«12 Les aseguro que el que cree en mí también hará las obras que yo hago y aun las hará mayores, porque yo vuelvo al Padre. 13 Cualquier cosa que ustedes pidan en mi nombre, yo la haré; así será glorificado el Padre en el Hijo. 14 Lo que pidan en mi nombre, yo lo haré.» Juan 14.12-14
¿Por qué estamos hoy acá (iglesia)?
¿Qué nos hace diferentes a una persona que no cree en Dios?
A simple vista nada. Sería diferente si nuestra fe en Dios fuera un pase para evadir las colas en el banco, la necesidad de trabajar o la obligación de pagar ciertos servicios, pero no es así, aunque creemos, vivimos y sufrimos las mismas circunstancias que cualquier otra persona, tenemos las mismas obligaciones que cualquier otro. Aunque creemos, envejecemos, y como el resto de los seres humanos, algún día vamos a morir.
Entonces, ¿Cuál es el beneficio de creer en Dios? Muchas veces ante esta realidad, al sufrir los golpes de la vida, entramos en una crisis de fe y comenzamos a preguntarnos dónde está Dios. Permitimos que las circunstancias terminen robándonos la fe, pero la fe que nos fue dada, es nuestro tesoro más preciado.
Esto sucede porque hemos seguido el evangelio pretendiendo librarnos de situaciones pasajeras de la vida, sin embargo, no es ese el resultado del verdadero evangelio. Vemos en la Biblia ciento de personas que han sufrido adversidades e injusticias aun creyendo en Dios.
(Salmos 73) Asaf fue un hombre que estuvo a punto de perder su fe por mirar cómo otros que no creían en Dios, prosperaban más que él. Comenzó a sentir envidia de su “buen pasar”.
Perder de vista lo que Dios nos dio y comenzar a anhelar más ciertas cosas personales nos desenfoca y amenaza nuestra fe.
Jesús nunca nos prometió que no atravesaríamos dificultades, pero nos aseguró que en el tendremos paz.
En un momento Asaf pudo entrar en razón y reconocer que Dios era lo mejor que él podía tener y desear. “¿A quién tengo en el cielo sino a ti? Si estoy contigo, ya nada quiero en la tierra. Podrán desfallecer mi cuerpo y mi corazón, pero Dios es la roca de mi corazón; él es mi herencia eterna.” (Salmos 73:25-26)
Hemos perdido de vista que Dios es lo mejor que podríamos tener, y hemos permitido que se vuelva algo secundario en nuestra vida. Dejamos de darle valor a nuestra fe, a su palabra, a lo que él hizo y hace con nosotros. Hasta que no veamos con claridad quién es Dios y lo que él tiene para nosotros no vamos a poder valorar nuestra fe en Él.
Necesitamos conocer mejor a Dios, los años que llevemos congregándonos no aseguran el conocerle, necesitamos la sabiduría de Dios para descubrir cada día en profundidad lo que Él tiene para nosotros. (Efesios 1.15)
Descubrir lo que tenemos en Dios es comprender que el mismo poder que levantó a Jesús de entre los muertos actúa en nosotros hoy, ese poder está a favor nuestro, esta es la herencia gloriosa que recibimos al creer en Dios.
JESÚS NO SE ENTREGÓ PARA QUE TENGAMOS UNA VIDA MAS FÁCIL, ESO ES TEMPORAL, SE ENTREGÓ PARA SALVARNOS DE LA MUERTE Y REGALARNOS VIDA ETERNA. (Juan 3.16)
Por eso nuestra fe no se enfoca en las necesidades momentáneas que desearíamos resolver, sino en la vida eterna que alcanzamos por medio de esa fe.
Necesitamos dejar de limitar nuestra fe a lo temporal y conocer a ese Jesús que murió para darnos salvación. Comprendiendo el valor del tesoro que tenemos en nosotros, la verdadera fe nos enfoca en la vida eterna, nos lleva a conocer más a Dios aun en medio de la adversidad. (Tito 3.3-7 / Juan17.1-5)
Esto no significa que tenemos que resignarnos a sufrir, esta fe que nos lleva a la vida eterna también tiene promesas para esta vida. Nos asegura que contamos con el poder que levantó a Jesús de la muerte. Vamos a atravesar adversidades como cualquier otro, pero la diferencia es que podemos ir a Dios en medio de la crisis. Tenemos una esperanza segura en Él.
«Aun si voy por valles tenebrosos, no temeré ningún mal porque tú estás a mi lado; tu vara y tu bastón me reconfortan. Dispones ante mí un banquete en presencia de mis enemigos. Has ungido con aceite mi cabeza; has llenado mi copa a rebosar. Seguro estoy de que la bondad y el amor me seguirán todos los días de mi vida; y en la casa del SEÑOR habitaré para siempre.» Salmos 23.4-6
Creer en Dios es caminar con la seguridad de que él está con nosotros sin importar lo que nos toque atravesar. Que su mano y su poder nos guían al lugar seguro. EL RESPALDO DE DIOS ES NUESTRA SEGURIDAD.
REFLEXIÓN:
¿QUÉ ES LO QUE ME MOTIVA A CREER EN DIOS? Nuestra fe en Dios no nos exime de atravesar circunstancias difíciles, nos da la seguridad de que no hay nada que nos pueda destruir porque en Dios tenemos VIDA ETERNA.
¿ESTOY COMPRENDIENDO QUIÉN ES DIOS Y EL PODER QUE TIENE MI FE EN ÉL? La fe en Dios nos lleva a conocerle más, comprender el valor de la vida eterna a la que tenemos acceso por medio de Jesús, y experimentar su poder en nuestras vidas.
¿ESTOY CAMINANDO SEGURO EN MEDIO DE LA ADVERSIDAD? Como cualquier otra persona, atravesamos momentos difíciles, pero tenemos una esperanza a quien correr, esa esperanza es Jesús, quien nos regala salvación y vida eterna, y nos llena de poder para superar cualquier obstáculo en nuestra vida.
EL PODER DE DIOS ESTÁ A NUESTRO FAVOR, EN ÉL ESTAMOS SEGUROS.