«Yo recibí del Señor lo mismo que les transmití a ustedes: Que el Señor Jesús, la noche en que fue traicionado, tomó pan y, después de dar gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, entregado por ustedes; hagan esto en memoria de mí». De la misma manera, tomó la copa después de cenar y dijo: «Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; hagan esto cada vez que beban de ella en memoria de mí». Porque cada vez que comen este pan y beben de esta copa, proclaman la muerte del Señor hasta que él venga. Por lo tanto, cualquiera que coma el pan o beba de la copa del Señor de manera indigna será culpable de pecar contra el cuerpo y la sangre del Señor. Así que cada uno debe examinarse a sí mismo antes de comer el pan y beber de la copa. Porque el que come y bebe sin discernir el cuerpo come y bebe su propia condena. Por eso hay entre ustedes muchos débiles y enfermos, incluso varios han muerto. Si nos examináramos a nosotros mismos, no se nos juzgaría; pero si nos juzga el Señor, nos disciplina para que no seamos condenados con el mundo. Así que, hermanos míos, cuando se reúnan para comer, espérense unos a otros. Si alguno tiene hambre, que coma en su casa, para que las reuniones de ustedes no resulten dignas de condenación.» 1 Corintios 11.23-34
La semana pasada descubrimos juntos la importancia de perdonar y resolver aquellas relaciones en conflicto que nos estaban estancando. Entendimos que nuestra relación con Dios está totalmente ligada a nuestra relación con otros y hay bendición en el caminar juntos. Y si realmente queremos experimentar la plenitud de la vida en Jesús, necesitamos tomar decisiones.
«El que no arriesga no gana» dice el dicho popular, y es cierto que toda meta, todo objetivo, todo propósito implica esfuerzo y entrega, pero por muchas razones, en cuanto a las relaciones, nos cuesta arriesgar y tomar iniciativa. Pero la palabra de Dios constantemente nos desafía a más, a no conformarnos, a ir por todo lo que Él tiene para nuestras vidas, hablando a aquellas áreas de nuestro corazón que muchas veces no queremos enfrentar.
Podemos observar en Corintios a Pablo hablando a la iglesia. Este es un pasaje que leemos siempre en el contexto de la COMUNIÓN, y por años hemos creído que participar indignamente de la cena del Señor tenía que ver con pecados personales, con lo que habíamos hecho en el último tiempo. Pero esto no tiene sentido, porque justamente lo que recordamos en la comunión, es que somos pecadores, y no podíamos hacer nada para salvarnos a nosotros mismos, por eso necesitamos que Jesús, el hijo de Dios sin pecado, entregue su vida para darnos salvación. Si el participar de la comunión dependiera de nuestra condición jamás podríamos participar de ella. Por eso es importante entender el contexto de la exhortación de Pablo, la crisis de la iglesia de Corinto era de índole relacional. Ellos se juntaban a participar de la comunión sin estar en comunión, porque había divisiones, acepción de personas, malos tratos y egoísmo. Entonces Pablo les hace un llamado a examinarse, porque aunque estaban participando de la comunión, en su corazón no estaban «discerniendo el cuerpo de Cristo» es decir, no estaban entendiendo, que ser iglesia era estar unidos, valorarse, considerarse los unos a los otros, tenerse en alta estima entre sí.
Caminar con otros constantemente nos lleva a analizarnos, a examinar nuestro corazón. Por eso, muchas veces caminar con otros es incómodo. Esquivamos las relaciones porque estas nos mantienen expuestos y vulnerables y esto nos incomoda. Por eso hay quienes viven manteniendo relaciones superficiales, que no impliquen involucrar el corazón. Y si en el trato con alguien, surge algo que nos disgusta o nos confronta automáticamente, cerramos esa puerta. Pero fuimos creados para caminar con otros, y ser perfeccionados en este trato. (Proverbios 27.17) Porque las relaciones nos moldean y nos ayudan a crecer. Los cambios reales suceden en el contexto de relaciones reales e intencionales.
EL FIN DE LA IGLESIA ES DAR A CONOCER A CRISTO Y QUE AQUELLOS QUE DECIDEN SEGUIR A JESÚS PUEDAN AYUDARSE MUTUAMENTE A PERFECCIONAR SU FE. No podemos desarrollar una vida espiritualmente sana caminando solos, crecer en nuestra fe depende de tres aspectos claves: oración - lectura de la palabra de Dios - comunión con la iglesia.
