«Por eso, desde el día en que lo supimos, no hemos dejado de orar por ustedes. Pedimos que Dios les haga conocer plenamente su voluntad con toda sabiduría y comprensión espiritual,  para que vivan de manera digna del Señor, agradándole en todo. Esto implica dar fruto en toda buena obra, crecer en el conocimiento de Dios y ser fortalecidos en todo sentido con su glorioso poder. Así perseverarán con paciencia en toda situación y con mucha alegría darán gracias al Padre. Él los ha facultado para participar de la herencia de los creyentes en el reino de la luz. Él nos libró del dominio de la oscuridad y nos trasladó al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención y perdón de pecados.» Colosenses 1.9-14 

 

A nadie le gusta ser corregido. Es natural que nos ofendamos cuando alguien nos señala un error, porque enfrentarnos a nuestras fallas suele generar una incómoda sensación de vergüenza. Intentamos justificar nuestras acciones, aun cuando en el fondo sabemos que nuestras excusas no tienen mucho sentido. A veces, incluso preferimos negar lo ocurrido tal y como lo hicieron Adán y Eva al esconderse y culpar a otros tras su error (Génesis 3.1-13).

Y es que la corrección nos provoca dolor por distintas razones: Nuestro orgullo, el sentirnos incompetentes, temor a ser juzgados de manera negativa, malas experiencias pasadas y nuestro constante deseo de aprobación que busca la validación de nuestro entorno y ser corregidos puede hacernos sentir que no la hemos obtenido.

Aceptar la corrección con una actitud positiva implica reconocerla como una oportunidad para crecer, a pesar de la incomodidad que nos puede generar. Necesitamos recordar que somos imperfectos y que equivocarnos es parte de nuestra naturaleza, y que aunque veamos a personas que aparentan nunca fallar, que parecen infalibles, compararnos solo nos provoca dolor porque nos hace sentir inferiores.

CRECER NO SIGNIFICA NO COMETER ERRORES, SINO APRENDER DE ELLOS.

Todos cometemos errores y negarlos es engañarnos a nosotros mismos (1 Juan 1.8-10) Y el error está ahí, buscamos tapar o esconder nuestros errores, en lugar de enfrentarlos y eso solo hace que nos cueste creer en Jesús y alejarnos de Él, porque venir a Él significa reconocer que no somos perfectos y que no podemos solos, que necesitamos su ayuda y que tenemos una necesidad.

Juan 3.16-21 nos dice que Dios amó tanto al mundo que envió a Jesús para ofrecer vida eterna a quienes creen en Él, Jesús no vino para condenar, sino para salvar y la condenación ocurre cuando rechazamos la luz y preferimos escondernos en la oscuridad, temiendo que nuestros errores sean expuestos porque la luz de Dios revela nuestra verdadera condición, y eso nos incomoda, esconder lo que está mal solo nos hace más daño y mantenernos en condenación.

Salmos 32. 3-5 lo expresa claramente: «Mientras guardé silencio, mis huesos se fueron consumiendo por mí gemir de todo el día… Pero te confesé mi pecado, y no te oculté mi maldad.» Es un error callarnos, ocultarnos, mantenernos solos y escondidos, todo esto solo nos trae dolor y nos impide experimentar el perdón, la vida y la salvación que Dios nos ofrece.

CRECER ES RECONOCER NUESTROS ERRORES Y ACEPTAR LA CORRECCIÓN PARA HACER CAMBIOS EN NUESTRAS VIDAS.

La disciplina de Dios no es un castigo, sino una enseñanza, asociamos disciplina con dolor o con las malas experiencias del pasado y eso nos ha llevado a escapar de tratos o procesos. Y aquí es donde muchos nos equivocamos al pensar que Dios es un ser que castiga, exige y trata con dureza, porque no hemos entendido, ni experimentado su verdadero amor.

Si comprendiéramos cuánto Dios nos ama, entenderíamos que su amor por nosotros excede toda comprensión y que, en lugar de ser un juez implacable, es una fuente constante de perdón y compasión. (Romanos 5.6-8) y es que disciplina no es lo mismo que castigo; sino que disciplina se trata de enseñar y establecer límites, aunque a menudo no nos gusten los límites.

La disciplina de Dios es una muestra de su amor (Hebreos 12.5-13). Dios nunca oculta nuestros errores, pero a pesar de que Él sabe que vamos a fallar, sigue amándonos y eligiéndonos, una muestra profunda y real de qué es el amor.

DIOS TE AMA Y POR ESO SE TOMA EL TIEMPO DE ENSEÑARTE.

Aunque a veces su trato pueda parecer duro, es para nuestro crecimiento. Él no quiere que seamos como niños llevados por cualquier viento de enseñanza y engaño (Efesios 4.14). Dios tiene planes de bien para nosotros y desea darnos un futuro lleno de esperanza (Jeremías 29.11). La sociedad ha malinterpretado la disciplina, usándola para avergonzar y maltratar. Sin embargo, Dios quiere nuestro bien. Nuestra vida es valiosa para Él.

La disciplina es esencial y necesaria para nuestra vidas y en el libro de proverbios se nos enseña sobre su importancia (Proverbios 1.7, 3.11, 13.18, 15.10-12, 22.15, 29.15, 29.17, 29.21).

Dejemos de escondernos, crecer no es solo reconocer el error, crecer es dejarnos enseñar, dejarnos corregir, es venir a Dios con un corazón abierto para que Él pueda hacer en nosotros cambios.

Dios quiere que no solo crezcas en conocerlo, sino también que tu vida produzca grandes resultados. (Colosenses 1.9-14) Que vivas una vida plena, caminando sin vergüenza y con dignidad. (Salmos 32.8-9) Tu mejor versión siempre está en Dios. 

 

 



¿ESTOY OCULTANDO MIS ERRORES POR MIEDO A LA DISCIPLINA?
Aceptar nuestros errores puede ser difícil, ya sea por orgullo, inseguridad o malas experiencias del pasado, la corrección de Dios no busca castigarnos, sino guiarnos para nuestro bien. Su disciplina es una oportunidad para aprender, crecer y avanzar en nuestro camino, recordándonos que no nos rechaza a pesar de nuestros errores, sino que nos ama y desea lo mejor para nosotros.

¿ESTOY ENTENDIENDO LA DISCIPLINA COMO UNA MUESTRA DEL AMOR DE DIOS Y NO COMO UN CASTIGO?
Aunque la corrección pueda parecer difícil, debemos verla como una oportunidad para crecer, no como un castigo. La disciplina de Dios es una clara muestra de su amor. Él te ama tanto que se toma el tiempo para enseñarte y guiarte en el camino correcto.

¿ESTOY ACEPTANDO LA DISCIPLINA COMO UNA OPORTUNIDAD PARA CRECER?
Reconocer nuestros errores y estar dispuestos a recibir su corrección nos abre las puertas para experimentar el amor de Dios. Es a través de ese proceso que podemos alcanzar la libertad y la salvación que Él desea para nuestras vidas.

 

 

 

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