«Así dice el Señor, el que abrió un camino en el mar, una senda a través de las aguas caudalosas; el que hizo salir carros de combate y caballos, ejército y guerrero al mismo tiempo, los cuales quedaron tendidos para nunca más levantarse, extinguidos como mecha que se apaga: Olviden las cosas de antaño; ya no vivan en el pasado. ¡Voy a hacer algo nuevo! Ya está sucediendo, ¿no se dan cuenta? Estoy abriendo un camino en el desierto y ríos en lugares desolados.» Isaías 43:16-19
"Cuando yo era joven", "En mis tiempos no era así..." Son frases que hemos escuchado o dicho alguna vez. Sin darnos cuenta, comenzamos a comparar lo que vivimos antes con lo que hacemos ahora. Pero es una realidad: las cosas nunca van a ser iguales. Y en ese cambio, muchas veces nos acostumbramos, todo se vuelve parte de una rutina y empezamos a vivir en modo automático.
Ya nada nos sorprende. La vida se vuelve plana. La rutina del día a día —levantarse, trabajar, comer, dormir— se vuelve mecánica, sin disfrute ni sentido profundo. Como si estuviéramos viviendo en “modo supervivencia”: cumpliendo con lo mínimo, pero sin esperar nada nuevo de parte de Dios ni de la vida. Lo que en algún momento nos llenaba de asombro, hoy ya no lo hace.
Ese es el contexto del pasaje en Isaías 43. Habla de un relato conocido: cuando Dios abrió el mar para que el pueblo de Israel lo atravesara. Un momento extraordinario. Después de años de esclavitud en Egipto, Dios los libera de una forma milagrosa. Vieron su poder con sus propios ojos, y no fue una sola vez: hubo milagros tras milagros. Pero con el tiempo, la rutina los alcanzó. La queja, el cansancio, la desconfianza comenzaron a ocupar lugar. Perdieron la capacidad de ver, de esperar, de asombrarse. ¿No lo estaban viendo?
Y esto también nos puede pasar a nosotros. ¿Cuántas veces experimentamos a Dios a lo largo de nuestra vida? Momentos que marcaron nuestra historia: oraciones respondidas, decisiones guiadas, milagros personales. Situaciones que fortalecieron nuestra confianza y nos llenaron de fe. Pero este pasaje nos invita a no quedarnos solo con eso. ¡No nos podemos conformar con vivir de glorias pasadas! (Isaías 49:18). No se trata de negar lo que Dios hizo, sino de no ponerle un techo a lo que quiere hacer ahora.
Tal vez hoy cargamos con una mochila pesada de errores, decepciones o culpas. Pero Dios quiere darnos libertad, y eso empieza por entregarle nuestras cargas, sin importar lo que fuimos. Solo necesitamos pedírselo, y Él va a responder. Dios siempre quiere hacer algo nuevo. Solo necesita un corazón dispuesto, abierto.
Dejemos de vivir del recuerdo. No nos conformemos con lo que Él ya hizo. Hoy es tiempo de mirar a Jesús y vivir el propósito que tiene con nosotros. Porque fiel es el que prometió (Hebreos 10:23).
Lo que ya vivimos alimenta nuestra confianza en Dios: sabemos quién es Él y lo que puede hacer. Pero también nos da esperanza en lo que prometió. Él dijo que está con nosotros, que nos cuida, nos ama, nos protege, nos respalda. Que no nos va a dejar como estamos. Que su Espíritu Santo nos guía para seguir creciendo.
Así como el pueblo de Israel vio milagros, señales y promesas que mostraban que Dios estaba con ellos, nosotros también podemos vivir eso hoy.
La esperanza se mantiene al ver a Dios cada día. Si antes abrió caminos, puede abrirlos otra vez… aunque sea de una manera diferente.
Nuestra realidad no es una limitación para Dios. Su cuidado, su protección y su guía no dependen de nuestras circunstancias. Mientras Israel avanzaba, aparecían nuevos desafíos, y en cada uno de ellos veían que Dios estaba en control y los llevaba siempre a más. Eso también es para nosotros.
