«Cuando cruces las aguas, yo estaré contigo; cuando cruces los ríos, no te cubrirán sus aguas; cuando camines por el fuego, no te quemarás ni te abrasarán las llamas.» Isaías 43.2 

«No hay mal que por bien no venga» es una frase trillada que muchas personas usan para consolar a otros frente a un momento difícil. No podemos negar que la vida está llena de estos momentos de pérdidas, de fracaso, de crisis. En ocasiones por malas decisiones que hemos tomado, o como consecuencia de errores, pero también hay otras que simplemente son parte de la vida.

Pero muchas personas no logran disfrutar, para ellos todos los días son tristes y de hecho se preguntan qué es ser feliz, cómo se siente la felicidad (Proverbios 15.15). El problema es que en ocasiones, la realidad nos golpea de tal forma que nos impide ver y pensar con claridad. Para muchos abandonar todo se vuelve la única opción. Es verdad que abandonar es la acción más fácil, pero hay una gran diferencia entre perder y abandonar. Cuántos se acostumbran a perder y simplemente se conforman o hasta comienzan a cuestionarse dónde está Dios en medio de lo que están viviendo.  

Jesús conociendo nuestros corazones, nos anticipó, nos habló de estas cosas para que no perdamos la paz y nos dijo que la vida estaría llena de situaciones difíciles en las que tendríamos que enfrentar la aflicción (Juan 16.33).

Nadie nos prepara para el dolor, por eso muchos al atravesar la tristeza pierden la capacidad de actuar. Pero Dios en su palabra nos recuerda una y otra vez, que aun atravesando el valle de muerte Él va a estar con nosotros. «Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.» Romanos 8.37-39 

Los problemas atentan contra nuestra confianza en Dios e intentan robar nuestra paz, por eso el mayor peligro no es atravesar la dificultad, sino el no poder ver a Dios en medio del dolor. Esta confusión nos va a llevar a tomar malas decisiones y abandonar antes de ver la salida. Muchos ni siquiera prueban la derrota porque se dan por vencidos antes de tiempo. El temor nos domina a tal punto que dejamos de confiar, de esperar, y nos perdemos de ver resultados. Frente a lo que no podemos manejar el temor es lo primero que opera, la muerte es lo primero que se nos viene a la mente, porque no logramos ver un mañana, no podemos ver más allá de la situación que nos está paralizando.

Nuestra confianza se debilita porque no estamos escuchando a Dios sino al temor. 

PERO HOY DIOS TE DICE: «NO TE RINDAS, NO ABANDONES, NO TE DES POR VENCIDO».

En cierta ocasión Dios le ordena al profeta Elías que vaya hacia una viuda para ser sustentado. Esta mujer tenía un hijo y estaba en una condición tan extrema de necesidad que se había dado por vencida, había decidido dejarse morir. En medio de esta circunstancia el profeta se le presenta y le ordena que primero le haga de comer, y luego se ocupará de lo suyo, porque Dios había dicho que no faltaría harina ni aceite hasta que la sequía que la tierra estaba atravesando llegue a su fin. La viuda lo creyó e hizo como el profeta le había indicado. Y así fue, no le faltó alimento a ella ni a su hijo. (1 Reyes 17.7-24)

Hoy muchos se encuentran así, dejando morir, paralizados por el temor. Aun con capacidades y recursos pero limitados por el pánico. Lo que muchas veces no sabemos es cómo sacar el miedo de nuestro corazón. 

Uno podría pensar que el profeta fue egoísta por pedirle a una viuda en esa condición que se ocupara primero de Él, pero lo que en verdad estaba sucediendo es que Dios quería mover a la viuda a la fe para que pueda ver el milagro, enfocar en la prioridad para ver resultados. En medio del temor necesitamos escuchar a Dios, volver a ordenar nuestras prioridades. Porque el temor nos lleva a pensar mal y actuar mal, nos lleva a pensar solo en nosotros, nos convierte en egoístas. Corremos a Dios pidiendo, pero cuando Él habla busca que escuchemos. Nuestro mayor problema es que damos más poder a lo que sentimos que a lo que Dios dice. (Proverbios 4.20-23) Cuando nuestras emociones nos hacen vivir preocupados, Dios nos recuerda: ¡NO SE PREOCUPEN! (Mateo 6.25-34)

¿Cómo hacemos para no preocuparnos? Jesús no nos dijo que no nos ocupemos de nuestras responsabilidades y necesidades, no dice que nos quedemos de brazos cruzados. Lo que nos dice es que eso no se vuelva una preocupación, es decir, que no se apodere de nuestras emociones llevándonos a pensar negativamente, viviendo bajo temor. 

TU VIDA ES VALIOSA PARA DIOS. ÉL TIENE CUIDADO DE VOS Y SU AMOR ES PERSISTENTE, INSISTENTE Y DETERMINADO.

«Aunque cambien de lugar las montañas y se tambalean las colinas, no cambiará mi fiel amor por ti ni vacilará mi pacto de paz, —dice el SEÑOR, que de ti se compadece—.» Isaías 54.10 

No sirve de nada que en medio de la dificultad alguien nos diga, «tranquilo, no te preocupes». Pero cuando es Dios quien nos dice estas palabras, esto toma otro significado, porque Él sabe los planes que tiene para nosotros, y es el único que pudo librarnos de nuestra condición. Él viene a nuestro encuentro para darnos esperanza segura, y que podamos comprobar su provisión y protección. Pero necesitamos ordenar nuestras prioridades, necesitamos poner a Dios primero, y Él nos asegura que si lo hacemos así, todo lo que necesitamos vendrá como añadidura. Dios busca llevarnos a confiar en Él, que volvamos a poner nuestra vida en sus manos. 

No importa cuál sea la situación que nos toque atravesar, tenemos la promesa de que podemos superarlo todo porque Él nos fortalece. 

AVANZÁ, NO TE DETENGAS, PORQUE DIOS ESTÁ CON VOS SIN IMPORTAR LA CIRCUNSTANCIA (Deuteronomio 31.6/ Deuteronomio 31.6).


¿ESTOY DEJANDO QUE EL TEMOR ME PARALICE?
La preocupación y el miedo nos nublan la vista a tal punto que tomamos malas decisiones o nos damos por vencidos. Pero Dios nos recuerda que no estamos solos, necesitamos dejar de darle poder al temor. 

¿ESTOY ESCUCHANDO A DIOS EN MEDIO DE LA CRISIS?
Lo más peligroso de la crisis es no poder ver a Dios. Escucharlo a Él y darle prioridad en nosotros, fortalece nuestra fe para seguir adelante hasta ver resultados.

¿ESTOY CREYENDO EN LAS PROMESAS DE DIOS SOBRE MI VIDA?
Dios nos promete que está con nosotros, que será nuestra provisión y sustento en toda circunstancia. Necesitamos dejar de darle lugar al temor y comenzar a creer en sus promesas para ver a Dios obrar en medio de toda circunstancia.

 

¿Te perdiste de algún mensaje? Hacé click para ver todos los mensajes de VIVILO iglesia.