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¡Qué incómodo llegar a un lugar donde sentís que no te estaban esperando! Nos sentimos de sobra, no bienvenidos.
Pero qué bueno es llegar a un lugar y sentirte bien recibido, que te hagan sentir en casa.
«Por lo tanto, ustedes ya no son extraños ni extranjeros, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios,» Efesios 2.19
Cuando Jesús vino a levantar su iglesia vino a crear una FAMILIA. Lo que nos hace familia es que SOMOS HIJOS DE DIOS sin importar cómo estamos, al recibir a Jesús en nuestras vidas Dios nos adopta como hijos y nos dice que no hay nada que puede acusarnos y revertir esta nueva realidad.
«En otro tiempo ustedes, por su actitud y sus malas acciones, estaban alejados de Dios y eran sus enemigos. Pero ahora Dios, a fin de presentarlos santos, intachables e irreprochables delante de él, los ha reconciliado en el cuerpo mortal de Cristo mediante su muerte, » Colosenses 1.21-23
Incluso si cuando vienen pensamientos a nuestra mente que quieren hacernos creer que no somos aptos Dios nos dice que nos llama santos e intachables. Nos mira con amor como un verdadero Padre.
Y ahora no solo somos hijos de Dios, sino que en esta familia ganamos hermanos. No podemos vivir una relación con Dios independiente de nuestros hermanos. El amor a Dios lo reflejamos en lo que hacemos por nuestros hermanos, cada cosa que hagamos por ellos cuenta para Dios. Nos necesitamos unos a otros para seguir creciendo. Ese es el objetivo con el que Dios nos regala esta familia, que no caminemos solos, porque sabe que juntos somos mejores.
La soledad no es una circunstancia, es una decisión. Jesús mismo nos enseña a no caminar solos. Él nos llamó amigos, el mismo hijo de Dios nos dejó en claro que necesitamos caminar acompañados como él lo hizo. Como iglesia, somos familia, somos hermanos y estamos dispuestos a dar la vida los unos por los otros.
REFLEXIÓN
¿Hay algo que nos está haciendo sentir lejos de Dios?
Recordemos que él nos llama hijos desde el momento en el que invitamos a Jesús a ser parte de nuestras vidas. Nada puede robarnos esa identidad. «Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios.» Juan 1.12
La soledad es una decisión, ¿cómo estamos decidiendo vivir nuestra vida?
¡Como iglesia estamos para acompañarte!
¿Estamos acompañando a otros siendo parte de su vida?
Jesús nos llamó amigos y dio su vida por nosotros, esa es la forma en la que aprendemos a amar, dándonos por completo los unos por los otros! «Y éste es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande que el dar la vida por sus amigos.» Juan 15.12-17