PROTAGONISTAS


«Al quedar libres, Pedro y Juan volvieron a los suyos y les relataron todo lo que habían dicho los jefes de los sacerdotes y los líderes religiosos. Cuando lo oyeron, alzaron unánimes la voz en oración a Dios: «Soberano Señor, creador del cielo y de la tierra, del mar y de todo lo que hay en ellos, tú, por medio del Espíritu Santo, dijiste en labios de nuestro padre David, tu siervo: »“¿Por qué se enfurecen las naciones y en vano conspiran los pueblos? Los reyes de la tierra se rebelan; los gobernantes se confabulan contra el Señor y contra su ungido”. En efecto, en esta ciudad se reunieron Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y con el pueblo de Israel, contra tu santo siervo Jesús, a quien ungiste para hacer lo que de antemano tu poder y tu voluntad habían determinado que sucediera. Ahora, Señor, toma en cuenta sus amenazas y concede a tus siervos el proclamar tu palabra sin temor alguno. Por eso, extiende tu mano para sanar y hacer señales y prodigios mediante el nombre de tu santo siervo Jesús». Después de haber orado, tembló el lugar en que estaban reunidos; todos fueron llenos del Espíritu Santo y proclamaban la palabra de Dios sin temor alguno.» Hechos 4:23-31 NVI

 

Continuamos leyendo el libro de los Hechos donde el Espíritu Santo nos está llevando a vivir un tiempo donde la fe se activa, la iglesia despierta y la obra de Dios avanza. Esta historia no es un recuerdo antiguo: es una invitación para nosotros hoy. En ese momento, la iglesia entendió que el verdadero protagonista no era Pedro, ni Juan, ni los discípulos. El protagonista era, y sigue siendo el Espíritu Santo. Él movió la historia entonces y sigue moviéndola ahora.

El Espíritu Santo es una persona. Tiene intelecto (1 Corintios 2:10-13; Juan 14:26), sensibilidad (Romanos 15:30), voluntad (1 Corintios 12:11) y conciencia moral (Juan 16:8; Juan 16:13). Él piensa, siente, decide y actúa. Y nosotros podemos honrarlo o podemos contristarlo (Efesios 4:30), apagarlo (1 Tesalonicenses 5:19) o resistirlo (Hechos 7:51). La manera en que lo tratamos importa.

La Biblia muestra lo que Él hace: escudriña lo profundo de Dios (1 Corintios 2:10), habla (Hechos 13:2; Hechos 21:11; 1 Timoteo 4:1), intercede (Romanos 8:26), enseña (Juan 14:26; Nehemías 9:20), guía (Hechos 16:6; Romanos 8:14), testifica de Jesús (Juan 15:26), trae comunión (2 Corintios 13:14), opera milagros (Hechos 10:38) y llama a personas para servir (Hechos 20:28). Cada avance del Reino tiene Su huella.

NECESITAMOS VIVIR LLENOS DEL ESPÍRITU SANTO.

La Palabra nos llama a vivir llenos del Espíritu (Efesios 5:18). Ser llenos implica rendir el control y dejar que Él forme nuestro carácter, ordene nuestros pensamientos y guíe nuestras decisiones. Cuando Él llena la vida, cambia el ambiente interior y también lo que pasa a nuestro alrededor.

Somos protagonistas porque el Espíritu Santo despierta valentía en nosotros. Las amenazas no paralizaron a la iglesia; al contrario, los llenó de valor para proclamar sin temor (Hechos 4:31). Y nosotros también vivimos sin timidez cuando Él nos llena, porque Dios nos dio un espíritu de poder, amor y dominio propio (2 Timoteo 1:7). La valentía no nace del ánimo humano, nace de la presencia de Dios en nosotros.

SOMOS PROTAGONISTAS.

