor? No sirve ni para la tierra ni para el abono; hay que tirarla fuera. »El que tenga oídos para oír, que oiga».» Lucas 14.25-35 NVI

Lo que nos está diciendo es amar menos todo aquello que sea el centro de tu atención, por lo cual viviste hasta acá. ¿Qué cosas tengo que amar menos? Entendemos que esto podría ser muy duro, ¿pero esto alguna vez pudo hacerte totalmente feliz? ¿Pudo librarte del mal? ¿Te dio vida cuando estabas muerto, te promete vida eterna? Porque si hubiera sido así, no hubiéramos tenido la necesidad de venir a Jesús, porque cuando uno encuentra a Jesús te das cuenta de que no hay nada más valioso o importante.



 

¿DÓNDE ESTÁ TU CORAZÓN? Donde va a estar tu corazón, ahí estará tu tesoro. El problema es cuando algo, sea lo que sea, se convierte en nuestro tesoro. Lo que más amamos es donde vamos a poner nuestra esperanza, confianza y razón de la vida. Jesús nos invita a que le demos el control a Él. Nuestra prioridad y enfoque debe encontrarse en Jesús, quien le da sentido a nuestra vida todos los días. Nos vamos a encontrar con la rutina y costumbre, pero no permitamos que nuestra urgencia pierda de vista nuestra prioridad.

¿EN QUÉ ESTÁS OCUPANDO TU VIDA? Jesús vino al mundo para salvarte. Podemos estar siguiendo a Jesús, pero si Él no es nuestra prioridad no sirve de nada. Por más fidelidad, persistencia o hábito que tengamos. Si no somos salvos, no podemos pretender un futuro. Nuestra vida no debe ser ocupada en miedo, frustraciones y vanidades porque si es así empezaremos a distorsionar lo que Dios quiere para nosotros. Él tiene lo mejor para vos, su Reino y justicia para que puedas disfrutar de la salvación.

¿ESTÁS DISPUESTO A CREAR NUEVOS HÁBITOS? Necesitamos hábitos en nuestra vida para ver resultados. Hábitos sin un corazón que entienda las prioridades no va a perdurar con el tiempo, no va a servir para nada. Los buenos hábitos demandan una entrega, un sacrificio.

 

¿Te perdiste de algún mensaje? Hacé click para ver todos los mensajes de VIVILO iglesia.