Necesitamos dejar de mirar solo el pasado, entender que el presente no nos limita, y abrirnos a lo que Dios está haciendo ahora mismo. Vivir con expectativa.
"¡Voy a hacer algo nuevo! Ya está sucediendo, ¿no se dan cuenta?" (Isaías 43:19).
Tener expectativa es vivir con los ojos abiertos a lo nuevo que Dios quiere hacer en nosotros. Es creer que Él está actuando, incluso aunque hoy no lo vemos.
La mayor muestra del amor de Dios fue Jesús entregándose en la cruz. Gracias a Él tenemos perdón y vida eterna. Pero no se quedó en eso: sigue haciendo cosas nuevas cada día en nosotros.
Dios no nos habla de un futuro lejano, sino de algo que ya está ocurriendo:
— Un nuevo corazón, libre de decepciones, abandono y heridas.
— Una nueva forma de ver tu historia, como parte de algo mayor.
— Un nuevo propósito, más grande que uno mismo.
— Un nuevo comienzo, incluso si todo parecía perdido.
¿Estamos cegados por la rutina? ¿Estamos atrapados en nuestros “quehaceres” diarios que no podemos ver lo que Dios está haciendo? ¿Qué cosas ya no nos asombran? ¿Nos rendimos antes de tiempo? ¿Qué es lo que hoy necesitamos?
Salmo 27:14 nos anima: “Pon tu esperanza en el Señor; cobra ánimo y ármate de valor, ¡pon tu esperanza en el Señor!”
La expectativa es la actitud de esperar algo con anticipación. Y si hoy no lo vemos, si nos cuesta, si no le encontramos sentido a lo que vivimos, si el dolor parece más fuerte… aún así, podemos creer con todo el corazón lo que Dios dice: “¡Voy a hacer algo nuevo! Ya está sucediendo.” Esto alimenta nuestra esperanza y nos mantiene firmes en la fe.
Vivir con expectativas constantes es vivir con el corazón abierto y lleno de fe para lo nuevo.
(Salmos 5:3) Atentos a lo que Dios va a hacer. Puestos los ojos en Jesús, autor y consumador de la fe y así correr con paciencia esta carrera. (Hebreos 12:2)
REFLEXIÓN
¿ESTOY VIVIENDO SIN ESPERAR ALGO NUEVO?
A veces vivimos en un “modo supervivencia”, donde solo cumplimos con lo básico, sin entusiasmo, sin esperar nada nuevo ni de Dios ni de la vida. Aquello que en otro tiempo nos llenaba de asombro, hoy ya no lo hace, porque poco a poco hemos perdido la capacidad de sorprendernos. Pero Dios nos lleva a despertar, a abrir los ojos y a vivir con expectativa, reconociendo y creyendo que Él ya está haciendo algo nuevo, incluso si aún no lo vemos.
¿ME ESTOY CONFORMANDO CON LO QUE DIOS YA HIZO?
Lo que ya hemos vivido alimenta nuestra confianza en Dios: sabemos quién es Él y lo que puede hacer. Además, nos da esperanza en sus promesas. Él nos ha dicho que está con nosotros, que nos cuida, nos ama, nos protege y nos respalda. Que no nos dejará tal como estamos, y que su Espíritu Santo nos guiará para avanzar y seguir creciendo. Por eso, no debemos conformarnos solo con lo que Él ya hizo. Dios siempre quiere hacer algo nuevo, solo necesita que tengamos un corazón dispuesto y abierto.
¿ESTOY TENIENDO EXPECTATIVA DE LO QUE DIOS PUEDE HACER?
La expectativa es la actitud de esperar algo con anticipación. Aunque hoy no lo veamos y nos cueste, podemos creer con todo el corazón en lo que Dios dice: “¡Voy a hacer algo nuevo! Ya está sucediendo.” Esto fortalece nuestra esperanza y nos mantiene firmes en la fe. Vivir con expectativas constantes es vivir con el corazón abierto y lleno de fe para lo nuevo. (Salmos 5:3) Estando atentos a lo que Dios va a hacer, con los ojos puestos en Jesús, autor y consumador de la fe, para correr con paciencia esta carrera. (Hebreos 12:2)