7 CONSEJOS PRÁCTICOS

A lo largo de nuestra vida hemos aprendido muchísimas cosas, tanto en casa, como en la escuela, iglesia, etc. Hemos acumulado información sin filtrarla, sin pararnos a distinguir lo que nos sirve de lo que no nos sirve, lo que nos hace felices de lo que simplemente nos ayuda a sobrevivir.

Imaginemos por un momento que escribimos palabras nuevas en un cuaderno encima de páginas ya escritas. En lugar de tener un nuevo texto, lo que conseguiremos será una serie de garabatos ilegibles y confusos que, lejos de ser una nueva información, nos impedirán la comprensión y la lectura.

Hay una frase atribuida de Alvin Toffler el autor de «la tercera ola» que habla de que “los analfabetos del siglo 21 no serán aquellos que no sepan leer ni escribir sino aquellos que no sepan desaprender“. Esta es una frase muy resultona que encontrarás mucho por internet y que la gente la utiliza a veces no de forma 100% adecuada. ¿Qué significa desaprender? ¿A qué nos referimos?

La mejor definición que he encontrado sobre desaprender es que no se trata de borrar y olvidar lo aprendido, sino se trata de no ser esclavo de ello. Es decir, más que hablar de conocimiento, habla de la capacidad de repensarse uno mismo.

Piénsalo por un segundo ¿qué es aquello que haces muy bien? En verdad aquello que sabes hacer muy bien es algo que te da confianza y protección, pero al mismo tiempo es tu principal limitación frente a un proceso de cambio.

Hay frases que te ayudan a detectar esas limitaciones: Por ejemplo la frase “yo siempre lo he hecho así” o la de “esto yo ya lo he probado”. Estas frases son evidencias de que algo que has hecho de esa manera, ha funcionado. Pero por otro lado también son evidencias de que si el contexto cambia, esa forma de trabajar o esa forma de actuar, es tu principal limitación.

 

1. GUARDAR NUESTRO CORAZÓN
Proverbios 4:23 dice que “del corazón mana la vida”. Cada día tomamos decisiones que afectan la salud de nuestro corazón, cada día tenemos el desafío de decidir cómo responder a nuestro entorno desde una posición sana.

Siempre habrá desacuerdos, siempre habrá personas que no nos caerán bien. Pero la ofensa es una decisión, y depende de nosotros rechazarla o darle lugar. La Biblia dice que nos tenemos que aceptar y amar los unos a los otros. Para eso debemos ponernos en el lugar del otro. Cristo colgado en una cruz, en nuestro lugar, nos dijo “te amo”. No necesitamos más que eso para amarnos.

 

2. TENER LAS MOTIVACIONES CORRECTAS EN NUESTRO SERVICIO A DIOS
¿Por qué haces lo que haces? Como iglesia nuestra motivación siempre será amar a Dios y amar a las personas. Si Dios puso en tu corazón el predicar, no permitas que ninguna otra cosa jamás sea tu motivación. Porque amamos a la gente hacemos las cosas con excelencia, para representar bien el Reino. Nuestra motivación siempre debería ser el conectar a las personas con Dios.

 

3. VIVIR UN LLAMADO, EN LUGAR DE CORRER UNA CARRERA
Cuando tenes un llamado haces las cosas por convicción, pero cuando lo tomas como una carrera, las haces por conveniencia. Cuando veas lo que haces como un llamado estarás dispuesto a pagar cualquier precio, pero cuando lo veas como una carrera, buscarás las opciones fáciles. Cuando se trate de un llamado, una mejor oferta u oportunidad no te moverá, pero cuando lo veas como una carrera, al percibir algo mejor te acercarás corriendo.

Porque se trata de un llamado es que vale la pena pagar el precio. Hay una gran diferencia entre profesión y llamado. La profesión puede cambiar, pero el llamado de Dios es eterno.

 

4. MANTENER CORAZONES ENSEÑANBLES
Nunca llegamos a la cima. Hoy me doy cuenta de que no sé todo lo que pensaba que sabía hace diez años. Los líderes hacen preguntas, leen libros, no dejan de aprender. Tenemos que mantener corazones que no se vuelvan familiares con los predicadores, que no dejen de tomar notas, no dejen de escuchar con atención. Aunque se trate de una persona que está predicando por primera vez, o un mensaje que ya hemos escuchado muchas veces; no nos apaguemos, no neguemos que quizás Dios quiera usar a esa persona o a ese mensaje otra vez para hablarnos.

Debemos ser vulnerables, saber escuchar y discernir los buenos consejos. El joven rico se rodeó de la gente correcta cuando se acercó a Jesús y sus discípulos, pero no fue lo suficientemente vulnerable como para dejarlo todo y seguirlo.

 

5. MI VALOR NO ESTÁ EN MI TÍTULO
Tu valor no es determinado por tu posición en la iglesia, según la tarea que realices, sino por lo que Jesús hizo por vos. Esa es una lección que jamás tenemos que olvidar, porque muchas veces buscamos nuestro valor de las cosas incorrectas. Pensar que algunos valen más según su título es una mentira, no todos podemos hacer todo y todos podemos hacer todo.

El lugar que ocupas en los asientos de la iglesia, en frente o en el fondo, no determina tu valor. Nuestro valor está en quienes somos en Cristo y el precio que él pagó por cada uno de nosotros.

 

6. NO ENTRAR EN EL JUEGO DE LA COMPARACIÓN
La comparación es un juego en el que siempre terminarás perdiendo. Debemos limitarnos a la zona de gracia que Dios nos ha dado.

Jamás entraremos en la comparación si entendemos el espacio que Dios nos ha marcado para correr. Él es el que levanta a la gente, el que la promociona; no vivas comparándote.

 

7. SER FIEL CON LO QUE TENEMOS EN LA MANO
Porque tenemos que usar lo que tenemos en la mano para cumplir con lo que hay en nuestro corazón.

Moisés, ¿qué tienes? Una vara; David, ¿qué tienes? Una onda; Sansón, ¿qué tienes? Una quijada de un burro; Pedro, ¿qué tienes? Una red; Jesús, ¿qué tienes? Una cruz. Cuando somos fieles con lo que tenemos en la mano, Dios se hará cargo de nuestro futuro.

Lo que hacemos con lo que tenemos hoy en nuestras manos, habla de lo que nosotros ya teníamos en nuestros corazones. 

La causa siempre va a ser mayor, no se trata de nosótros.