«Un día estaba Jesús a orillas del lago de Genesaret y la gente lo apretujaba para escuchar el mensaje de Dios. Entonces vio dos barcas que los pescadores habían dejado en la playa mientras lavaban las redes. Subió a una de las barcas, que pertenecía a Simón, y le pidió que la alejara un poco de la playa. Luego se sentó, y enseñaba a la gente desde la barca. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: — Lleva la barca hacia aguas más profundas y echen allí las redes para pescar. —Maestro, hemos estado trabajando duro toda la noche y no hemos pescado nada —contestó Simón—. Pero, como tú me lo mandas, echaré las redes. Así lo hicieron y recogieron una cantidad tan grande de peces que las redes se les rompían. Entonces llamaron por señas a sus compañeros de la otra barca para que los ayudaran. Ellos se acercaron y llenaron tanto las dos barcas que comenzaron a hundirse. Al ver esto, Simón Pedro cayó de rodillas delante de Jesús y le dijo: —¡Apártate de mí, Señor; soy un pecador! Es que él y todos sus compañeros estaban asombrados ante la pesca que habían hecho, como también lo estaban Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran socios de Simón. —No temas, desde ahora serás pescador de hombres —dijo Jesús a Simón. Así que llevaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.» Lucas 5.1-11

Muchas veces nos encontramos frustrados porque sentimos que ciertas situaciones no van hacia ningún lado, que hagamos lo que hagamos nada resulta como esperamos. Pedimos consejos, buscamos métodos, formas, hacemos y deshacemos, pero cada vez la situación parece empeorar o estancarse. Comenzamos a frustrarnos, a pensar que hay algo mal en nosotros o peor aún, llegamos a creer que Dios nos dio la espalda (Salmo 31:22). Esa frustración se vuelve tan grande que algunos optan por rendirse y conformarse con el fracaso. Pero Jesús se entregó por nosotros para que podamos vivir la vida plena que Él tiene y no para que nos conformemos con la frustración.

En medio de esta frustración Jesús se acerca a Simón, justo cuando Él lavaba sus redes para volverse a casa con las manos vacías. Simón ya conocía a Jesús, pero nunca se le ocurrió acudir a Él en busca de un milagro, fue Jesús quien se acercó. Cuando nos encontramos frustrados nuestra visión se nubla y olvidamos acudir a Dios en busca de ayuda. Pero a pesar de eso, Jesús nos encuentra en nuestro dolor y desesperación y encuentra la manera de llamar nuestra atención, porque Él tiene planes para nosotros aun cuando nosotros creemos que no hay nada más por hacer. 

LO QUE ESTÁS VIVIENDO HOY NO ES TU FINAL, ES SOLO UNA MALA NOCHE.

Antes del milagro de la pesca, Jesús le pide a Pedro prestada su barca para poder enseñar desde ahí a la multitud, y él accedió. Aun a pesar del cansancio y la frustración, Pedro le da lugar a Jesús, él sin saberlo, con esta actitud estaba abriendo la puerta para experimentar un gran milagro. Muchas veces Dios está queriendo hacer algo en nuestra vida, intervenir en la situación que estamos atravesando, pero nuestra actitud se convierte en un impedimento. Es que podemos estar en el lugar preciso, teniendo a Dios de nuestro lado, pero con la actitud incorrecta. Los resultados no dependen tanto de cuanto hacemos, sino de cuánto lugar le damos a Dios.

Dios es el más interesado en que podamos experimentar todo lo que Él tiene para nuestras vidas, por eso, este milagro que hace a Simón no es al azar, es completamente intencional. Jesús usó lo que estaba siendo la mayor preocupación de estos pescadores para poder llamar su atención.  Cuando Jesús nos encontró en esa situación desesperante y desafortunada, no se quedó mirando, sino que se acercó, entregó su vida para salvar la nuestra y darnos una esperanza, y aún hoy busca llamar nuestra atención. Porque Él sabe que solo a través de conocerle, de experimentar su amor, a través de lo que Él hizo por nosotros, es que tenemos oportunidad de vivir una vida plena. Lo que hoy estamos viviendo como una mala noche, puede ser la gran oportunidad para ver a Dios obrar en nuestras vidas.

«Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito.» Romanos 8:28 

Dios tiene planes de bien para nuestras vidas, pero necesitamos confiar en Él. Cuando Jesús le ordena a Simón que lleve la barca mar adentro y vuelvan a echar las redes, él podría haber dado miles de argumentos para justificar que eso no tenía ningún sentido. Era el peor horario para pescar, el oficio familiar de Jesús era ser carpintero ¿cuánto podía saber Él de pesca? Sin embargo Pedro obedeció, simplemente porque la orden venía de Jesús. Es decir que estaba entendiendo que en el Señor había una autoridad mucho mayor que la de un oficio o profesión, Dios estaba a punto de hacer algo y Pedro lo creyó. Muchas veces nos equivocamos pensando que Dios es demasiado Dios para intervenir en nuestros asuntos ordinarios y cotidianos. Que Dios solo está para cosas “espirituales” pero que nosotros tenemos que aprender a lidiar solos con nuestros problemas. Pero no es así, Dios nos ama y quiere que podamos experimentarlo en nuestro día a día. Necesitamos dejar de darle a Dios argumentos de por qué nuestro problema no tiene solución, y reconocer que Él es el Dios de lo imposible, capaz de revertir cualquier situación. (1 Pedro 5:6-7)

Es difícil creer cuando todo alrededor indica que nada bueno puede pasar. Es difícil creer en sanidad cuando los diagnósticos son irreversibles. Es difícil creer en provisión cuando las noticias solo nos hablan de crisis. O pensar en un matrimonio restaurado cuando han pasado situaciones muy duras. Pero la fe no se limita a estadísticas, fórmulas o métodos. 

CUANDO HABLAMOS DE FE, NO IMPORTA EL «CÓMO» SINO EL «QUIÉN». SI EL DIOS TODO PODEROSO ES EL QUE ESTÁ CON NOSOTROS, ENTONCES TODO ES POSIBLE.

Frente a la orden de Jesús, la actitud de Pedro no respondió a la lógica sino a la fe. ¿Cuál está siendo mi actitud frente a las promesas de Dios? La palabra de Dios nos dice que para el que cree nada es imposible, que Él va a estar con nosotros hasta el fin y tiene planes de bien para nuestras vidas. Pero necesitamos tener una actitud de Fe frente a su palabra.

Cuando Pedro vio el milagro que Jesús había hecho se llenó de temor, no entendía cómo Dios estaba en su barca, en su lugar de trabajo, en lo cotidiano de su vida respondiendo a una necesidad tan personal. El temor y el asombro lo invadió por completo a tal punto, que ante la invitación de Jesús a seguirlo, no lo dudó, dejó todo lo que había conseguido ese día y le siguió. Cuando Jesús interviene en nuestra vida, nos hace libres de nuestros temores y desesperación, nos damos cuenta de que más allá de ese milagro, lo que realmente necesitamos es a Él. La pesca pasó a un segundo plano porque Pedro entendió que lo que realmente estaba encestando era a Jesús. Si le damos lugar a Dios en nuestras vidas, si dejamos que alcance nuestro corazón, aun en medio de la crisis vamos a ver a Dios obrar. (Proverbios 3:6-12)

Cuando experimentamos el poder y el amor en nosotros, ya nada nos hace retroceder, y necesitamos comunicarlo al mundo. Porque si Jesús transformó nuestras vidas de tal manera, entonces puede hacerlo con otros. El propósito de Dios con nosotros va más allá de una necesidad momentánea, es salvación y vida eterna para nosotros y todo el que crea en Él. Por eso ya nada puede moverse de su mano y al único lugar al que queremos correr ante la crisis es a Jesús, porque comprendemos que si tenemos a Jesús lo tenemos todo.

«Desde entonces muchos de sus discípulos le volvieron la espalda y ya no andaban con él. Así que Jesús preguntó a los doce: —¿También ustedes quieren marcharse? —Señor —contestó Simón Pedro—, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído, y sabemos que tú eres el Santo de Dios.» Juan 6:66-69


¿ESTOY DEJANDO QUE LA FRUSTRACIÓN ME HAGA PERDER LA ESPERANZA?
Muchos terminan rindiéndose ante el fracaso, conformándose con el malestar. Pero Jesús entregó su vida para que podamos vivir cada una de sus promesas. 

¿ESTOY DÁNDOLE LUGAR A DIOS PARA INTERVENIR EN MI SITUACIÓN?
Nuestra actitud puede cerrarle la puerta a Dios o darle lugar para que Él haga milagros en medio de la crisis. 

¿ESTOY CREYENDO EN LAS PROMESAS QUE DIOS TIENE PARA MÍ?
​Las promesas de Dios desafían cualquier estadística, necesitamos caminar en su palabra y creerla con todo nuestro corazón para ver milagros en nuestra vida. Si tenemos a Jesús nada es imposible.