PIEDRA ANGULAR — Mensaje #8 | Serie «HECHOS»


«Mientras Pedro y Juan hablaban a la gente, se presentaron los sacerdotes, el capitán de la guardia del Templo y los saduceos. Estaban muy disgustados porque los apóstoles enseñaban a la gente y proclamaban la resurrección, que se había hecho evidente en el caso de Jesús.  Arrestaron a Pedro y a Juan y, como ya anochecía, los metieron en la cárcel hasta el día siguiente. Pero muchos de los que oyeron el mensaje creyeron y el número de estos, contando solo a los hombres, llegaba a unos cinco mil. Al día siguiente se reunieron en Jerusalén los gobernantes, los líderes religiosos y los maestros de la Ley. Allí estaban el sumo sacerdote Anás, Caifás, Juan, Alejandro y los otros miembros de la familia del sumo sacerdote. Hicieron que Pedro y Juan comparecieran ante ellos y comenzaron a interrogarlos: —¿Con qué poder o en nombre de quién hicieron ustedes esto? Pedro, lleno del Espíritu Santo, respondió: —Gobernantes del pueblo y líderes religiosos: Hoy se nos procesa por haber favorecido a un paralítico, ¡y se nos pregunta cómo fue sanado!  Sepan, pues, todos ustedes y todo el pueblo de Israel que este hombre está aquí delante de ustedes, sano gracias al nombre de Jesucristo de Nazaret, crucificado por ustedes, pero resucitado por Dios. Jesucristo es »“la piedra que desecharon ustedes los constructores y que ha llegado a ser la piedra angular”. De hecho, en ningún otro hay salvación, porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres mediante el cual podamos ser salvos. Los gobernantes, al ver la osadía con que hablaban Pedro y Juan, y al darse cuenta de que eran gente sin estudios ni preparación, quedaron asombrados y reconocieron que habían estado con Jesús. Además, como vieron que los acompañaba el hombre que había sido sanado, no tenían nada que alegar. Así que les mandaron que se retiraran del Consejo y se pusieron a deliberar entre sí: «¿Qué vamos a hacer con estos sujetos? Es un hecho que por medio de ellos ha ocurrido un milagro evidente; todos los que viven en Jerusalén lo saben y no podemos negarlo. Para evitar que este asunto siga divulgándose entre la gente, vamos a amenazarlos y así no volverán a hablar de ese nombre a nadie». Los llamaron y les ordenaron terminantemente que dejaran de hablar y enseñar acerca del nombre de Jesús. Pero Pedro y Juan replicaron: —¿Es justo delante de Dios obedecerlos a ustedes en vez de obedecerlo a él? ¡Júzguenlo ustedes mismos! Nosotros no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído. Después de nuevas amenazas, los dejaron irse. Por causa de la gente, no hallaban manera de castigarlos: todos alababan a Dios por lo que había sucedido, pues el hombre que había sido milagrosamente sanado tenía más de cuarenta años.» Hechos 4.1-22

 

Vivimos en una era donde todo se cuestiona, vemos imágenes, escuchamos audios y leemos noticias que no sabemos si son reales o inventadas. Desconfiamos de todo: de lo que se ve, de lo que se escucha y hasta de lo que se firma. Pero esta desconfianza no es nueva; no nació con la tecnología. Es un reflejo del corazón humano que se resiste a creer.

Así como los religiosos que se levantaron contra Pedro y Juan en Hechos 4, muchos hoy siguen cuestionando lo que Dios hace, aunque lo tengan frente a sus ojos. Ellos no podían negar el milagro del paralítico, porque estaba ahí, sano, caminando. Pero se rehusaban a creer que fuera el poder de Jesús.

UN CORAZÓN CERRADO PUEDE VER EL MILAGRO Y AÚN ASÍ NO CREER.

Pedro y Juan fueron arrestados y llevados ante los gobernantes, los líderes religiosos y los maestros de la ley. No porque hubieran hecho algo malo, sino porque el poder de Dios incomodaba. Les preguntaron: «¿Con qué poder o en nombre de quién hicieron ustedes esto?» (Hechos 4.7). No podían negar la evidencia, pero si intentaban controlar la verdad.

