«Por eso, desde el día en que lo supimos, no hemos dejado de orar por ustedes. Pedimos que Dios les haga conocer plenamente su voluntad con toda sabiduría y comprensión espiritual, para que vivan de manera digna del Señor, agradándole en todo. Esto implica dar fruto en toda buena obra, crecer en el conocimiento de Dios y ser fortalecidos en todo sentido con su glorioso poder. Así perseverarán con paciencia en toda situación y con mucha alegría darán gracias al Padre. Él los ha facultado para participar de la herencia de los creyentes en el reino de la luz. Él nos libró del dominio de la oscuridad y nos trasladó al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención y perdón de pecados.» Colosenses 1.9-14
Hemos aprendido a vivir condicionados por nuestro estado de ánimo, y como dice Proverbios 15.13 «el corazón alegre se refleja en el rostro, el corazón dolido deprime el espíritu.» Nuestros estados de ánimo se ven, no los podemos ocultar; lo que sentimos en el corazón tarde o temprano se refleja en nuestra apariencia y en nuestras acciones.
Nos dejamos condicionar por las circunstancias, creyendo que nuestra felicidad y decisiones dependen de lo que ocurre alrededor. Dependiendo de lo que nos rodean, los recursos, nuestras capacidades o incluso limitaciones.
Nuestras emociones pasan a tener un poder y lugar sobre nuestras vidas. Siempre dependiendo de las circunstancias, esperando que algo ocurra para ver cambios o lograr algo convirtiéndonos en dependientes, en verdaderos rehenes emocionales.
EL PROBLEMA ES REALMENTE CUANDO LAS EMOCIONES AFECTAN NUESTRO FUTURO.
Cuando las emociones nos controlan, condicionan nuestras acciones y decisiones, lo que nos impide crecer. Dejando que controlen nuestro ánimo y nuestro espíritu, y como resultado, perdemos motivación, fuerza y el deseo de avanzar.
Nos sentimos estancados y llegamos a aceptar las cosas tal como son, resignándonos. Y esa falta de ánimo, interés y motivación nos lleva a quedarnos quietos, a estancarnos, y cometemos el error de buscar motivaciones externas que puedan traer fuerzas internas.
LAS PERSONAS BUSCAN Y AÚN INVIERTEN EN ENCONTRAR ALGO QUE LOS MOTIVE.
Pero pronto nos damos cuenta de que nada tiene la capacidad de motivar verdaderamente nuestro espíritu. Todo resulta insuficiente. Y, en lugar de buscar una solución más profunda, simplemente nos acostumbramos a aguantar, pensando que soportar el desánimo es en sí un gran logro o mérito. Pero esa no es la vida abundante que Dios tiene para nosotros.
Nos faltan fuerzas internas, nos rendimos fácilmente y dependemos del apoyo externo para mantenernos a flote. Sin fuerzas, sin propósito, nos sentimos inseguros y vulnerables. Y pensamos que la solución es un descanso físico, pero lo que verdaderamente necesitamos es descanso en el alma.
JESÚS NOS INVITA A ENCONTRAR ESE DESCANSO EN ÉL.
«Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma. Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana» Mateo 11.28-30
El error que cometemos es que todos buscamos algo que nos dé fuerzas, algo que nos haga sentir seguros y en nuestro deseo de ser fuertes, ponemos nuestro corazón y nuestra confianza en cosas que no tienen el poder ni la capacidad de darnos verdadera felicidad, fuerzas o seguridad.
Dios conoce bien nuestra tendencia: confiamos en lo externo, en cosas que jamás podrán brindarnos la seguridad que anhelamos y creemos erróneamente que nuestras fuerzas estarán en lo que logramos, en lo que conseguimos o en lo que compramos, pero esas cosas nunca llenarán el vacío ni nos darán la estabilidad que necesitamos.
PERO DIOS CONOCE NUESTROS CORAZONES.
Un corazón que sufre, que siente, que se alegra, que se duele… pero que también termina controlando nuestras vidas. Y cuando ponemos nuestro corazón en lo que pensamos que nos va a dar fuerzas, es donde nos comenzamos a sentir sin ánimo, con temor, bajo el control de nuestros sentimientos, miedos y cayendo ante las presiones de esta vida.
DIOS QUIERE HACERNOS FUERTES, PARA PODER PERSEVERAR CON PACIENCIA.
En Colosenses 1:9-14, nos anima a vivir fortalecidos por el poder de Dios, perseverando con paciencia en toda situación. Además, en Efesios 3:14-21, se nos anima a ser fortalecidos por el Espíritu en lo íntimo, para que Cristo habite en nuestros corazones.
Solo arraigados en su amor podremos resistir las dificultades, tentaciones y presiones de la vida. Su amor es la fuente de nuestra fuerza. Y arraigados nos habla de que estoy profundamente establecido, afirmado en una situación o pensamiento, que está firme en sus convicciones, como una planta que hecha raíces profundas en la tierra, lo que hace difícil de ser movida.
