«Este es el niño que yo le pedí al Señor, y Él me lo concedió. Ahora yo, por mi parte, se lo entrego al Señor,. Mientras el niño viva, estará dedicado a Él.. Entonces Elí se postró allí ante el Señor,» 1 Samuel 1.27-28

En la Biblia encontramos la historia de Ana, una mujer que, a pesar de ser estéril, oró a Dios por un hijo, y Él le respondió. Ana no solo sabía lo que estaba pidiendo, sino, lo más importante, a quién se lo estaba pidiendo. 

El anhelo de Ana era ser madre, y aunque enfrentaba grandes dificultades, decidió poner su mirada en Dios. Ana entendía que su confianza debía estar completamente en Él. Dios escuchó su oración y le concedió el hijo que tanto deseaba. En respuesta, Ana cumplió su promesa y dedicó a su hijo al Señor, reconociendo que su vida le pertenecía a Dios.

«Los hijos son una herencia del Señor, los frutos del vientre son una recompensa.» Salmos 127.3

Al igual que Ana, debemos reconocer que no somos dueños de nuestros hijos; ellos son un regalo de Dios. Por esta razón, como iglesia no los bautizamos, sino que los dedicamos a Dios, sabiendo que nos han sido confiados por Él. 

Al dedicarlos a Dios, reconocemos que su vida le pertenece y que nuestra labor es acompañarlos en su conocimiento de Él. Nuestra responsabilidad es guiarlos y enseñarles sobre el Señor, ayudándolos a conocerlo desde pequeños.

Y quizá en este momento no seas madre o padre, pero Dios te ha colocado en un rol especial dentro de tu entorno para bendecir y guiar a otros. Y es importante entender que todos tenemos la oportunidad de impactar la vida de quienes nos rodean.

«Instruye al niño en el camino correcto, y aun en su vejez no lo abandonará.» Proverbios 22.6

No somos dueños de nuestros hijos; pero tenemos la responsabilidad de guiarlos hacia Dios. Es fundamental aprender a guiarlos con sabiduría, estableciendo límites y disciplina.

La disciplina, según lo que Dios enseña, se refiere a un proceso de formación y educación, donde se busca la restauración a través del consejo y la guía. No debe confundirse con humillación, sometimiento o castigo, ya que su propósito es formar, no dañar.

Y hay momentos en la vida que no se pueden recuperar; un niño crece rápido. Pero que importante es vivir cada momento, escuchando a Dios.  Vivir con un anhelo del corazón de decir cada día a Dios ¿Qué quieres que haga?

«Traigo a la memoria tu fe sincera, la cual animó primero a tu abuela Loida, a tu madre Eunice y ahora te anima a ti. De eso estoy convencido. Por eso te recomiendo que avives la llama del don de Dios que recibiste cuando te impuse las manos. Pues Dios no nos ha dado un espíritu de timidez, sino de poder, de amor y de dominio propio.» 2 Timoteo 1:5-7

Pablo es quien le escribe a Timoteo y le recuerda, le trae a memoria «tu fe sincera» la cual su abuela y su madre le inculcaron una fe sincera. Una fe que se transmitió de generación en generación.

Dios tiene el poder de cambiar nuestras vidas, por eso es importante no solo mantener nuestra fe, sino transmitirla a otros. Una fe que no solo impacta a hijos, sino a la familia, a los vecinos, a todo tu alrededor. 

UNA FE QUE TRASCIENDE Y QUE IMPACTA.

El ser cristiano no quiere decir que seamos perfectos, o aún más que vivamos en una familia perfecta, pero debe hablarlo de una fe verdadera, una fe en Dios real, la cual nos permite pasar cualquier situación de la mano de Dios.

La oración es nuestra primera opción, no nuestro último recurso, oramos creyendo en la voluntad de Dios y que Él hará como quiere. Viviendo por fe. Reconociendo que lo mejor que podemos dejar a otros en esta vida, es nuestra fe. 

