«Podrás recorrer tranquilo tu camino, y tus pies no tropezarán. Al acostarte, no tendrás temor alguno; te acostarás y dormirás tranquilo. No temerás ningún desastre repentino, ni la desgracia que sobreviene a los impíos. Porque el Señor estará siempre a tu lado y te librará de caer en la trampa.» Proverbios 3:23-26 NVI
Con el paso del tiempo, parece ser que descansar se vuelve más difícil. Las responsabilidades, las decisiones y las presiones de la vida hacen que caminar tranquilos parezca un desafío. La Palabra nos promete descanso y confianza, pero convivimos con situaciones que nos empujan a la ansiedad, al temor y al estrés.
La presión familiar, personal, social, laboral o la que generan las redes, afecta nuestro corazón y nos roba la paz. Aparecen la angustia, el enojo, la soledad, el desánimo y la vergüenza. Nuestro cuerpo refleja lo que vivimos adentro y empezamos a tomar decisiones bajo presión, perdiendo la claridad para escuchar la voz de Dios. Terminamos aislándonos de los demás, pero también poco a poco vamos perdiendo parte de nuestra relación con Dios, dejamos de orar, de leer la Biblia y de querer compartir con otros.
NOS CONVERTIMOS EN PRESAS FÁCILES.
Comenzamos a normalizar la soledad, y terminamos decidiendo estar solos. Pero la Biblia nos recuerda «Estén alerta y sobrios. Su enemigo el diablo ronda como león rugiente, buscando a quién devorar.» (1 Pedro 5:8).
El enemigo busca separarnos de Dios y de los demás, al igual que los leones buscan al que está solo en la manada para poder atacarlo. Nos convertimos en una presa fácil de los temores, el miedo y la soledad. Pero Jesús nos recordó: «El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia.» (Juan 10:10).
NECESITAMOS ACERCARNOS, NO ALEJARNOS.
La clave es acercarnos a Dios y no alejarnos de Él, aún en lo bueno o en lo malo podemos tener la seguridad de que Él está con nosotros y que podemos acercarnos tal cual somos. «Así que acerquémonos confiadamente al trono de la gracia para recibir misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitamos.» (Hebreos 4:16).
DIOS NO DUERME.
Mientras nosotros descansamos, Él sigue velando por nuestra vida. Esa seguridad es la base para enfrentar lo que nos presiona. La promesa es clara: Dios está siempre a nuestro lado. «No permitirá que tu pie resbale; jamás duerme el que te cuida. Jamás duerme ni se adormece el que cuida de Israel.» (Salmo 121:3-4).
Sabemos lo difícil que es confiar porque vivimos en un mundo donde la confianza se rompe con facilidad. Personas queridas nos fallan, los amigos cambian, los trabajos terminan, y hasta nosotros mismos nos equivocamos. Pero Dios nunca falla. Su fidelidad es constante, Su amor es eterno y Su cuidado es perfecto. Confiar en Él es poner nuestra esperanza en alguien que jamás nos defrauda.
LA CONFIANZA SE ACOMPAÑA DE FE.
«Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve.» (Hebreos 11:1). Y es que la confianza va unida a la fe. Porque no se trata de negar la realidad que vivimos, sino de creer que Dios tiene el control y la última palabra. Una confianza genuina nos recuerda que, pase lo que pase, Dios nos sostiene con su mano victoriosa. (Isaías 41:13-14)
La vida de José es un ejemplo vivo de esta verdad. Traicionado por sus hermanos, vendido como esclavo, acusado injustamente y encarcelado, José parecía haber perdido todo. Sin embargo, la Biblia declara: «El Señor estaba con José y las cosas le salían muy bien. Mientras José vivía en la casa de su amo egipcio, este se dio cuenta de que el Señor estaba con José y lo hacía prosperar en todo.» (Génesis 39:2-3).
La clave de José fue no dejarse presionar por las circunstancias, sino confiar en que Dios tenía un propósito mayor. Años después, pudo decirles a sus hermanos: «Ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios lo transformó en bien.» (Génesis 50:20). Y esta misma promesa se cumple en nosotros: «Sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.» (Romanos 8:28).
DIOS SIEMPRE ESTÁ CON NOSOTROS.
No estamos solos. Dios está a nuestro lado en cada paso, en cada decisión, en cada noche de insomnio y en cada momento de angustia. Él no es un amuleto de la suerte, ni una cábala que funciona a veces y otras no. Es un Dios presente, fiel, que no se aparta de nosotros. Él es nuestra paz, nuestro descanso y nuestra seguridad.
El Salmo 139 nos recuerda que Dios nos conoce por completo. Él sabe cada paso que damos, cada palabra antes de que la digamos y no existe lugar donde podamos huir de Su presencia. Sus pensamientos hacia nosotros son tantos y tan valiosos que superan los granos de arena. (Salmo 139:1-5, 7, 17-18).
Él es el Dios vivo, que nos rodea y nos acompaña en cada momento. No depende de lo que sentimos ni de las circunstancias, siempre está presente y cerca.
Por eso vivimos con una seguridad: ¡no estamos solos! Dios está a nuestro lado, nos conoce, nos rodea y nos sostiene cada día.
REFLEXIÓN
¿DÓNDE ESTÁ PUESTA MI CONFIANZA?
Muchas veces terminamos confiando en personas, en el trabajo, en la familia o incluso en nosotros mismos, pero todo eso puede fallar en cualquier momento. La verdadera seguridad está en poner nuestra confianza en Dios, porque Él nunca falla ni se distrae (Salmo 121:3-4). Mientras todo a nuestro alrededor cambia, Su cuidado permanece firme y constante. Confiar en Él es descansar sabiendo que siempre está atento a lo que vivimos.
¿LAS PRESIONES DE LA VIDA ME ALEJAN O ACERCAN A DIOS?
Las presiones tienen el poder de empujarnos hacia la soledad y el aislamiento, llenándonos de temor y desánimo. Ahí es cuando dejamos de orar y nos volvemos más vulnerables al ataque del enemigo (1 Pedro 5:8). Pero también pueden ser la oportunidad para acercarnos más que nunca a Dios y buscar en Él la ayuda que necesitamos (Hebreos 4:16). La diferencia está en hacia dónde decidimos mirar: si dejamos que las presiones nos hundan o si permitimos que nos lleven directo a la presencia de Dios.
¿LOS EVENTOS DE LA VIDA ESTÁN CONDICIONANDO MI FE EN DIOS?
Nuestra fe no debería depender de si las cosas salen como esperamos. A veces confiamos mientras todo va bien, pero cuando se complica, nuestra fe tambalea. La Biblia nos recuerda que la fe es la certeza de lo que no vemos (Hebreos 11:1). Eso significa que no negamos la realidad, pero sí afirmamos que Dios tiene la última palabra y sostiene nuestra vida, aun cuando lo que vemos no nos guste (Isaías 41:13). Aunque nuestros planes no se cumplan, Dios sigue obrando y nada escapa de Su propósito ni de su cuidado (Romanos 8:28).