Esto pasaba también cuando la gente se acercaba a Jesús. Marcos 6.5-6 dice: «En efecto, no pudo hacer allí ningún milagro, excepto sanar a unos pocos enfermos al imponerles las manos. Y él se quedó asombrado por la falta de fe de ellos.» La incredulidad lleva a cuestionar, y cuando el corazón no está abierto a lo que Dios quiere hacer, es normal que todo se ponga en duda.

A veces, lo que Dios hace incomoda. Aunque veamos un milagro imposible de negar, cuando el corazón está cerrado, ni siquiera eso alcanza para creer. La resurrección de Jesús no pasó desapercibida, pero muchos siguieron sin creer en el poder de Dios. El corazón de esos religiosos estaba endurecido, se habían vuelto personas críticas, incapaces de aprender.

UN CORAZÓN CRÍTICO CUESTIONA LO QUE NO PUEDE CONTROLAR,LO QUE NO PUEDE ENTENDER, Y POR ORGULLO.

Se cierra y no permite que Dios obre. Y aunque hay que examinarlo todo, no es lo mismo probar que cuestionar. La Biblia dice: «Sométanlo todo a prueba, aférrense a lo bueno» (1 Tesalonicenses 5.21). Pero una cosa es poner a prueba, y otra es vivir con desconfianza constante.

1 Juan 4.1-3 agrega: «Queridos hermanos, no crean a cualquier espíritu, sino sométanlo a prueba para ver si es de Dios (…)» El corazón crítico no discierne: simplemente dice «no», sin escuchar, sin buscar entender. Y ese tipo de actitud no deja espacio para la fe.

Hoy todavía hay personas que han visto a Dios obrar, pero siguen dudando. Y esto no es por falta de evidencia, sino porque el corazón se ha ido cerrando.

Muchos han permitido que el tiempo, las heridas o el cansancio los endurezcan. Por eso Hebreos 3:12-13 nos recuerda: «Cuídense, hermanos, de que ninguno de ustedes tenga un corazón pecaminoso e incrédulo que los haga apartarse del Dios vivo. Más bien, mientras dure ese “hoy”, anímense unos a otros cada día, para que ninguno se endurezca por el engaño del pecado.»

Cuidar el corazón es nuestra decisión. Elegimos mantenerlo sensible, despierto y enfocado en Dios, sin dejar que el mundo lo amolde, que las dudas lo frenen ni que el tiempo apague nuestra fe. Romanos 12.2 dice: «No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente.»

EL MUNDO CAMBIA, SÍ, PERO DIOS SIGUE SIENDO DIOS. ÉL SIGUE BAUTIZANDO CON PODER Y SIGUE TRASNFORMANDO VIDAS.

Pero algunos se han dejado engañar y endurecer con el paso del tiempo, pero nuestra tarea es avivar el fuego de Dios en el corazón. «Aviva la llama del don de Dios que recibiste (…) porque Dios no nos ha dado un espíritu de timidez, sino de poder, de amor y de dominio propio» (2 Timoteo 1.6-7).

Pedro, lleno del Espíritu Santo, habló con convicción: «Sepan todos ustedes (…) que este hombre está aquí sano gracias al nombre de Jesucristo de Nazaret, crucificado por ustedes pero resucitado por Dios (…) De hecho, en ningún otro hay salvación» (Hechos 4.10,12). En medio de la confusión, sostenemos una verdad firme: SOLO JESÚS ES EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA.

Pedro conectó esto con el Salmo 118: «La piedra que desecharon los constructores ha llegado a ser la piedra angular. Esto ha sido obra del Señor y nos deja maravillados» (Salmo 118.22-23). Esa imagen define el lugar de Cristo en la vida y en la Iglesia.

Cuando el Salmo 118 habla de la piedra que fue rechazada, usa una imagen conocida en la construcción: había piedras que no parecían encajar, que eran descartadas por los constructores, hasta que se descubría que una de ellas era la principal. Esa piedra rechazada era la fundamental.

