«Después de esto salió Jesús y se fijó en un recaudador de impuestos llamado Leví, sentado a la mesa donde cobraba. «Sígueme» —dijo Jesús. Y Leví se levantó, lo dejó todo y lo siguió.» Lucas 5:27-28
Levi, que también es Mateo, el autor del primer evangelio en el Nuevo Testamento, trabajaba como un recaudador de impuesto. En ese tiempo, los recaudadores eran despreciados por su propio pueblo, ya que cobraban tributos para el Imperio Romano y muchas veces se enriquecían cobrando de más. Eran vistos como traidores, nadie quería estar con ellos… pero Jesús sí.
Jesús lo miró, lo llamó y transformó su vida. Una sola palabra, «sígueme», bastó para cambiar su vida. Y lo mismo sucede hoy con nosotros.
DIOS SIGUE BUSCANDO PERSONAS DISPUESTAS A DEJAR LO CONOCIDO PARA SEGUIRLO.
Jesús no le ofreció comodidad ni explicaciones, solo fue una invitación a seguirlo. Y es que cuando Jesús llama, también sostiene y no se olvida de lo que necesitamos. Él sabe exactamente como cuidar de nosotros.
La primera acción que hizo Mateo, fue levantarse. Probablemente estaba sentado, trabajando, en su lugar de costumbre. Pero cuando Jesús lo llamó, se movió, accionó inmediatamente sin cuestionamientos.
Y es que el llamado de Jesús siempre nos saca del lugar más cómodo, levantando nuestro corazón y nuestra fe. Hay una acción de fe y ya no podemos quedarnos de la misma manera. Isaias 60.1 dice: «¡Levántate y resplandece que tu luz ha llegado! ¡La gloria del Señor brilla sobre ti!»
Ese llamado sigue vigente para nuestras vidas, que nos dice que nos levantemos. Levantemos nuestra fe, el ánimo, la mirada. Hay momentos donde el cansancio o el miedo nos paraliza. Pero Jesús no nos llama para quedarnos sentados.
Efesios 5.14 dice: «Despiértate, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo te alumbrará».
Y nos levantamos porque creemos que hay algo nuevo para nosotros, dejando atrás lo que nos detuvo y nos movemos en fe. Porque cuando Jesús nos llama, no hay tiempo para excusas.
ES TIEMPO DE LEVANTARNOS, RESPONDER Y ACCIONAR.
La segunda acción que hizo Mateo fue dejarlo todo, no negoció. No dijo «esperemos que termine el mes» o «cuando tenga más claro el plan lo vemos». Se levantó y lo dejó todo. Trabajaba para el Imperio Romano, tenía estabilidad, posición y comodidad, pero eligió lo eterno. Y es que seguir a Jesús siempre tiene un costo, pero la recompensa no se compara con nada.
Jesús dijo: «Si alguien quiere ser mi discípulo, que se niegue a sí mismo, lleve su cruz cada día y me siga» (Lucas 9.23).
Dejarlo todo es confiar, incluso cuando no lo entendemos. A veces nos cuesta soltar lo que creemos que nos da seguridad en la vida: el trabajo, los planes, la rutina. Pero cuando le decimos sí a Dios, Él se encarga del resto.
Como Abraham, Dios le prometió un hijo cuando ya era viejo. Esperó años hasta que por fin nació Isaac. Ese hijo era su sueño cumplido, su milagro. Pero un día Dios le pidió justamente eso: «Ofreceme a tu hijo en sacrificio». No pidió su ganado, ni sus tierras, ni su dinero. Le pidió lo que más amaba. Abraham obedeció. La Biblia dice que caminó tres días hasta el monte donde debía entregarlo. Imaginemos esa caminata. Tres días cargando la leña, el cuchillo y el silencio.
Y cuando levantó el cuchillo para entregarlo, Dios lo detuvo. «Ya me quedó claro que estas dispuesto a entregarlo todo», le dijo. Y en ese momento Abraham vio un carnero atrapado entre los arbustos. Dios había provisto.
Abraham aprendió algo que nosotros también necesitamos aprender: que cuando entregamos lo que más amamos, Dios nunca nos deja con las manos vacías.
DEJARLO TODO NO SIGNIFICA PERDERLO TODO, SINO DARLE A DIOS EL LUGAR QUE LE CORRESPONDE.
En la Biblia también nos encontramos con la historia del joven rico. Se acercó a Jesús y le dijo todo lo que había hecho: que había guardado los mandamientos, que se había portado bien, que había hecho todo correctamente. Y Jesús le respondió: «Si querés ser perfecto, anda, vende todo lo que tenés, dáselo a los pobres y ven, sígueme» (Lucas 18.18-23, NVI). Y la Biblia dice que se fue triste, porque tenía muchas posesiones, y no estuvo dispuesto a dejarlo todo.
NECESITAMOS TENER UN CORAZÓN QUE ESTÉ DISPUESTO A SOLTAR TODO LO QUE HAGA FALTA PARA SEGUIR A JESÚS DE VERDAD.
