«Ciertamente les aseguro que el que cree en mí las obras que yo hago también él las hará, y aun las hará mayores, porque yo vuelvo al Padre. Cualquier cosa que ustedes pidan en mi nombre, yo la haré; así será glorificado el Padre en el Hijo. Lo que pidan en mi nombre, yo lo haré.» Juan 14.12-14
Vivimos en un mundo que constantemente busca desacreditarnos, segregar, minimizar el valor de las personas, etiquetarnos por nuestros defectos. Esto nos lleva a la mayoría de nosotros a vivir con un sentimiento de inferioridad, sintiendo que nuestra vida no tiene valor. Terminamos cayendo en la comparación y hablando de nosotros con palabras negativas e hirientes. Este sentimiento no nos deja disfrutar plenamente de la vida. Muchos ante esta realidad aconsejan buscar ayuda en terapias, líderes motivaciones, coachs y hasta pagamos para encontrar alguien que no motive y nos diga palabras de afirmación. Las redes están llenas de mensajes motivacionales y es un contenido que cada vez las personas consumen más; sin embargo, la baja autoestima es cada vez mayor, no logramos librarnos de estos sentimientos de inferioridad.
Es lógico entendiendo que crecemos en una sociedad que nos descalifica constantemente, hasta los religiosos han usado la fe para descalificar y señalar a las personas haciéndolas sentirse no aptas.
En cierta ocasión, cuando un grupo de fariseos intento hacer esto con los discípulos de Jesús por no cumplir el ritual de lavarse las manos antes de comer, Él les dio una gran enseñanza. Jesús les hace ver que lo que realmente impacta, contamina o alimenta a una persona no es lo que entra en su boca, sino lo que sale de ella. Haciéndoles ver el poder que tienen las palabras. Estas no solo contaminan nuestra vida sino a otros. No nos hemos dado cuenta el impacto que las palabras tienen, por eso hemos dejado que lo que otros dicen o incluso lo que nosotros hablamos sobre nosotros mismos tenga tanto poder al punto de condicionarnos y limitarnos. Las palabras tienen poder de vida o muerte, pueden condicionar la manera en la que disfrutamos la vida. Las palabras pueden deprimir el corazón y herir. Por eso muchos hoy viven en depresión, por dar lugar a lo que otros han dicho negativamente o aun a sus propios dichos. (Proverbios 18.21 /Salmos 34.12/Proverbios 15.4/Proverbios 12.18) Sin embargo, nos resulta difícil controlar la lengua. (Santiago 3.1-12)
Hay personas que se muestran fuertes, y llegamos a pensar que ellos no luchan con lo mismo que nosotros, pero la realidad es que todos en algún momento pasamos por situaciones que nos hacen sentir inseguros. Pero Dios viene a hablar a nuestro corazón, porque sabe que los sentimientos son engañosos. (Jeremías 17.9) Pero las palabras con las que Jesús nos habla, no son simples motivaciones, sino que son palabras que traen vida. (Juan 6.63/Juan 6.67) Los sentimientos de inferioridad se levantan para desacreditarnos, buscan eliminarnos y no solo nos dejamos engañar, dándole poder a los sentimientos, poder a nuestro corazón, sino que también abrimos la boca para afirmar lo poco que valemos, para poner nuestra atención en nuestros errores.
Pero en medio de todo, el evangelio son buenas noticias, porque Dios puso su atención en nosotros para mostrarnos su amor. (Juan 3.16-17) DIOS NO VINO A DESACREDITARNOS NI A CONDENARNOS, EL VINO A RESCATARNOS. Nos cuesta entender como Dios, conociéndonos, puede pensar bien de nosotros y amarnos de ese modo. Dios busca hacernos entender lo valiosos que somos para Él, pero está en nosotros la decisión de qué palabras creer. Lo que Dios dice sería más que suficiente para nosotros si entendiéramos que no son solo palabras de afirmación, sino que viene a mostrarnos lo que ahora tenemos en ÉL. Desde que creemos en Jesús, su espíritu está en nosotros, ahora somos sus hijos y Él elige habitar en nosotros. (Juan 1.12 / 1 Corintios 3.16 / 1 Corintios 6.19)
«Pero tenemos este tesoro en vasijas de barro para que se vea que tan sublime poder viene de Dios y no de nosotros. Nos vemos atribulados en todo, pero no abatidos; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no destruidos. Dondequiera que vamos, siempre llevamos en nuestro cuerpo la muerte de Jesús, para que también su vida se manifieste en nuestro cuerpo.» 2 Corintios 4.7-10
Aun a pesar de esta verdad tan poderosa, seguimos permitiendo que nuestros sentimientos de inferioridad nos hagan vivir como personas que no tienen nada, como mendigos espirituales y emocionales. Nuestros sentimientos, alimentados por un mundo que busca desacreditarnos continuamente, ahora se ven enfrentados por un Dios que viene a decirnos que somos escogidos y que el poder de Dios vive en nosotros para llevarnos a experimentar grandes cosas. Porque su palabra nos asegura que nos dio su espíritu para vivir cosas mayores que las que Jesús hizo, no una menor medida sino aún más. (Romanos 8.28 / Juan 14.12-14)
DIOS VINO A POTENCIAR TU VIDA. NO SOLO A DARTE VALOR, SINO DARTE SU ESPÍRITU PARA QUE PUEDAS EXPERIMENTAR UN PODER SIN LÍMITES.
¿ESTOY LUCHANDO CON SENTIMIENTOS DE INFERIORIDAD?
Todos en algún momento de la vida luchamos con sentimientos de inferioridad, porque vivimos en un mundo que busca descalificarnos, pero Dios viene con buenas noticias, su mensaje de amor y salvación nos da valor.
¿ESTOY CREYENDO LO QUE DIOS DICE DE MÍ?
Está en nosotros la decisión de qué palabras creer. Dios nos dice que somos sus hijos y que su espíritu habita en nosotros. Él no nos desacredita ni nos condena, sino que potencia nuestras vidas y nos demuestra su amor.
¿ESTOY EXPERIMENTANDO EL PODER QUE DIOS DEPOSITÓ EN MI VIDA?
Las palabras de Dios sobre nosotros no son solo eso, Él nos promete que su espíritu y su poder están en nosotros para que podamos experimentar cosas aún mayores que las que Jesús hizo.
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