«Sin embargo, todo aquello que para mí era ganancia, ahora lo considero pérdida por causa de Cristo.  Es más, todo lo considero pérdida por razón del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo he perdido todo y lo tengo por estiércol, a fin de ganar a Cristo  y encontrarme unido a él.» Filipenses 3:7-9 NVI

 

Todos alguna vez esperamos algo con ansias: un celular, un auto, un trabajo, un logro personal. Al conseguirlo, la felicidad era inmensa, nos sentíamos en la cima. Pero con el tiempo, eso deja de ser suficiente y buscamos algo más.

Buscamos una vida de éxito, pero con el tiempo lo que tanto valorábamos empieza a desgastarse. Invertimos esfuerzo en alcanzar logros y terminamos apoyando nuestra identidad y seguridad en ellos, como si eso definiera quiénes somos.

Los versículos que leímos anteriormente (Filipenses 3.7-9) forman parte de una carta escrita por Pablo, quien fue autor de 13 libros del Nuevo Testamento. Pablo no era una persona común: era judío de nacimiento, pertenecía a la prestigiosa tribu de Benjamín y era un experto en la ley religiosa.

Se formó bajo la enseñanza de uno de los maestros más reconocidos de su tiempo, el rabino Gamaliel. Era respetado, exitoso y muy conocido en su sociedad. Sin embargo, todo cambió cuando se encontró con Jesús. Ese encuentro transformó su vida para siempre.

UN ENCUENTRO CON JESÚS LO CAMBIA TODO.

Ese encuentro real le dio una nueva perspectiva. Lo que antes consideraba importante pasó a ser secundario. TODO LO QUE PABLO CONSTRUYÓ LO CONSIDERÓ PÉRDIDA (Filipenses 3.7).

Dejó atrás sus seguridades, su linaje, su éxito, sus logros personales. No porque despreciara su vida, sino porque había encontrado algo INCOMPARABLEMENTE MÁS VALIOSO: CONOCER A CRISTO (Filipenses 3.8).

Y es que cuando tenemos un encuentro con Jesús, nuestro enfoque cambia y empezamos a ver la vida desde otra perspectiva. Aquello que antes considerábamos importante, pasa a un segundo plano. Todo cobra un nuevo sentido, y aprendemos a mirar la vida de una manera diferente.

CONOCER A CRISTO Y SU OBRA EN LA CRUZ TIENE UN VALOR INCOMPARABLE: LA SALVACIÓN.

Pablo entendió que la salvación, el perdón y el amor incondicional de Jesús eran más valiosos que todo lo que podía lograr con sus propios méritos. Y cuando se encontró con Jesús, experimentó una obra transformadora que le mostró que, sin importar nuestra condición, hay un perdón real y una nueva oportunidad para nuestras gracias esa obra en la cruz.

Pablo vivió el perdón de Dios, un amor que lo transformó por completo y entendió que la cruz nos revela un amor que no depende de nuestra historia ni de lo que hayamos hecho, sino de quién es Jesús y lo que Él hizo por nosotros.

Y que el precio de la entrega de Jesús es el perdón de nuestros pecados y la esperanza de una vida eterna con Él. Y por eso escribió versículos como 2 Corintios 4.18 (NVI): «Así que no nos fijamos en lo visible, sino en lo invisible, ya que lo que se ve es pasajero, mientras que lo que no se ve es eterno.»

JESÚS LE DA UN VALOR ÚNICO A NUESTRAS VIDAS.

Muchas veces vivimos en automático, avanzando por la vida sin parar a reflexionar. El tiempo pasa y nos enfocamos en buscar la aprobación de la sociedad, de las tendencias, e incluso intentamos cumplir con las expectativas que otros han puesto sobre nosotros.

Vivimos atrapados en esa rutina y ponemos nuestro valor en lo económico, en lo que nos falta, incluso en lo sentimental o social. Terminamos desesperándonos por lo que es temporal y pasajero.

Y así, pasamos nuestra vida haciendo oídos sordos, ni mucho menos valorando todo lo que Dios ha hecho y sigue haciendo en nuestras vidas, y terminamos dándole más valor a cosas que tienen fecha de vencimiento.

RENUNCIAMOS CUANDO ENCONTRAMOS ALGO MEJOR.

Pablo decidió renunciar a una vida llena de logros personales, a una vida ya establecida. Sin embargo, al leer sus cartas, no encontramos a una persona amargada ni arrepentida. Todo lo contrario, vemos a alguien que comparte palabras llenas de inspiración, que animan y fortalecen a otros.

Él experimentó cómo Dios actuaba a su favor, y es que no renunciamos a algo, a menos que descubramos algo mejor. Y Pablo encontró algo mucho más valioso para su vida: la salvación.

Jesús mismo lo explica en Mateo 13.44 «El reino de los cielos es como un tesoro escondido en un campo. Cuando un hombre lo descubrió, lo volvió a esconder, y lleno de alegría fue y vendió todo lo que tenía y compró ese campo.»

RENUNCIAR NO ES PERDER.

Pablo renunció de manera voluntaria a sus éxitos terrenales. Porque su atención estaba puesta en lo eterno, en mirar a Cristo. Podemos ver la renuncia desde dos puntos de vista, el de pérdida o el de ganancia.