Muchas veces luchamos con nuestras propias excusas «no hay plata, el país esta mal, el dólar, la política, la inseguridad…» y así perdemos el tiempo, esperando un momento ideal para obedecer. Pero Jesús nos llama hoy, con todo lo que tenemos y con todo lo que nos falta. Porque seguir a Jesús no es para cuando esté todo bien; es lo que hace que todo empiece a cambiar.
NO HAY NADA MÁS IMPORTANTE EN ESTA VIDA QUE ENTREGARLE EL CORAZÓN POR COMPLETO A JESÚS.
Mateo cambió su dirección. Dejó el pasado atrás y caminó hacia lo nuevo. Y es que seguir a Jesús es cambiar de rumbo.
Filipenses 3.7-8 dice: «Todo lo considero pérdida por causa de Cristo. Es más, todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo». Y es que muchas veces valoramos tantas cosas que no tienen importancia frente a lo que Dios tiene para nuestras vidas, las cosas materiales llenan un vacío momentáneo, pero Jesús es quien da el verdadero sentido en nuestra vida.
Seguirlo es vivir con propósito. Es caminar cada día creyendo, incluso cuando cuesta. Es avanzar, incluso cuando no entendemos. Seguirlo habla de una disposición y de una acción de un corazón entregado.
Jesús no llamó a los que estaban listos, llamó a los que estaban dispuestos. Por eso hoy creemos que este llamado es para nosotros. Queremos seguirlo de verdad. No a medias. No cuando conviene. No solo con palabras.
SEGUIRLO ES ENTREGARLE NUESTRA VOLUNTAD, NUESTRAS DECISIONES, NUESTRAS FINANZAS, NUESTRO TIEMPO Y NUESTRO CORAZÓN.
Cuando Jesús llamó a Pedro, Juan y a los demás, ellos también lo dejaron todo. Lucas 5.11 dice: «Así que llevaron las barcas a tierra, y dejándolo todo, siguieron a Jesús». Eso sigue siendo el llamado hoy: levantarnos, dejarlo todo y seguirlo.
Pero creemos que este llamado no es solo personal, es también para nosotros como iglesia. Dios esta despertando una nueva temporada para VIVILO iglesia.
Nos está llamando a accionar, a creer, a dar, a sembrar, a levantarnos como iglesia. Ya no podemos quedarnos mirando desde afuera con los brazos cruzados, esperando que las cosas cambien solas.
Es momento de levantar nuestra fe, de responder al llamado, de hacer lo que Él nos pide aunque nos cueste. Quizás Dios nos está pidiendo cosas grandes, tal vez nos está invitando a dar lo que duele, a soltar lo que más valoramos. Pero cada vez que soltamos algo por Él, Dios nos sorprende con algo mayor.
No hay milagros sin fe, ni crecimiento sin entrega, si queremos ver a VIVILO lleno, ver campus nuevos, nuevas familias y personas transformadas por el amor de Jesús, necesitamos estar dispuestos a dejarlo todo.
Jesús hoy nos mira, como miró a Mateo, y nos dice: «Síganme». No con promesas, sino con propósito. No con explicaciones, sino con una nueva vida. Y si respondemos a ese llamado, nuestra historia también cambiará para siempre.
Este es nuestro momento. Nos levantamos, lo dejamos todo y seguimos a Jesús. Porque cuando Él dice «Sígueme», no nos invita a entender, nos invita a confiar. Y cuando confiamos, todo empieza a cambiar.
REFLEXIÓN
¿ME QUEDO ESPERANDO A QUE LAS COSAS SUCEDAN?
A veces nos quedamos esperando que Dios haga algo sin movernos, como si todo dependiera de Él. Pero Jesús ya nos habló. Nos dijo «Síganme». Y cuando Él habla, nos toca accionar. Levantarnos no es forzar las cosas, es responder. Es dar el primer paso en fe. Mateo no esperó una señal más clara ni un momento más cómodo: se levantó. Y cuando lo hizo, Dios empezó a obrar. No es que las cosas sucedan porque sí, suceden cuando obedecemos.
¿ESTOY DEJANDOLO TODO?
Dejarlo todo no es perder, es rendirle a Jesús lo que Él nos está pidiendo. A Mateo, Jesús le pidió su mesa de cobrador. A Abraham, su hijo. A nosotros, quizás nos pide algo distinto: un miedo, un control, una seguridad. Cada uno sabe qué tiene que entregar. Dejarlo todo no siempre significa abandonar lo que tenemos, sino poner a Dios por encima de eso. Es reconocer que nada puede ocupar el lugar que solo le pertenece a Él.
¿ESTOY SIGUIENDO A JESÚS?
Podemos admirar a Jesús, hablar de Él, cantar sobre Él… y aun así no seguirlo. Porque seguirlo implica movernos, obedecer, actuar. Seguirlo realmente es dejar que Él marque la dirección de nuestra vida. Es obedecer su voz cuando nos pide algo, confiar cuando no vemos el resultado, y permanecer cuando todo dentro nuestro quisiera rendirse. Porque cuando lo seguimos y confiamos, todo empieza a cambiar en nuestras vidas.