También somos protagonistas porque las señales nos siguen. Jesús lo prometió y lo seguimos viendo: «Estas señales acompañarán a los que crean (…)» (Marcos 16:17-18). Las señales no son para exhibición, son para confirmar el mensaje y despertar fe. Así como los apóstoles hacían muchas señales y prodigios (Hechos 5:12), creemos que el Espíritu sigue obrando para que la gente vea a Jesús de manera real en su necesidad, en su enfermedad, en su dolor y en su corazón.

Y somos protagonistas porque el poder de Dios se manifiesta. Pablo decía que no predicaba con palabras elocuentes, sino con demostración del Espíritu y de poder (1 Corintios 2:4). En Pentecostés vino un viento del cielo y lenguas como de fuego se posaron sobre todos los que estaban reunidos (Hechos 2:2-4). El Espíritu Santo también hoy sacude lo que está estancado, ordena lo que está caído y renueva lo que parecía muerto. Él transforma atmósferas, limpia el corazón y trae vida donde ya no la había.

EL ESPÍRITU SANTO ES NUESTRA GUÍA.

El Espíritu Santo quiere guiarnos en lo cotidiano: en nuestro carácter, en nuestras reacciones, en nuestras relaciones y en nuestras decisiones. Él nos santifica, nos pule, nos transforma y nos impulsa a querer más de Dios. No quiere ser alguien que visitamos en una reunión, quiere ser quien guía cada paso de nuestra vida.

La iglesia de Hechos avanzó porque el Espíritu Santo dirigía todo. Y nosotros somos parte de esa misma historia. No estamos llamados a una fe pasiva, sino a una vida despierta, llena de Su presencia, donde Él es el protagonista y nosotros caminamos en obediencia.

Hoy abrimos nuestro corazón para que Él nos llene, nos guíe, nos limpie y nos use. Declaramos lo que declaró la iglesia: «Señor, concedenos proclamar tu palabra sin temor y extiende tu mano para sanar y hacer señales y prodigios mediante el nombre de Jesús» (Hechos 4:29-30).

Y decidimos vivir como protagonistas en nuestra generación por la presencia y el poder del Espíritu Santo en nosotros.

 

 


REFLEXIÓN 

¿ESTOY COMPARTIENDO DE JESÚS CON OTROS?
A veces nos detiene el temor, la vergüenza o la sensación de no tener las palabras correctas. Pero cuando vivimos bajo nuestro propio control, todo nos pesa más. En cambio, cuando caminamos en el poder del Espíritu Santo, ese temor empieza a perder fuerza y nace una valentía que no viene de nosotros. Somos responsables de llevar el mensaje de Jesús, pero no lo hacemos solos: el Espíritu Santo nos llena, nos afirma y nos impulsa. Cuando Él tiene el protagonismo, nosotros dejamos de frenarnos y empezamos a hablar con convicción porque sabemos que es Su poder el que respalda cada paso.

 

¿CREO QUE DIOS PUEDE OBRAR HOY EN MI VIDA?
Las señales no dependen de nuestra capacidad sino del nombre y del poder de Jesús. Si decidimos caminar en fe, lo que Él prometió empieza a manifestarse. No es por fuerza propia ni por «saber mucho», es porque el Espíritu Santo sigue obrando hoy como en Hechos. Podemos abrirnos a lo que Dios quiere hacer y creer que Él puede sanar, liberar, restaurar y tocar vidas a través nuestro. Cuando nos disponemos a creer, las señales dejan de ser teoría y empiezan a acompañar la vida diaria.

 

¿LE ESTOY DANDO LUGAR A DIOS PARA ACTUAR EN MI VIDA?
El Espíritu Santo quiere moverse en lo físico, en lo espiritual y en lo cotidiano, al igual que en Hechos. Pero para eso necesitamos darle lugar. Cuando nos disponemos, cuando dejamos que Él ordene, limpie y transforme, y su poder empieza a tocar áreas que estaban estancadas o apagadas. Él cambia atmósferas, renueva el corazón y derrama lo que necesitamos para este tiempo. Si abrimos nuestro corazón y le damos espacio real, vamos a ver Su poder manifestándose de maneras que solo Él puede hacer.