Es fundamental que nuestros corazones estén cimentados y establecidos en principios sólidos, para que podamos comprender la inmensidad del amor de Dios. Y comprender significa percibir y descubrir el sentido profundo de su amor, un amor que muchos aún no han experimentado plenamente en sus vidas.
Pero lo más triste es que hay quienes, habiendo conocido su amor, ahora dudan de que Dios los ame y, por ende, no pueden disfrutar de ese cuidado y protección que solo Él puede ofrecer. Se sienten desamparados y olvidados, dando poder a un corazón frágil y engañoso.
Sin embargo, Dios tiene un cuidado especial para cada uno de nosotros. No solo vela por nosotros, sino que nos infunde nuevas fuerzas. Como dice el Salmo 23: «El Señor es mi pastor; nada me falta... me infunde nuevas fuerzas». Aun en los momentos más oscuros, podemos encontrar consuelo en su presencia y experimentar su guía.
Hay muchos que temen por el mañana, sintiendo que todo les falta. No encuentran descanso, ni siquiera en el sueño. Pero Dios está aquí para darnos nuevas fuerzas, para enfrentar lo insostenible y lo que parece imposible.
DIOS NOS LLAMA A VIVIR CON VOLUNTAD Y CON DETERMINACIÓN A NO PERMITIR QUE NADA NOS DETENGA.
En Isaías 40:28-31, se nos recuerda que Dios renueva nuestras fuerzas cuando confiamos en Él. Y descubrimos que dentro de nosotros opera un poder que no conocíamos, como se menciona en 2 Corintios 4.7-9. Aunque podamos sentirnos atribulados, perplejos, perseguidos o derribados, nunca estamos solos.
Las dificultades no son una señal de debilidad, sino una oportunidad para demostrar que hay un poder mayor que actúa en nuestras vidas, un poder que nos sostiene por encima de nuestras emociones y circunstancias.
NI EL PRESENTE NI EL PASADO PUEDEN CONDICIONAR LO QUE DIOS PUEDE HACER.
En Filipenses 4:12-13, se nos recuerda que, sin importar las circunstancias, podemos aprender a vivir en todas ellas. Esto incluye tanto la pobreza como la abundancia, el hambre y la saciedad. En cada situación, podemos experimentar la fuerza de Cristo que nos fortalece y nos impulsa a seguir avanzando.
Sin embargo, es importante reconocer cómo las circunstancias pueden robar nuestra alegría, trayendo consigo el dolor y la tristeza. Pero el poder de Dios actúa como una fuente de alegría. No solo nos ayuda y acompaña en momentos difíciles, sino que también nos proporciona la seguridad necesaria para vivir con alegría, incluso en medio de los problemas.
Su poder nos garantiza que no nos faltará nada, que podremos experimentar su cuidado, y que encontraremos descanso y guía en nuestro camino. Incluso cuando atravesemos momentos difíciles, al final del proceso podremos observar cómo Dios nos bendice y recompensa.
TUS FUERZAS Y TU ALEGRÍA NO VIENE DE LO QUE TE RODEA, VIENE DE EXPERIMENTAR EL PODER DE DIOS.
¿ESTOY PERMITIENDO QUE MIS SENTIMIENTOS O EMOCIONES INFLUYAN EN MIS ACCIONES?
Hemos aprendido a vivir condicionados por los factores de nuestro al rededor y nuestras emociones, que incluso afectan nuestras decisiones, pero la realidad es que no podemos depender de lo que sentimos, sino de lo que Dios quiere para nuestras vidas, Él quiere que vivamos una vida en libertad, arraigados en su amor. Solo así podremos encontrar paz y fuerzas para enfrentar todos los desafíos que se nos presenten.
¿ESTOY AFERRÁNDOME A DIOS ANTE LAS DIFICULTADES?
Muchas veces creemos que tener fe en Dios significa que no tendremos problemas, pero eso no es cierto. Creer en Dios no nos exime de las dificultades. Su amor no depende de nuestras circunstancias; es constante y siempre está presente. En los momentos difíciles, ese amor nos brinda la fuerza que necesitamos para seguir adelante. A pesar de los desafíos, podemos contar con Él para encontrar apoyo y consuelo.
¿ESTOY BUSCANDO FUERZAS EN EL LUGAR CORRECTO?
En nuestra dependencia de Dios, Su amor nos da la fuerza para seguir adelante, incluso cuando nos sentimos débiles. Es en su poder donde hallamos el verdadero descanso y la paz que necesitamos para enfrentar los desafíos de la vida. Cuando nos apoyamos en Él, descubrimos que siempre hay un lugar seguro para renovar nuestras fuerzas.
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