En distintas ocasiones encontramos en la Biblia que se hace referencia a la iglesia como un cuerpo, en el que todos somos miembros y cuando uno sufre todos sufren. De la misma forma que un cuerpo humano con un sistema inmune saludable, genera anticuerpos y hace lo posible para mantenerse con vida cuando alguna enfermedad quiere atacarlo, nosotros como cuerpo de Cristo, necesitamos estar cerca y cubrir a aquellos que están caídos, ser parte del cuerpo de Cristo es hacer lo posible para levantar al que cae entendiendo que si Él está bien yo también voy a estarlo. (1 Corintios 12:20-27) Cuando entendemos que el bienestar del otro es vital para nosotros, dejamos de esperar que los demás accionen, y comenzamos a tener iniciativa, a dar el paso de generar vínculos y estar cerca. Amar requiere entrega e intencionalidad. El amor se demuestra arriesgando y entregándose por otros, como Jesús lo hizo.
Cuando la iglesia comprende la importancia de caminar juntos, puede realmente llevar a cabo su función. El mundo va a creer en Dios cuando nos vea ser uno, por eso la unidad es esencial para la iglesia. El cuerpo de Cristo no es una alianza, sino una unidad. Es decir, si esta se separa, pierde su esencia y no puede cumplir el fin para la cual fue creada. (Juan 17.20)
Dios bendice y respalda la unidad de la iglesia y nos promete que si nos ponemos de acuerdo, que si caminamos juntos, lo que pidamos será hecho. Cualquier cosa que pidamos poniéndonos de acuerdo tendrá respuesta. Muchos no ven respuesta y resultado en sus vidas porque pasan años orando solos por sus necesidades, sin compartirla con otros ni abrir su corazón. Cuando compartimos nuestras necesidades, pero también oramos por la necesidad de otros, vemos resultados. HAY BENDICIÓN DE DIOS SOBRE NOSOTROS CUANDO CAMINAMOS JUNTOS. (Salmos 133.1-3)
«Además les digo que, si dos de ustedes en la tierra se ponen de acuerdo sobre cualquier cosa que pidan, les será concedida por mi Padre que está en el cielo. Porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos». Mateo 18.19
Ponernos de acuerdo implica diálogo, dedicación, conocer al otro, involucrarnos. Jesús nos invita a involucrarnos intencionalmente con otros y no solo nos invita, sino que nos promete respuesta y resultados condicionados a nuestra unidad.
Para muchos arriesgar el corazón e intentar generar amistades les da temor, los paraliza, porque han vivido experiencias negativas en el pasado. Pero ya no somos esclavos del miedo, la obra de Jesús en la cruz fue suficiente para hacernos libres, libres para amar a otros, libres para entregarnos por otros y experimentar así la bendición y la plenitud que hay cuando estamos juntos. ¡TU HISTORIA Y TUS TEMORES YA NO PUEDEN LIMITARTE! «Pues Dios no nos ha dado un espíritu de timidez, sino de poder, de amor y de dominio propio.» 2 Timoteo 1.7
¿ESTOY DEJANDO QUE EL TEMOR A LAS DIFERENCIAS ME LLEVE A CAMINAR SOLO?
Muchos prefieren caminar solos por miedo a los roces o las diferencias. Pero esas diferencias no nos destruyen, sino que nos moldean y nos ayudan a crecer. Necesitamos caminar con otros para crecer en nuestra fe.
¿ESTOY SIENDO INTENCIONAL EN EL ACERCARME A OTROS?
Muchas veces esperamos a que otros den el paso de acercarse. Pero el amor implica entrega y arriesgarse. Necesitamos ser intencionales y dar la iniciativa a relacionarnos con otros.
¿ESTOY DISFRUTANDO DE LA BENDICIÓN DE SER IGLESIA?
Hay bendición y respuesta de Dios cuando caminamos juntos. Solo si nos acompañamos y estamos unidos, la iglesia va a reflejar a Cristo y vamos a ver resultados en nuestras vidas.
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