«Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿cómo lo recobrará? Ya no sirve para nada, sino para que la gente la deseche y la pisotee. 14 Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad en lo alto de una montaña no puede esconderse. 15 Tampoco se enciende una lámpara para cubrirla con una vasija. Por el contrario, se pone en el candelero para que alumbre a todos los que están en la casa. 16 Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben a su Padre que está en los cielos.» Mateo 5.13-14

Llegamos al final de esta serie “NUESTRO MENSAJE” en la cual descubrimos juntos que tenemos un mensaje para dar que es capaz de transformar vidas. Y aunque es un mensaje lleno de poder, no ignoramos el hecho de que en nuestro caminar, a medida que avanzamos en la vida, enfrentamos un sinnúmero de amenazas que muchas veces quieren hacernos callar. Las amenazas no son otra cosa que anuncios sobre un posible riesgo futuro, que buscan infundir temor afectando así nuestro presente. Lo más peligroso para nosotros no son las amenazas en sí, sino nuestra reacción frente a ellas. Muchas veces dejamos que nos hagan olvidar lo que Dios nos dijo y buscamos aislarnos, caminar solos.

El profeta Elías, aun después de ver el poder de Dios, se asustó y huyó, busco la soledad y pidió a Dios que le quite la vida (1 Reyes 19.1-4). Podríamos preguntarnos cómo puede ser que un hombre que vivía en la presencia de Dios, llegue al punto de querer morirse. Pero Elías era un hombre con debilidades, tan humano y limitado como cualquiera de nosotros (Santiago 5.17). La soledad no es una circunstancia, sino una decisión de no dejarnos acompañar. Hoy hay muchas personas caminando en soledad frente a situaciones que tal vez nos hicieron daño, o que trae intranquilidad, se sienten perturbados (Salmos 55.1-8).

Cuando el miedo nos invade no sabemos qué hacer, y en muchas ocasiones hemos querido desaparecer. Hay quienes se sienten tan agobiados frente a las amenazas que creen que la muerte es la mejor opción. No se dan cuenta de que el temor está tomando dominio de sus acciones. Pero ese pensamiento de muerte es aún peor que aquello que nos asusta. El temor y las amenazas impiden que podamos ver con claridad. Nos volvemos impulsivos y reaccionamos frente al peligro sin pensar en las consecuencias de nuestras decisiones (1 Samuel 13.6-15). Pero finalmente sufrimos las consecuencias de no medir nuestras acciones.



Pero si tomamos en cuenta lo que Dios hizo en nosotros y cuál era realmente nuestra condición antes de llegar a Jesús. No vivimos bajo amenaza, la muerte era una condena real sobre nuestras vidas y éramos incapaces de salvarnos de esa condición por nosotros mismo (Romanos 5.6-8 / Efesios 2.4-5 / Colosenses 1.13-14). Pero Jesús entregó su vida para librarnos de la muerte y darnos esperanza. Nos rescató de una vida desahuciada y sin sentido (1 Pedro 1.13-21). Aun siendo recatados, las amenazas no cesan, pero tenemos una visión más clara para saber cómo reaccionar. Muchos ante el temor se preguntan dónde está Dios y comienzan a dudar. Pero nuestra fe no está basada en teorías, sino en el amor de Dios demostrado a través de Jesús, su muerte y Resurrección es lo que nos da la seguridad de que nada puede derribarnos. Somos más que vencedores por medio de Él (Romanos 8.31-39). Estoy convencido, no solo lo creo, tengo la convicción de que si Dios no me dejó, no me abandonó cuando ya estaba perdido, tampoco lo va a hacer ahora. Pero Dios conoce nuestras limitaciones, y ve cómo muchas situaciones quieren traer temor, por eso nos habla, para que nuestra confianza no se vea afectada. 

«Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo.» Juan 16.33 

Necesitamos aprender a confiar en Dios, y descubrir que Él es nuestra protección frente a cualquier peligro (Salmos 27.1-3). Mantenemos nuestra confianza en Dios cuando quitamos nuestra atención de la amenaza y la fijamos en lo que Dios dice, en lo que Él puede hacer. Esto requiere determinación, para que las amenazas no condicionen nuestra fe.

Somos portadores de un gran mensaje y no vamos a permitir que esas voces y mensajes que quieren hacernos creer que no vamos a poder, logren callarnos. Fuimos llamados a generar cambios y no a ser condicionados (Mateo 5.13-14). Los discípulos, luego de haber visto milagros, como el poder de Dios, era capaz de sanar enfermos, multiplicar panes y peces, calmar la tempestad y aún más, de vencer a la misma muerte viendo a Jesús resucitado, sufrieron amenazas de quienes no querían que el mensaje del evangelio siga corriendo. Pero frente a estas amenazas, su respuesta fue: ¡NO PODEMOS DEJAR DE HABLAR DE LO QUE HEMOS VISTO Y OÍDO! (Hechos 4.17-20). Mientras muchos se aíslan, entran en pánico, reaccionan impulsivamente o toman malas decisiones, los discípulos supieron qué hacer frente a las amenazas. Ellos sabían que no estaban solos, acudieron a la iglesia para ser fortalecidos ante las amenazas. De la misma forma nosotros contamos con la iglesia, tenemos la posibilidad de caminar juntos en los grupos de conexión, en una charla personal con el liderazgo y tantas opciones para no enfrentar solo lo que puedas estar viviendo (Santiago 5.13-20 / Proverbios 28.13).

Buscar ayuda, hablar nos lleva a buenos resultados sobre lo que estamos atravesando. Y sobre todas las cosas contamos con la ayuda de Dios, podemos pedirle a Él en medio de la crisis y el temor. Los discípulos oraron junto a la iglesia: “[…] Toma en cuenta sus amenazas y concede a tus siervos el proclamar tu palabra sin temor alguno.” (Hechos 4.29-31). No solo podemos presentar a Dios nuestro problema, podemos pedir más. Frente a las amenazas podemos levantarnos y pedir milagros.

PODEMOS SER COMIDOS POR AQUELLAS SITUACIONES QUE AMENAZAN NUESTRAS VIDAS O PODEMOS CONFIAR Y CONVERTIRNOS NOSOTROS EN UNA AMENAZA PARA LOS PROBLEMAS.



¿ESTOY DEJANDO QUE LAS AMENAZAS CONDICIONEN MIS ACCIONES? No es tan peligrosa la amenaza como nuestra reacción frente a ella. Podemos aislarnos, dejarnos vencer o confiar con más fuerzas en el cuidado de Dios sobre nuestras vidas.

¿ESTOY CONFIANDO EN EL AMOR Y CUIDADO DE DIOS HACIA MI VIDA? Antes de llegar a Jesús, estábamos perdidos, sin esperanza ni posibilidad de librarnos de la muerte. Dios hizo evidente su amor hacia nosotros enviando a Jesús. Su muerte y resurrección es el recordatorio de que somos más que vencedores por medio de Él.

¿ESTOY DEJANDO QUE LAS AMENAZAS ME HAGAN CALLAR? Podemos dejar que las amenazas nos limiten y nos destruyan. O podemos afirmar nuestra confianza en él y pedir milagros para que nuestra luz brille en medio de la oscuridad. Cada amenaza es la oportunidad de ver el poder de Dios en nuestras vidas.

LAS AMENAZAS NO VAN A CALLARNOS PORQUE FUIMOS LLAMADOS PARA TRANSFORMAR LA REALIDAD QUE NOS RODEA Y DAR A CONOCER EL PODER DE DIOS.