La voluntad de Dios es que podamos disfrutar nuestras vidas, entendiendo lo que nos conviene y renunciando a todo lo que nos limita.

En 1 Corintios 10.23-24, Pablo nos recuerda que, aunque en Cristo todas las cosas son permitidas, no todo nos beneficia ni nos hace bien. Por eso, renunciar a lo que no nos conviene es hacer espacio para lo que realmente importa y para todo lo que Dios tiene preparado para nuestras vidas.

Sin embargo, nuestra mente suele estar llena de pensamientos que nos inundan. Nos enfocamos en lo que nos falta, en lo pasajero, en las cosas que tienen fecha de vencimiento. Pero, como nos enseña Filipenses 4.12: «Sé lo que es vivir en pobreza y en abundancia, he aprendido a vivir con todo o con nada». Esto nos muestra que nuestra satisfacción no depende de lo que tenemos, sino de quién somos en Cristo.

Pablo entendió que disfrutar de la vida, incluso en los momentos difíciles, es vivir con propósito y perseverancia. Sin embargo, cuando nos enfrentamos a situaciones complicadas, solemos correr en círculos, desesperarnos y buscar soluciones por nuestra cuenta.

Cargamos con peso innecesario, nos frustramos y retrocedemos. Esto ocurre porque no hemos terminado de renunciar a nuestra vieja manera de pensar y vivir (Romanos 12.2).

Muchas veces, ante cualquier problema, seguimos guardando un «plan B» en el bolsillo, como si desconfiáramos del plan de Dios. Pero Jesús nos enseña en Lucas 9.62 (RVR1960): «Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios.»

Él nos muestra que mirar hacia atrás no nos conviene; avanzar y seguir mirando hacia adelante es vivir por fe. Y vivir por fe implica soltar el pasado, renunciar al peso que nos limita y confiar en lo que Dios tiene preparado para nosotros.

NECESITAMOS AVANZAR Y CONFIAR EN QUE JESÚS NOS FORTALECE Y NOS SOSTIENE.

Necesitamos avanzar, dejar de mirar atrás y confiar en que Jesús es quien nos fortalece y nos sostiene. No caminamos solos ni por nuestras fuerzas, sino tomados de Él. Filipenses 4.13 (NVI) lo afirma: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.»

Esta no es una frase o un mantra, ni un deseo bonito. Es la expresión de una vida rendida, donde los resultados son claros: una vida que no solo persigue sueños personales, sino que inspira a otros mostrando el amor de Jesús.

DISFRUTAR UNA VIDA VERDADERA Y PLENA EN DIOS ES POSIBLE.

Pablo, a pesar de enfrentar todo tipo de adversidades, nos deja palabras que reflejan a alguien que sabía disfrutar lo que hacía. Él mismo escribió: «Sé lo que es vivir en la pobreza y también en la abundancia.»

No importaba su situación, él había aprendido a disfrutar y a perseverar. Y es que disfrutar no es simplemente pasarla bien: es encontrar gozo, placer y propósito aun en medio de los desafíos.

De la misma manera, hoy nosotros somos invitados a vivir así. A disfrutar a pesar de las caídas, los golpes y las adversidades. A caminar con propósito, sabiendo que nuestra fuerza viene de Dios y que su voluntad es nuestro mayor tesoro. 


Como dice el Salmo 40.8 (NVI): «Me agrada, Dios mío, hacer tu voluntad; tu ley la llevo dentro de mí.»

Cuando tenemos claro hacia dónde vamos, LO TEMPORAL NO NOS ROBA LA ALEGRÍA DE LO ETERNO.

No nos enfocamos en cuánto cuesta el camino, sino en el resultado final: LA VIDA ETERNA QUE YA NOS FUE ASEGURADA.

 

 


R  E  F  L  E  X  I  Ó  N

¿DÓNDE ESTÁ PUESTA MI ATENCIÓN?

Necesitamos poner nuestro enfoque en lo eterno. Nuestra atención puede estar enfocada en lo que tenemos, en lo que nos falta, o en los logros que conseguimos con esfuerzo propio. Pero Pablo nos enseña que la verdadera vida comienza cuando ponemos nuestra atención en Cristo y no en lo visible, no en las cosas pasajeras. Si nuestra mirada sigue atrapada en lo terrenal, vivimos desgastándonos por cosas que tienen fecha de vencimiento.

 

¿ESTOY VIENDO LA RENUNCIA COMO UNA PÉRDIDA O UNA GANANCIA?

La renuncia a lo temporal es una ganancia cuando la comparamos con lo eterno. Pablo entendió que renunciar a sus logros personales y a las seguridades del mundo le permitió ganar algo mucho más valioso: la salvación en Cristo. Renunciar no es perder, sino hacer espacio para lo que realmente tiene valor eterno. Al igual que el hombre que vende todo por el tesoro escondido, nosotros debemos ver la renuncia a lo pasajero como una inversión en lo eterno.

 

¿CÓMO ESTOY DISFRUTANDO MI VIDA?

Disfrutar significa experimentar gozo y paz en medio de todo. Y el verdadero disfrute viene cuando encontramos satisfacción no en lo que poseemos, sino en lo que somos en Cristo. Pablo nos muestra que, independientemente de las circunstancias, podemos disfrutar de una vida plena si nuestra mirada está puesta en lo eterno.