La piedra angular era una piedra maciza y pesada, distinta a las empleadas en los cimientos, que se colocaba en el ángulo o esquina del edificio para unir las dos partes que se encontraban en ella. Alineaba, sostenía y daba forma y fuerza a todo el edificio y si estaba mal colocada, todo lo demás se torcía o caía.

Este pasaje es profético, y Jesús es comparado con esa piedra. ÉL ES LA PIEDRA ANGULAR, BASE DE NUESTRA FE, LA PIEDRA PRINCIPAL QUE SOSTIENE TODO.

El salmista usó esta imagen para hablar del Mesías. El que muchos no valoran, ignoran o dejan de lado, es en realidad el fundamento de todo. SI JESÚS NO ESTÁ EN EL CENTRO, NADA SE SOSTIENE. PERO CUANDO JESÚS ES LA PIEDRA ANGULAR, TODO TOMA FORMA Y SENTIDO.

«Edificados sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular» (Efesios 2.20) No es Pedro, ni Juan, la iglesia no está construida sobre hombres. La iglesia esta cimentada sobre la persona de Jesús.

NUESTRA FE ESTÁ BASADA EN ÉL, EN SU CARÁCTER, EN SU PODER Y EN SU OBRA (HEBREOS 12.2)

Pedro miró a los religiosos y fue directo: «ustedes desecharon a Jesús, siendo Él la piedra angular»  (Hechos 4.11-14). Le estaba diciendo que habían rechazado al mismo que Dios habla puesto como base de todo.

Y lo mismo sigue pasando hoy, muchos al igual que los religiosos de aquel tiempo, desechan a Jesús, incluso algunos dicen creer, pero viven construyendo sin esa base. El trabajo, la salud, los recursos, los títulos o la imagen personal son importantes, pero no pueden ocupar el lugar de Cristo. «Si el Señor no edifica la casa, en vano se esfuerzan los albañiles» (Salmo 127.1-2).

Jesús lo explicó con claridad: quien escucha sus palabras y las pone en práctica es como el hombre prudente que construyó su casa sobre la roca (Mateo 7.24)

CUANDO JESÚS ES LA BASE DE NUESTRAS VIDAS, PODEMOS MANTENERNOS FIRMES EN CUALQUIER CIRCUNSTANCIA.

Los gobernantes se sorprendieron al ver la valentía de Pedro y Juan. Al ver su osadía, su reconocieron que habían estado con Jesús (Hechos 4.13). Jesús había sido intencional al decirles que esperaran la promesa, que fueran bautizados con el Espíritu Santo para recibir poder. (Hechos 1.8)

Pedro y Juan eran hombres sin estudios ni preparación, pero estaban LLENOS DEL ESPÍRITU SANTO.

Todos podían ver que Pedro y Juan habían estado con Jesús, y es que nuestra mayor prioridad necesita siempre estar con Él. Dependemos de su presencia, de su poder, no de nuestras capacidades, dones o talentos. Podemos tener habilidades, pero sin la llenura del Espíritu Santo no sirven para nada.

NUESTRA VIDA NECESITA SER LLENA DE SU PODER.

No es con fuerza, ni con ejército, sino con su Espíritu (Zacarías 4.6). Necesitamos que Jesús sea la base de nuestra vida y caminar con Él. Podemos sentirnos sin preparación, pero Él es quien capacita. Esto no niega la importancia de formarnos, sino que nos recuerda que todo parte de la presencia de Dios.

EL DOMINGO ES EL RESULTADO DE NUESTRA SEMANA.

Si pasamos tiempo con Jesús cada día, se nota. Cuando la vida está edificada en Él, su obra se hace evidente. Y cuando Dios obra, no quedan dudas: se ve, se nota, es real.

Los líderes religiosos, al ver que no había manera de negar lo que Dios había hecho por medio de Pedro y Juan, se preocuparon solo por que el milagro no se divulgara. Decidieron amenazarlos y prohibirles hablar en el nombre de Jesús. Les ordenaron que dejaran de enseñar, pero Pedro y Juan, llenos del Espíritu Santo, respondieron con firmeza que preferían obedecer a Dios antes que a los hombres.