Y no tiene que ver con el tiempo en que estás conociendo a Jesús, sea un mes, años o toda tu vida. Casas, auto y terrenos son una bendición, pero no tiene precio el enseñar a Jesús y transmitir esa fe. Lo mejor que podemos darle a nuestro alrededor es a Dios.

UNA FE QUE TRASPASA TODA ANSIEDAD, TODO MIEDO, TODO TEMOR.

Una fe no fingida, que no es un cuento; sino que se vuelve real. Donde dificultades pueden venir, pero con Jesús es otra cosa. 

Somos testimonios vivientes, nuestro al rededor nos ve y adquiere nuestros hábitos. Es por eso que necesitamos entender lo que está en nuestras manos, una fe que marca, que impacta y que por sobre todo contagia.

Pero a veces somos egoístas y no nos damos el tiempo de mirar a nuestro al rededor, pasamos por alto las necesidades de otros, por pensar solo en nuestra propia vida, pero Dios nos ha puesto en el lugar preciso para poder abrazar y levantar a otros.

Hablarle a nuestras familias, amigos y nuestro al rededor puede hacer la diferencia, estar y permanecer, dar palabras de aliento, es mostrar el amor de Dios.

Podemos hacer la diferencia en la vida de otras personas con nuestra boca, para bien o para mal. Y NUESTRO TIEMPO ES AHORA. 

Pablo le recuerda a Timoteo «Traigo a la memoria tu fe sincera, la cual animó primero a tu abuela Loida y a tu madre Eunice.» Esta fe genuina, que pasó de generación en generación, es un ejemplo para nosotros. Así como ellos fueron animados por su fe, ahora es nuestro turno de animar a otros.

Y ánimo habla de fuerzas, de energía, para hacer, resolver o emprender algo, animemos a los que tenemos cerca, levantemos a otros, siempre es importante recordar que nuestra misión es acercar a las personas a Dios.

Con una fe que vivo todos los días, estando presentes, demostrando el amor de diferentes formas. Siendo parte de la vida de otros. Demostrando a otros que Jesús está en nuestras vidas a través de la acción, no solo de las palabras.

HOY TU FE PUEDE CAMBIAR LA HISTORIA DE TU ALREDEDOR. 

Pero ese cambio empieza por mi vida y es por eso que necesitamos entender que hay áreas de nuestra vida que hay que sanar, sanidad que no solo beneficiara mi vida, sino también que traerá sanidad en nuestras familias, en nuestro alrededor y que por consecuencia trae una fe verdadera. 

UNA FE QUE TRASCIENDE LA VIDA DE LOS DEMÁS.

 

 



¿ESTOY VALORANDO EL ROL QUE TENGO?
Es importante recordar que cada uno de nosotros tiene un papel único en la vida. Dios nos ha situado en lugares especiales, ya sea en nuestra familia, en el trabajo o en nuestra comunidad, para que podamos compartir de su amor. Cada día es una oportunidad para mostrar a otros quién es Dios a través de nuestras acciones y palabras. Al hacerlo, marcamos la diferencia en la vida de otros.

¿COMPRENDO QUE MI FE INFLUYE EN LA VIDA DE LOS DEMÁS?
La fe que vivimos no solo impacta nuestras vidas, sino que también puede transformar a quienes nos rodean. Como Pablo le recordó a Timoteo sobre la fe de su madre y abuela, nuestra fe puede inspirar y alentar la vida de otros. Es importante ser conscientes de que nuestras acciones y palabras reflejan nuestra fe, y nuestro actuar influye en la vida de otros para acercarlos a Dios.

¿ENTIENDO QUE LO MEJOR QUE PUEDO DAR A OTROS ES MI FE? 
Lo que realmente marca la diferencia en la vida de otros es conocer a Jesús, Los regalos materiales son temporales, pero la salvación que Él ofrece dura para siempre. Mi fe puede impactar la vida de otros, acercándolos a Dios. Una fe que transciende, que trae bendición no solo para mí, si no para quienes me rodean.

 

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