Pedro y Juan ante esto fueron firme en decir: no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oido (Hechos 4.17-20)

Aun después de nuevas amenazas, los tuvieron que dejar ir, porque el pueblo entero alababa a Dios por lo sucedido. El hombre que había sido sanado tenía más de cuarenta años, y nadie podía negar el milagro (Hechos 4.21-22). No había manera de detener lo que Dios estaba haciendo.

LAS AMENAZAS NO TUVIERON ÉXITO, PORQUE EL MENSAJE Y EL PODER DE DIOS NO PUEDEN SER DETENIDOS.

Las autoridades intentaron controlar el mensaje, pero el poder de Dios ya se había manifestado. Aun hoy, todo busca que el mensaje no se conozca. Todo a nuestro alrededor intenta endurecer el corazón, distraernos y callarnos. El enemigo quiere que dejemos de hablar del mensaje que transforma y cambia vidas.

EL TEMOR NO ES UN BUEN LÍDER.

Recordamos que las amenazas son solo amenazas. Aquellos líderes religiosos tenían autoridad solo en lo religioso, no en lo civil. Podían detener, intimidar o azotar, pero no podían impedir que Dios obrara. A veces las amenazas toman forma de miedo, de duda o de pensamientos que nos hacen sentir en riesgo. Pero el diablo no es Dios. No es omnipotente, ni omnipresente, ni omnisciente. (Mateo 10.28).

Y es que el temor nos hace olvidar lo que Dios ya hizo en nuestra vida. Cuando el temor toma lugar en el corazón, nos volvemos egoístas, temerosos y centrados en nosotros mismos. Necesitamos sacar la atención de nosotros mismos. (Marcos 8.34-38).

Y es importante recordarnos que la Biblia nos dice que Dios no abandona su obra en nosotros. (Filipenses 1.6), que prometió estar con nosotros siempre (Juan 16.33) y que es Él quien nos ayuda (Hebreos 13.6, Isaías 43.1, Isaías 41.13).

LA AUTORIDAD DE JESÚS ESTÁ POR ENCIMA DE TODA AUTORIDAD.

Obedecemos a las autoridades, oramos por ellas y las respetamos, pero Él dijo: «Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. Por tanto, vayan y hagan discípulos (…) y estaré con ustedes siempre» (Mateo 28.18-20).

ÉL NOS ORDENÓ IR Y PREDICAR, ESO NO SE NEGOCIA.

Hoy abrimos el corazón a Dios y volvemos a poner a Jesús como la piedra fundamental de nuestra vida.

 NO PODEMOS DEJAR DE DECIR LO QUE HEMOS VISTO Y OÍDO, ESTO NO SE PUEDE NEGOCIAR. 

 


REFLEXIÓN

¿CÓMO ESTÁ MI CORAZÓN?
A veces la vida, las decepciones o el cansancio nos vuelven más duros, más críticos y menos dispuestos a creer. Pero cuando el corazón se cierra, también se apaga la capacidad de ver lo que Dios está haciendo. Necesitamos mantenerlo vivo, sensible y atento, porque si se endurece, corremos el riesgo de perdernos lo que Él quiere hacer con nosotros y a través nuestro.

 

¿SOBRE QUÉ ESTOY CONSTRUYENDO MI VIDA?
Muchas veces apoyamos nuestra seguridad en la salud, el trabajo, los recursos o los estudios, pero esas cosas cambian. Necesitamos construir sobre Jesús, porque Él es la piedra fundamental. Cuando nuestras decisiones están afirmadas en Él, la vida se sostiene incluso en medio de la incertidumbre.

 

¿DÓNDE ESTÁ PUESTA MI ATENCIÓN?
A veces el miedo, las preocupaciones o las amenazas ocupan más espacio que la confianza. Pero Dios nos recuerda que su presencia sigue con nosotros. Necesitamos volver a creer, mirar hacia Él y descansar en su poder. Cuando elegimos confiar, su amor nos sostiene y su paz nos llena, aun cuando todo alrededor intenta hacernos dudar.